Pablo Rotemberg: la luz y la oscuridad de un coreógrafo de enorme personalidad
El coreógrafo Pablo Rotemberg es una figura de la danza contemporánea independiente porteña. Él mucho no se la cree y por eso mismo durante la charla hablará una vez y varias veces sobre sus dificultades, pero el que estudió actuación con Ricardo Bartis, el licenciado en cinematografía de la FUC y el profesor superior de música egresado Conservatorio Nacional de Música que empezó a bailar recién a los 20 años suele habitar los festivales locales e internacionales dedicados a las artes escénicas. En el plano de la ciudad es uno de los pocos creadores de la danza contemporánea cuyas producciones tienen un público propio. A lo hechos: La Wagner va por su séptima temporada. Viene de hacer funciones en Madrid y en noviembre volverá a hacer funciones los domingos, en Espacio Callejón. En perspectiva su producción artística está marcada por la violencia, el erotismo, el cuerpo desnudo, un amplio abanico musical y un trabajo coreográfico llevado el límite.
Este jueves Rotemberg estrena La oscuridad cubrió la Tierra en el Centro Cultural 25 de Mayo, de pleno barrio de Villa Urquiza. En un principio será por los seis jueves que le quedan a la temporada, pero siendo que lleva su firma esas cosas nunca se saben. El titulo lo sacó de una frase de la Biblia. No es casual. Hace un tiempo empezó a interesarse especialmente en lo religioso. Al principio un disparador del montaje fue la música de Carlo Gesualdo, compositor del Renacimiento de vida sumamente tortuosa. Mientras el montaje fue desplegando sus formas, la obra tomó otros caminos. "Durante el trayecto de ensayos lo religioso viró hacia la imagen de la estampita, hacia un registro casi infantil de la Iglesia: la comunión, los niños que cantan durante la ceremonia y ciertas imágenes conocidas en medio de esa cosa opulenta del ritual católico. Y, claro, también la parte oscura y sangrienta de la Iglesia, sin necesidad de hacer una crítica sobre eso. Como me suele suceder, se mezclaron otras cosas y, casi por azar, aparecieron las canciones de Paco Ibáñez sobre la Guerra Civil Española que escuchaba mi papá y que a mí me hacían llorar cuando era chico", reconoce en un bar de Palermo.
En La oscuridad cubrió la Tierra entran en juego esos dos planos. En otro plano, el de su familia, también conviven otros registros de lo diverso. Su padre es judío y comunista. Su madre, católica y "más de derecha". Este mapa de lo heterogéneo tiene su correlato en lo musical. En esta producción que ya hizo funciones en el marco del FIBA, se articulan tres canciones de Paco Ibáñez ("Me llamarán", "Andaluces de Jaén" y "A galopar") con una de Luis Miguel, "Ya nunca más", que aparece en la película que protagonizó el cantante de niño cuando le pide a Dios que no lo abandone cuando se entera de que le tienen que amputar la pierna. Hay otro tema que, como sucedió con "A galopar" en tiempos de la Guerra Civil Española, está cargado de referencias que remiten a tiempos de resistencia política: "El pueblo unido jamás será vencido", de los chilenos Inti Illimani que sonó, y suena, en varias ciudades latinoamericanas. Todos las canciones las interpretan los ocho performers que no son cantantes, aunque entrenaron duro con Silva Juan Bennazar. Claro que en escena, así sucedió en las funciones del FIBA, respiran verdad, entrega, contundencia. "Todo lo hicimos en las condiciones precarias en las que estoy acostumbrado a trabajar. En un punto decido arriesgarme y listo, pido plata prestada mientras me pregunto mil veces por qué hago esto", dice en modo sinceridad brutal.
La oscuridad cubrió la Tierra hizo es una coproducción entre el FIBA y el Festival Buenos Aires Danza Contemporánea. En este segundo estreno Rotemberg reconoce que hay varios cambios. Algunos ligados al proceso creativo en sí mismo. Otros, a cuestiones de producción. "Es muy complicado trabajar con ocho intérpretes cuando no tenés un sueldo para pagarles. El otro día mi asistente me dijo que tengo un problema con la administración del tiempo y con el dinero, tiene razón", sigue en ese modo de no dejarse engañar por el protocolo de lo que se debe decir frente a un grabador. En ese mismo registro, continúa: "Mis obras siempre tienen problemas de estructura, cosa que yo llamo dramaturgia porque me hago el europeo. Creo que eso tiene que ver con la música que decido utilizar. En esta obra voy de la música sacra del Renacimiento a Luis Miguel pasando por Paco Ibáñez y música contemporánea para coros. Eso ya genera un problema y hace que se fragmente el discurso. Pasa también en La Wagner. Siempre pienso que me gustaría hacer una obra que sea fluida sin saber muy bien qué quiero decir con eso..."
–También cabe pensar que esa fragmentación, esa diversidad sonora de la que hablás, forma parte de tu sello.Y en lo que hace a la administración del tiempo, La Wagner, que vuelve por séptima temporada, como La idea fija, estuvieron años en cartel. Todo eso está muy por fuera de la métrica de exhibición de las obras de danza contemporánea independiente.
–Entiendo lo que decís. Y entiendo la pasión y el deseo por la creación en esta ciudad que tantos gobiernos "venden" hacia fuera, pero no estoy con la estupidez de trabajar en condiciones de precarización. Así no se puede profundizar un trabajo. Un reportaje a Lola Arias decía que estaba totalmente en contra de ponerle una cosa romántica a la pobreza, acuerdo con esa idea. La nueva generación se toma ese deseo y esa pasión de manera más fluida y sus obras nacen en este contexto, lo cual está muy bien. A mí me cuesta adaptarme, lo reconozco.
–Cambio de tema. ¿Qué rol cumple el casting en el proceso creativo? En esta obra esa diversidad de cuerpos en los bailarines es sumamente contundente.
–Mirá, yo soy un desastre. A fines del año pasado dejé pasar el tiempo mientras del FIBA ya nos pedían que pasáramos los requisitos de escenografía y luces. En medio de esa urgencia, armé el elenco con gente que me sugería y con otros, la mayoría, con los que ya había trabajado. Quisiera ser al revés, pero no me sale.
–Pero esa cosa del azar como caos parece responder a una aguda combinación sobre las tonalidades de esos bailarines.
–Es que como ya soy una mujer mayor me relajo un poco [se ríe]. Siempre quise ser eso que vos decís, pero soy paranoico, inseguro. Siento que nadie quiere trabajar conmigo.
¿Caso de diván? Supongamos que sí. Pero se permite aportar una buena sobre sí mismo: "Siento que dirijo muy bien a la gente, que se ven re bien en escena. Cuando estrenamos La Wagner a mucha gente no le gustó y yo lo entiendo; pero todos dijeron que las pibas estaban increíbles (en verdad, son increíbles). Y en esta obra siento que todes están súperbien, y eso me pone bien".
Los ocho bailarines de La oscuridad cubrió la Tierra son Bárbara Alonso, Emilio Bidegain, Javier Crespo, Carla Di Grazia, Candelaria Gauffin, Diego Gómez, Juan M. Iglesias y Jorge Thefs. Pero hay más gente en escena: dos músicos, Pedro Cecchi Ziggiotto y Alejandro Marín; y una yapa que aparece al final. Es que con un vestido de bailaora de flamenco el mismo Pablo Rotemberg toca el piano. Entre todos ellos iluminan la oscuridad del mágico salón histórico del Teatro 25 de Mayo.
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