Murió una de las grandes renovadoras escénicas
Fue una gran influencia para el panorama local
La noticia dura dice que la coreógrafa alemana Pina Bausch, considerada una renovadora de la danza moderna, murió ayer, a los 68 años. Así lo informó el Wuppertal Tanztheater de Alemania, donde desarrollaba su tarea desde 1973. Hace apenas cinco días se le había diagnosticado un cáncer que resultó fulminante, agregaron los cables. El domingo de la semana pasada había actuado con su ensamble en la ópera de Wuppertal.
La otra cara de la noticia merece ser contada de otra manera. Más si se escribe desde Buenos Aires, ciudad inspiradora de su trabajo, y ciudad en la que dejó una impronta como ninguna otra figura de la danza en este último cuarto de siglo.
Tanto que cuando esta bailarina y coreógrafa presentó, en 1980, Cafe Müller (trabajo icónico de su extensa
producción) aquello fue un verdadero mazazo que dejó al público entre mudo, desconcertado y al borde de un fervor y un asombro que, casi, desconocíamos.
En la platea del Teatro San Martín estaban, lógicamente, bailarines y coreógrafos, muchos de los cuales habían participado de un workshop que había realizado días antes. Coherente con su propuesta, la sala también se llenó de directores, actores y artistas en general. La influencia en ellos fue (y es) vital en el desarrollo de la danza contemporánea local. Con su visita, hubo un antes. Hubo un después.
Tanta fue su influencia que superó el terreno de la danza. Entre los que observaban Cafe Müller estaba Guillermo Kuitca. Quedó tan deslumbrado que, años después, fue hasta Wuppertal. Llegó para la última función de Bandoneón, un trabajo que Pina había creado a partir de su visita a Buenos Aires. "Me preguntó si me quería sentar, pero yo le dije que no, y me quedé parado ahí, como diciendo: «No puedo creer lo que estoy viendo». Lo único que quería era irme o esconderme", dijo en un reportaje realizado por Graciela Speranza. La serie de pinturas Nadie olvida nada refleja ese asombro.
Bandoneón había nacido en un recorrido que la creadora realizó por La Boca y Dock Sud. Se estrenó aquí en 1994, otra vez en el San Martín y, otra vez, gracias a la gestión del Instituto Goethe. "Vi esos barcos exilados, esa atmósfera de la ciudad de los tangos y me emocionó profundamente", recordó en un documental filmado en esos días. Tanto Cafe Müller como Bandoneón transcurrían en escenarios vacíos, austeros, con mesas y sillas desparramadas por ahí. Las mismas sillas y mesas que evocó Kuitca. Las mismas sillas y mesas que abren la película Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar.
Con personal estilo, sus espectáculos hablan de la soledad en las ciudades en la sociedad de consumo, de la incomunicación en su plano más existencial, de la Alemania de la guerra, del mundo, de los vínculos. En su decodificación escénica, tendió lazos con la literatura, el teatro, el cine y las artes plásticas. "Es la creadora de una nueva orden religiosa", como dijo Fellini. "Una fuente de placer", como sostuvo Almodóvar.
La señora de la escena
"¿Si hago teatro o danza? Es una pregunta que no me planteo más", dijo a Le Monde quien era considera la máxima expresión del llamado danza-teatro, una manera de entender el hecho escénico desde una óptica compleja, abierta y no lineal. "No busco bailarines. Busco un ser humano que baile", acotó esa mujer de cara angulosa y mirada temerosa en un taller que dio en el San Martín. "A menudo siento miedo y no sé por qué; y no quiero tenerlo. Incluso cuando bailo me ocurre. Y como hablar me daba miedo, como nunca encontraba las palabras adecuadas, sentí que el movimiento era mi propio lenguaje", apuntó en una entrevista con La Nacion quien, a los 15 años, y para vencer ese miedo inexplicable, comenzó a bailar en la institución que había sentado las bases de la escuela expresionista con Mary Wigman, Dore Hoyer y Kurt Jooss. "Cuando me preguntan si he sido feliz, digo que lo que he sentido casi siempre son sentimientos encontrados", agregó a un diario chileno quien estaba casada con un chileno, padre de su hijo Salomon. "Me alegra no tener que preocuparme por el sello de neoexpresionista. De hecho, sólo he visto a Mary Wigman en algunas fotografías", reflexionó alguna vez sobre ese mote la gran dama de la danza contemporánea.
Pina Bausch completó su formación en la Juillard School de Nueva York. En 1962 volvió a Alemania para integrar el ballet que acababa de crear Jooss. A lo largo de su carrera recibió varios premios internacionales, como la Legión de Honor, de Francia, el León de Oro del Festival de Venecia, y el Laurence Olivier británico. Como directora del Wuppertal creó unas 40 piezas. En 1982, actuó en la película Y la nave va, de Federico Fellini. En 1990 dirigió su propia película.
Para el mundo de la danza y el teatro, la muerte de Pina Bausch es un claro signo de que el siglo XX ha llegado a su fin.
Visitante ilustre
- 1980. En su primera visita a Buenos Aires, Pina Bausch ofreció un workshop en el Teatro San Martín y, también, con la Wuppertaler Tanztheater, subió al escenario de la Sala Martín Coronado dos programas y cuatro obras: Segunda juventud, Café Müller, La consagración de la primavera y Lugar de contacto.
- 1994. También con su compañía, estrenó Bandoneón en el San Martín. También en ese octubre ofreció una charla en el Goethe Institut.
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