Natalia Osipova: “Temía que la gente no quisiera verme bailar, pero entendí que no importa el contexto de conflicto: el arte es arte”
La artista rusa, figura del Royal Ballet de Londres, donde vive desde hace una década, es una de las primeras bailarinas más aclamadas del mundo; se presentará por primera vez en el Teatro Colón hoy y el domingo, en el rol de Giselle
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Natalia Osipova se encuentra en Buenos Aires como figura invitada en el Teatro Colón, para hacer dos funciones de Giselle, esta noche y domingo el 17 de abril, junto al Ballet Estable. La megaestrella internacional nació en la capital rusa y allí comenzó a bailar a los cinco años: se formó en la Academia Coreográfica Estatal de Moscú y formó parte del cuerpo de baile del Bolshoi, donde hizo roles como principal en 2010. Trabajó también como primera bailarina en el Mikhailovsky y en el ABT de Nueva York, hasta que en 2013 se mudó a Inglaterra para unirse al Royal Ballet de Londres.
Osipova no reniega de sus raíces: aunque habla inglés, decide expresarse en su lengua. Paradojas de la globalización y las culturas que trascienden las fronteras y, sobre todo, la coyuntura, Anna, la intérprete de ruso que colaboró en la traducción de esta entrevista con LA NACION, resultó ser de origen ucraniano y se mostró conmovida frente a algunos dichos de la bailarina hacia el final de la charla. Después de una larga jornada sin dormir, entre el viaje en avión y el primer ensayo con la compañía, Osipova conversa amablemente sobre cómo afectan al mundo del ballet las nuevas tecnologías y los viejos conflictos de la humanidad.
–¿Cómo estuvo tu primer ensayo con el Ballet Estable?
–Me sentí muy bien a pesar del cansancio. El ambiente y la compañía son muy lindos. Me siento feliz de estar acá, tenía muchas ganas de bailar en el Teatro Colón.
–Pero no es la primera vez que estás en Buenos Aires.
–No, vine en 2011 para una Gala Internacional de Ballet, por un día o dos, pero no pude conocer nada de la ciudad. Sólo recuerdo el aeropuerto y el teatro.
–¿Llegás a conocer algo de las ciudades que visitás para bailar o vas del aeropuerto al teatro?
– Antes, cuando era joven [ahora tiene 35 años], únicamente me importaba la danza: llegar, bailar e irme. Pero ahora me gusta estar más tranquila y tomarme algunos días para ver museos y recorrer las ciudades. Esta vez en Buenos Aires va a ser distinta: tengo una lista enorme de lugares para recorrer y cosas que hacer que me armaron mis amigos. Así que entre la función del jueves y la del domingo, aprovecharé esos dos días libres. Y también para simplemente salir a caminar. Me impresionó Buenos Aires como una ciudad muy grande, las calles son muy anchas. Me siento muy pequeña en esta ciudad.
–¡Es que el Colón está junto a la 9 de julio, la avenida más ancha!
–Sí, lo noté. Creo que tardé dos o tres minutos para cruzarla [risas].
–Ya estuvieron circulando fragmentos de videos en las redes sociales de tus ensayos con el Ballet Estable. ¿Cómo es el trabajo con tu partenaire, el bailarín brasileño Daniel Camargo?
–Fue un encuentro muy bueno. Siento que todo va a salir muy bien. Nunca habíamos bailado juntos y es la primera vez que nos vemos en persona, pero hubo buena conexión.
– Sumarte a estas funciones también te resultó relativamente fácil porque en noviembre hiciste Giselle con el Royal Ballet en Londres. ¿Cómo encontrás la versión del coreógrafo argentino Gustavo Mollajoli que se hace acá?
–Me impresionó que el escenario del Colón sea tan grande. No estoy acostumbrada en los últimos años a bailar en escenarios así. ¡Son muchos metros! ¡Y hay mucha gente! La versión de Sir Peter Wrigth tiene menos cuerpo de baile y, además, Covent Garden es más pequeño y el público está mucho más cerca.
–Hablando de diferencias, ¿Cuáles son los desafíos en esos climas de los dos actos de Giselle?
–El primer acto está lleno de vida y es más teatral, hay mucha interacción entre los personajes y requiere un código más actoral. En cambio, el segundo está más centrado en el movimiento y requiere un lenguaje más técnico y, a la vez, más visual, más plástico. En el segundo acto, Giselle es un espíritu y eso debe quedar claro en cada gesto, cada mirada. No tiene que sobrar nada, son movimientos muy precisos [mientras lo explica, Osipova gesticula como el personaje: el cruce de los brazos, la languidez y una línea hacia el suelo desde el mentón].
–Además de bailarlo en los escenarios, te hiciste pionera en el nuevo mercado del arte al convertir un ballet del Siglo XIX en una obra de arte del Siglo XXI: el de 10 de diciembre de 2021 sacaron a subasta tres representaciones en formato de Token No Fungible (NTF) y entre ellos se encontraba un fragmento de Giselle. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Nos fue muy bien, hubo interés y pensamos seguir haciéndolo. La idea fue de mi marido [el coreógrafo Jason Kittelberger], que siempre está pendiente de las innovaciones. Yo no puedo explicarlo demasiado, pero sé que es algo así como las criptomonedas. Creo en el futuro todo va a ser en el mismo formato, el mundo va en esa dirección.
–¿Hubo más puja por Giselle que por las otras obras?
-–No, la que tuvo mejor resultado fue Left Behind, el dúo contemporáneo con música de Rachmaninoff en el que bailamos con Jason, que se vendió en 45 mil libras [casi 60 mil dólares]. Lo que quedó en posesión de los compradores fue un video, un activo digital único que es solamente para ellos, pero que después lo pueden vender en este mercado de arte tan específico.
–¿Cómo es tu vida en Londres? ¿Ya te sentís inglesa en algunas cosas?
–Hace casi diez años que estoy allí y lo siento como mi casa. Además, el mes próximo tendré pasaporte británico. Me siento muy cómoda, pero no tengo muchas costumbres inglesas. Lo que sí me gusta es desayunar en los pubs un sunday roast, que es un plato de carne asada, habitual en el brunch de los domingos. Pero como en Londres también hay muchos restaurantes rusos, me gusta hacer un poco de embajadora gastronómica y llevar a los amigos a cenar. Sobre todo, me gusta un plato el khachapuri, que proviene de Giorgia, que es como un pan relleno con un huevo cocido adentro.
–¿Qué es lo que más extrañás de tu casa cuando estás en gira?
–Extraño mucho a mis perros. Empecé sólo con dos, pero ahora tengo cinco; algunos los recogimos y cuidamos porque estaban enfermos y ya se quedaron con nosotros. Cuando viajo llamo constantemente para preguntar cómo siguen y verlos en videollamada.
–Hay muchos lugares comunes sobre el mundo del ballet como un lugar competitivo. ¿Cómo es tu relación con Marianela Núñez, la bailarina argentina que también es principal en el Royal?
–Muy buena. Hace poco estuve enferma de Covid por segunda vez y Marianela me reemplazó con mucho amor. Es imposible tener mala relación con gente tan fantástica.
–¿Te sentís totalmente recuperada del Covid?
–La primera vez la pasé realmente mal. Todas las noches me quería ir a internar al hospital porque sentía que me faltaba el aire y me dolía muchísimo el cuerpo. Pero la segunda vez ya fue más leve. Ahora me siento bien, pero como me bajaron las defensas, tomo vitaminas para que mi cuerpo se recupere del todo.
–Cuando regreses a Londres tenés el estreno de A Month in the Country, un ballet de Frederic Ashton con música de Chopin. Vi que tu rol también se llama Natalia.
–Sí, me gusta mucho esa obra, la bailé hace tres años y me divierte que el personaje se llame exactamente como yo, Natalia Petrovna: mi papá es Petrov, así que, por el patronímico, yo también soy Petrovna. Siempre hago el chiste de que Ashton creó el personaje pensando en mí, diez años antes de que yo naciera.
–Es el drama de una mujer casada que se enamora de otro hombre, muy lejos de las historias de princesas y fantasmas.
–Lo disfruto mucho, porque es la interpretación dramática de una mujer que es madre muy joven. Y luego se enamora del profesor de su hijo en un ataque de romanticismo y coquetería. Es muy divertido trabajar una cuerda más humana, en donde puedo jugar con la histeria y amplificar los gestos de otra manera.
–Todavía está disponible en algunas plataformas tu documental Fuerza de la naturaleza [está en alquiler en Marquee.tv, a 6,99 euros] ¿Tenés más proyectos de filmación?
–Por ahora no tengo ningún proyecto en ese sentido. Me gusta mucho más que se hagan filmaciones de los espectáculos y se puedan ver en los cines o las plataformas audiovisuales para que todo el público lo pueda ver.
–También estará disponible en una plataforma la grabación de la gala Dance for Ucrania, en la que participaste convocada por Alina Cojocaru para recaudar fondos ante la emergencia humanitaria en Ucrania.
–Fue un placer participar y estoy abierta a sumarme a cualquier otra propuesta en ese sentido. Estoy muy al tanto de lo que sucede en Ucrania. Ahora Londres abrió las puertas para los refugiados, si hubiera la necesidad, mi casa está abierta, lo puedo hacer.
–En este contexto tan difícil, quería pedirte tu opinión sobre unas declaraciones de Baryshnikov, que dijo: “No creo que sea correcto cargar el peso de las decisiones políticas de un país sobre las espaldas de los artistas”
–Pienso lo mismo. Porque yo no estoy de acuerdo con la política de Rusia. Y me duele lo que sucede con los artistas que le dedican mucho tiempo a prepararse para una actuación y no se pueden presentar.
–¿Sufriste alguna suspensión por este tema?
–Yo tengo planificadas varias galas en distintas ciudades del mundo y ya hubo algunas suspensiones. En Polonia, por ejemplo, no les importa cuál es la posición de los artistas al respecto ni si apoyan o no apoyan al gobierno de Putin. Pero por el momento no invitan a los artistas rusos. Sé que muchos me conocen como una bailarina rusa. Pero quienes saben de danza, entienden que ya pertenezco a otro mundo y estoy en Londres.
–¿Cómo sentís el clima en tus redes sociales? ¿Cambió la comunicación con tus seguidores desde que comenzó la guerra?
–Yo no recibo malos comentarios. Menos en Londres, donde no tengo ningún problema. Pero comprendo que la situación puede generar que alguien me diga algo, porque soy rusa. El mes pasado en el Royal Ballet hicimos El Lago de los cisnes. Y estuve muy preocupada por la respuesta del público. Justo antes de abrirse el telón habían tocado el himno ucraniano. Fue muy raro todo. Me sentí muy insegura antes de salir a escena, porque temía que la gente no me quisiera ver bailar, pero cuando entré al escenario me sentí abrazada con amor por el público. Y entendí que no importa el contexto de conflicto: el arte es arte.
PARA AGENDAR
Giselle, en versión de Gustavo Mollajoli, por el Ballet Estable del Teatro Colón, con dirección de Mario Galizzi, y la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, por Manuel Coves. Natalia Osipova bailará en el rol protagónico esta noche, a las 20, y el domingo, a las 17. Más funciones: el 16 (con Camila Bocca y Gerardo Wyss) y 19 de abril (despedida de Nadia Muzyca con Federico Fernández). En el marco del ciclo Colón para chicos habrá además presentaciones el 16 y 17, a las 11. Entradas desde $ 650. Más información, teatrocolon.org.ar
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