Talentos: Luciano Perotto, con la fuerza del león y la actitud de un ave fénix
Es primera figura en el Ballet de Monterrey y junto a la ascendente Rocío Agüero representará a la Argentina en una gala internacional en Chile; una década lejos de casa y el sueño de bailar en el Colón
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Ya sea por el mito griego, la narración de Ovidio, o por la célebre pintura de Tiziano, que cuelga de la National Gallery, todo el mundo alguna vez ha escuchado hablar de Diana y Acteón. La escena de cacería también tiene una versión célebre en el ballet, como un pas de deux muy difundido sobre todo en galas: permite en pocos minutos mostrar los atributos virtuosos de una pareja. En eso estaban Luciano Perotto y Rocío Agüero, dos jóvenes bailarines este mediodía de lunes feriado en la sala de Ballet Estudio, el que fuera el “templo” de otro mito, Olga Ferri: preparaban de la mano del maestro Edgardo Trabalón este divertissement para llevarlo a Chile como carta de representación argentina en un espectáculo internacional del que participarán solistas y primeras figuras de la Ópera de París y del Royal Ballet de Londres, del ABT de Nueva York y el Het de Países Bajos, del Bayerisches de Munich y de la compañía real de Birmingham. Una cita de gran nivel que se afianza en su cuarta edición sobre el escenario del Teatro Oriente de Providencia, una de las zonas más lindas Santiago, que ya colgó el cartel de “entradas agotadas”.
Luciano Perotto tiene 26 años y es primer bailarín en Monterrey. Era un chico de Lanús, estudiante de la carrera de Danza del Instituto Superior de Arte (ISA) del Teatro Colón, cuando se fue del país hace ya una década, con los 17 recién cumplidos. Llegó a Europa por el impulso que les da a muchos aspirantes con buenas condiciones el reconocido Prix de Lausanne, solo que en su caso, desde que selló el pasaporte de salida, ya no regresó más que de visita familiar. En Barcelona empezó, así, un derrotero de formación, primero, e inicio de su carrera profesional, después, que lo llevó hasta Los Estados Unidos y finalmente, antes de la pandemia, lo hizo cruzar al vecino México donde se asentó. Un avioncito de papel tatuado en su hombro derecho da testimonio de esa época de tantos vuelos lejos de casa.
Un maestro de la Rock School lo vio durante una gira por España y le ofreció una beca por dos años y medio en Filadelfia. A través de una audición, se incorporó más tarde al Cleveland Ballet de Ohio por una temporada hasta que Monterrey lo tentó con un contrato como solista. “Entonces estaba José Manuel Carreño como director”, apunta. El cubano es una referencia para cualquiera que haya seguido, aunque sea a la distancia, a esa esplendorosa generación que entre finales de 1990 y la primera década del 2000 deslumbró en el American Ballet de Nueva York, todavía con Julio Bocca y Paloma Herrera, Ángel Corella y tantos más. Pero volviendo a Perotto, fue otra exfigura del Royal Ballet de Londres, el brasileño Tiago Soares -que acaba de dejar la dirección en Monterrey- quien lo promovió como bailarín principal. “Para mí fueron años muy productivos, él me dio la oportunidad de hacer roles y desarrollarme muchísimo”.
Luciano define a la compañía donde trabaja por su estilo americano. “Estamos pegados a Texas y tenemos esa influencia”, admite. Hacen títulos del repertorio clásico como La fille mal gardée, Coppelia, Don Quijote, La bayadera, El lago de los cisnes tanto como Peter Pan y El fantasma de la Ópera. “Si acá, en Buenos Aires, El Cascanueces es el de Nureyev allá El Cascanueces es un show con fuegos artificiales y todo”, ejemplifica. Ahora mismo, están montando una nueva creación de Soares, Maximiliano y Carlota: “Es la historia de México”. Para mensurar la compañía, creada en 1990 e integrada actualmente por unos sesenta bailarines, cuenta por ejemplo que la temporada pasada hicieron 110 funciones con cinco programas que estrenan en el Teatro de la Ciudad. A propósito de la ciudad, es un lugar que le gusta mucho y encuentra parecida a Córdoba. “Además, salimos todos los años a los estados, que sería acá como ir de gira por las provincias, y la verdad que México tiene teatros muy lindos. Eso sí, nada como el Colón”.
La añoranza y el idealismo por el teatro que fue su escuela y donde vio a los bailarines que lo marcaron de chico -Alejandro Parente y Edgardo Trabalón, que ahora lo ensaya y le corrige, igual de certero, un gesto en las manos o la importancia de sostener la mirada- se escuchan con eco durante la conversación. En México lo han tratado muy bien, se hizo de su público, siente que tiene reconocimiento y superó sus expectativas económicas, pero... “A la edad que me fui de la Argentina mi familia pasaba por un problema económico grande y en el Teatro Colón no se hacían audiciones -recuerda-. La verdad es que me encantaría bailar en el Colón. Tuve la oportunidad de estar en el Bolshoi [participó del famoso concurso de Moscú], bailé en el Lincoln Center [cuando el Youth American Grand Prix organizó el homenaje por los 50 años de Julio Bocca), pero cada vez que voy al Teatro Colón… [hace un silencio en el que cabe un largo suspiro]. Imaginate que en las vacaciones, cuando vine en enero, como no había funciones hice la visita guiada para entrar [risas]. No hay nada igual en el mundo. Bailar ahí debe ser algo incomparable”.
Rocío Agüero, de 24, escucha detrás de la taza de café: integrante del cuerpo de baile en franco ascenso, lleva un par de temporadas destacándose en roles de solista y de primera bailarina con el Ballet Estable. Le da la razón sin disimulo a su amigo, con el que compartió la infancia en los salones del ISA y con quien hace unos años, ya profesionales, bailó El corsario en Rosario. Juntos ahora en Chile, tendrán una gran oportunidad de mostrarse y relacionarse con figuras que están en la pole position de la danza internacional. “Hago un montón de galas -dice Perotto- y hay algunas que no te podés perder. Ésta es una de esas”.
Además de Diana y Acteón, el bailarín presentará en estas funciones el solo Gopak, conocida variación de danza folklórica ucraniana a la medida de sus destrezas. Los grandes saltos son su especialidad, se reproducen en likes y comentarios a cada posteo de redes sociales. Cualquiera que haya visto alguno de esos videos recordará su figura escultural y vigorosa. Perotto tiene un cuerpo trabajado como con un cincel y un don que lo hace crecer enormemente en el escenario con roles como estos. Tanto que luego, frente a frente, un día cualquiera en la mesa del bar, podría resultar irreconocible. “Soy chiquitito, ¿viste? El escenario te transforma. A mí me encanta estar ahí arriba, te permite ser otra persona”. Con la fortaleza de un león, como el que tiene grabado en su antebrazo izquierdo junto a la leyenda vremya (tiempo, en ruso, porque “cada cosa lleva su tiempo”), y la actitud del ave fenix para sobreponerse y renacer, tatuado en el otro, se abre paso en la carrera. En la espalda, lleva echada la suerte: de los cuatro ases, uno está incompleto: “Es la cuota de azar”.
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