“Romeo y Julieta”: una versión verosímil, aggiornada y amigable para nuevos espectadores
En forma, el Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata regresó al escenario de la mano de Iñaki Urlezaga con una obra que el público disfrutó sin convenciones; buena química de los bailarines invitados
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Romeo y Julieta. Ballet en tres actos, inspirado en la obra literaria de William Shakespeare. Coreografía: Iñaki Urlezaga. Música: Sergei Prokofiev. Por el Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata. Primeros bailarines invitados: Wilma Giglio y Ryan Tomash (Royal Danish Ballet). Con la Orquesta Estable del Centro Provincial de las Artes Teatro Argenitino. Director musical: Diego Censabella Farré. Escenografía: Sergio Massa. Vestuario: Mariano Toffi. Iluminación: Roberto Traferri. Diseño audiovisual: Iru Landucci
Nuestra opinión: muy buena
Después de mucho tiempo de inactividad, el Ballet Estable del Teatro Argentino volvió anoche a su escenario y la sala estuvo colmada. Que la función fuera gratuita no es un detalle menor: el público era variadísimo y disfrutó sin convenciones sobre aplausos y silencios.
Que el ansiado regreso haya sido con esta producción escénica ha sido un acierto. La propuesta de Iñaki Urlezaga es una versión amigable para nuevos espectadores. Los besos, son besos. El balcón, es un balcón.
Este regreso también es posible por el aporte de tantos rubros de un teatro-fábrica como el Argentino, creando detalles de utilería que complementan el relato realista, con espadas que suenan al chocarse y bandejas de lechones con manzanas en la boca.
El coreógrafo platense logró crear una Verona renacentista sin abusar de la pantomima. El contacto entre los cuerpos es verosímil. Los pasos cuentan una historia de amor, rebeldía y amistad con personajes humanos y afectos creíbles.
La química entre los primeros bailarines invitados, Wilma Giglio y Ryan Tomash, funciona bien y sus cuerpos emocionados viajan de la inocencia a la tragedia acertadamente. Aunque el peso que Shakespeare les destinó en 1597 era muy protagónico, Urlezaga construyó redes y vínculos que justifican mucho más otras acciones. Julieta confía y depende mucho más de su nodriza, en la piel de Alcora Ocampo, que de su madre sojuzgada por mandatos. Y por eso baila mucho más, pero también escapa, del Paris encarnado eficientemente por Miguel Ángel Klug.
También es disfrutable la amistad entre Romeo, Mercucio y Benvolio que toca una cuerda juguetona y competitiva en una versión, que en general, da más lucimiento a los bailarines varones.
Por eso son destacables la alegría y tozudez del Mercucio de Valentín Fernández, la agonía del Teobaldo de Marcos Becerra. Y todas las coreografías de lucha que combinan esgrima y trompadas.
Otra de las figuras de reparto destacables es la Sra. Capuleto, de Aldana Bidegaray, que llora y viste de duelo sosteniendo con mayor espesura la tragedia familiar.
Aunque algunos detalles de la comunicación entre los personajes se hayan omitido a favor de una mayor síntesis, los 155 minutos de duración aproximada se alargan un poco por los ajustes escenográficos. Y sería esperable que se fueran aceitando con el correr de las funciones.
A pesar de que el diseño audiovisual de Iru Landucci haya sufrido algunas fallas técnicas, que rompieron el artificio por unos segundos, complementaba bien el diseño escenográfico de Sergio Massa, construido con grandes volúmenes laterales. Esa suma de lo virtual y lo real enmarca bien las escenas que suceden en el centro -que son casi todas-. Urlezaga sólo ha dejado una línea diagonal abierta para que se encuentren con la mirada Romeo, desde la penumbra, y Julieta sobre el balcón. Todo lo demás se construye simétrica y equilibradamente. Aunque haya varios focos de atención en diversos planos, todos están planteados sobre un damero espacial.
El diseño de vestuario de Mariano Toffi es atinado, remite a la moda italiana del siglo XVI, y diferencia con las telas y sus brillos las clases sociales que explican esa eterna rivalidad entre Montescos y Capuletos.
La dirección musical de Diego Censabella Farré explora muy bien los contrastes de climas y potencias que magistralmente tejió Prokofiev en su partitura.
Y el Ballet Estable, con la dirección de Leandro Ferreira Morais, se ve en buena forma y sobreviviendo a todas las adversidades. Están agradecidos de volver a pisar el escenario mayor de su teatro. Y eso se nota en el saludo final.
El público también agradece haber podido recuperar un espacio para la danza.
Esperamos que el movimiento no se corte.
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