Navidad llega con “El Cascanueces” de Nureyev y dos nuevos bailarines para descubrir en el escenario del Teatro Colón
Davide Dato y Maria Yakovleva, primeras figuras de la Ópera de Viena, debutan en el país en el cierre de la temporada del Ballet Estable, con una de las versiones menos edulcoradas y más psicológicas del famoso título clásico
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Davide Dato es italiano (Biella, 1990), pero vive en Viena desde muy chico: se formó en la escuela de ballet de la Ópera Estatal, en la capital de Austria, e inmediatamente después ingresó en la compañía, donde hizo una carrera como bailarín profesional que lo llevó por todos los rangos hasta alcanzar el puesto de principal, en 2016. “Me describiría como una persona comunicativa y carismática, a la que le encanta estar en el escenario desde la infancia”, se presenta.
María Yakovleva nació en San Petersburgo y tras finalizar su formación en la Academia Vaganova recibió la invitación para unirse al mismo team austríaco. Trabajó allí, en Viena, durante 17 años, y esta temporada se unió al Ballet Nacional Húngaro, en Budapest. “¡No veo el ballet como una profesión, para mí es mi vida y mi pasión absoluta!”, dice.
Para ambos, que hace poco cruzaron la barrera de los treinta, la gestión de Manuel Legris en el ballet de la Ópera de Viena no fue sólo una década dorada. “¡Manuel es de quien más aprendí en mi carrera! Realmente me ayudó a convertirme en la bailarina que soy hoy”, admite la artista rusa sobre el aporte personal que recibió el actual director del Ballet de la Scala de Milán. Pero además, hablar del étoile francés es un puente directo para llegar a la forma en la que ambos conocieron la obra de Rudolf Nureyev. “Durante el tiempo con Manuel tuvimos el privilegio de aprender la coreografía y el estilo de Nureyev directamente desde un alumno de Nureyev” -sigue Yakovleva-. Lo más desafiante en sus versiones es la cantidad de pasos. ¡Es mucho! No hay un momento en el que puedas pararte y tomar un respiro. En su versión de El Cascanueces, la pareja principal está presente desde el principio, en la escena de celebración navideña, hasta el final: por ejemplo, en el segundo acto, después del pas de deux, tengo 40 segundos para cambiarme de nuevo con el vestido de Clara. Muy diferente de las visiones tradicionales, aquí Drosselmayer -el tío de la joven protagonista- se transforma en el príncipe”.
Claro. Ese es el cambio determinante que introdujo Nureyev en el argumento de uno de los títulos más famosos del repertorio, el último de la trilogía de Tchaikovsky realizado en sociedad con Petipa-Ivanov (1892). Desde 1971, cuando la más rutilante estrella de la danza del siglo XX vino a montarlo y bailarlo con Olga Ferri y Norma Fontenla, ingresó en el repertorio del Teatro Colón esta pieza, la menos edulcorada y más oscura de todas las basadas en el cuento de E.T.A. Hoffmann. A partir de esta noche y por diez funciones con entradas agotadas, el Ballet Estable volverá a ponerlo en escena, con tres repartos de artistas de la casa que también asumirán los roles principales.
Detrás de esa modificación sustancial -decíamos: el desdoblamiento del padrino/príncipe, en un mismo intérprete- llega todo las demás: el aspecto “psicológico” con el que es reconocido mundialmente este ballet. “En Viena hemos tenido muchas producciones de Nureyev -retoma Dato-. Personalmente diría que sus versiones son las más difíciles, extremadamente desafiantes técnicamente -por el trabajo de partenaire, la resistencia y los pasos-, pero también muy interesantes psicológicamente”. En este sentido, el piamontés resume: “la coreografía de El Cascanueces de Nureyev es considerada como una de las versiones más profundas y psicológicas. Se centra en la figura de Clara y narra la evolución psicológica de esta pequeña que, en Nochebuena, juega, se divierte, y luego se duerme y se sumerge en un largo sueño. Creo que Nureyev interpretó este sueño como el despertar de la feminidad de la protagonista. Como artista, debo profundizar bastante en el personaje, ya que necesito tener un lenguaje corporal diferente cuando encarno a Drosselmeyer en comparación con el Príncipe. Es muy emocionante”, señala. “Clara sueña con Drosselmeyer, que es prácticamente su hombre ideal, pero aún no lo sabe. Soñando crece y se produce en ella la transformación que la convierte en mujer. Lo que me parece interesante es que, en su coreografía, Nureyev elimina ese mundo de garrapiñadas y caramelos, y las pesadillas que puede tener Clara, por ejemplo, con murciélagos, son transformadas casi por arte de magia por su príncipe y no son otras que su propio mundo. Cuando ella despierta, él ya no está, pero el regalo del cascanueces sí. Depende del espectador decidir si solo fue un sueño o si todo es verdad; lo cierto es que ella ha cambiado”.
Argentina, olé, olé, olé!
Es muy probable que también por razones extracurriculares, esta visita a Buenos Aires -la primera de sus carreras- vaya a ser inolvidable. Mientras en Europa caen sin artificio los copos de nieve que aquí son pura utilería, la experiencia calurosa que atraviesan no es únicamente cuestión del termómetro. Alojados a doscientos metros del Obelisco, en pleno Mundial de fútbol, la rusa y el italiano respiran un fervor que los hace sonreír con emojis en el chat que mantienen con LA NACION, entre ensayos y pruebas de vestuario. “Todos en el teatro son muy acogedores y cálidos”, coinciden.
“Desde el momento en que recibí la invitación para venir al Colón me sentí muy emocionado de poder visitar esta ciudad y bailar en este escenario absolutamente legendario, uno de los más hermosos del mundo -escribe Davide Dato-. Debo confesar que no olvidaré la sensación del primer día, cuando la luz se encendió sobre la sala: no hay palabras para la belleza que tenía frente a mis ojos. ¡El mismo día jugaba Argentina contra Croacia y ganó el partido! Se sentía como si afuera del teatro la gente estuviera volviéndose loca. Se nota la sangre caliente que tienen los argentinos. Eso es fantástico, porque estoy seguro de que el público también será muy cálido. Hay algo parecido a mi cultura italiana: un público cálido en el teatro y también loco por el fútbol”.
En el Teatro Colón suspendieron las actividades para este domingo, cuando se jugará la final del Mundial. Inicialmente, esa era la fecha del debut para la pareja invitada, que tiene ahora su única función el miércoles 21, a las 20. Con una agenda que no les da respiro, Dato y Yakovleva imaginan que podrán hacerse algunas horas para recorrer la ciudad. “Es fascinante conocer nuevos teatros y culturas, pero a menudo nuestro trabajo exige una cantidad tan intensa de trabajo y concentración que queda poco tiempo para divertirse o salir en plan turístico. Estoy seguro de que encontraré el tiempo, de lo contrario, definitivamente tendría la sensación de perderme demasiado”, evalúa el italiano. En su caso, lo bueno es saber que ya tiene fecha de regreso confirmada para el invierno 2023. “Estoy tan feliz de estar de vuelta para Windgames, de Patrick De Bana. La mayor parte de la pieza fue creada para el Ballet de la Ópera Estatal de Viena y me encantó hacerla. La forma única que tiene De Bana de resaltar la personalidad y el movimiento, como una expresión del propio mundo del bailarín, es muy fascinante. Me entrego y me dejo llevar totalmente a otro mundo, sin mencionar la increíble música del Concierto para violín de Tchaikovsky que siempre me pone la piel de gallina”.
Para agendar
El Ballet Estable del Teatro Colón, con dirección de Mario Galizzi, cierra su temporada 2022 con El Cascanueces, obra en dos actos con reposición coreográfica de Aleth Francillion. Son diez las funciones programadas, todas con entradas agotadas, con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y la participación del Coro de Niños del Teatro Colón. Los roles protagónicos estarán a cargo de tres parejas de la casa: Carla Vincelli (16, 20, 23, 28, 30), Ayelén Sánchez (17, 27), Rocío Agüero (22, 29) como Clarita y Juan Pablo Ledo (16,20, 23, 28, 30), Gerardo Wyss (17, 27) y Jiva Velázquez (22, 29) como Drosselmeyer/Príncipe. Los invitados María Yakovleva y Davide Dato se presentarán el miércoles 21, a las 20.
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