Mónica Fracchia en una remake de sí misma
La compañía Castadiva, que creó y dirige la coreógrafa, cumple 25 años; una celebración con la danza que se dará a partir de mañana en el Centro Cultural de la Cooperación
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“Seré una remake de mí misma”, dice Mónica Fracchia, mientras ajusta los preparativos de su inminente “fiesta con danza”, una celebración que tiene varias puntas y que se resolverá en el Centro Cultural de la Cooperación con el estreno de 25 años. Este título condensa un espectáculo que revive una pieza, y a algo más. Pero, además –y fundamentalmente-, señalizará un aniversario: como lo indica el título, Castadiva, la compañía que encabeza la coreógrafa, está cumpliendo su primer cuarto de siglo.
Más allá de lo estético, 25 años incluye otros componentes: involucra cuestiones históricas y afectivas inherentes a la danza contemporánea en la Argentina. Así, la antigua maestra de Fracchia, Ana María Stekelman intervendrá con una mini pieza de doce minutos que, como parte de la obra total, ostenta un subtítulo que le asigna la directora de la compañía: Coppelia 70. Consiste en una suerte de “solo enmarcado”, que Stekelman compuso sobre el cuerpo de su alumna que lo estrenó hace casi cuarenta y cinco años; ahora, cuando Fracchia ya ha cumplido 70, lo volverá a bailar.
Otros elencos, figuras que crecen
Habría que remontarse a los tiempos “heroicos” del Teatro General San Martín con sus elencos estables –los de teatro y de danza- de los años setenta, en plena dictadura del Proceso, para dimensionar el sustrato de este reencuentro de ambas coreógrafas en un mismo emprendimiento. En ese entonces la compañía oficial funcionaba como Grupo de Danza Contemporánea; lo dirigía Stekelman y en su seno revistaban Margarita Bali, Ana Deutsch, Mauricio Wainrot, Norma Binaghi, Liliana Sujoy, Alejandro Cervera, Liliana Toccacelli, Inés Vernengo… entre otros. Todos, talentosos y talentosas creadores que, a medida que se independizaban, comenzaban a construir sus trayectorias personales (algunos, como Wainrot y Cervera, ejercieron la dirección de ese elenco; a ellos hay que sumar, claro, a la directora actual del Ballet Contemporáneo, Andrea Chinetti).
Otra de las bailarinas destacadas de aquel núcleo fue Mónica Fracchia quien, en el rol epónimo, protagonizó la singular Coppelia “actualizada” que concibió Stekelman (secundada por aquel excepcional intérprete que fue Wainrot, además, en el rol de Coppelius). En 1988 Fracchia dio un salto temporario a Alemania, donde frecuentó las compañías –por entonces, líderes- de Pina Bausch y de Hans Kresnik. Regresó al año siguiente y, al final de ese 1989 el histórico director del Teatro, Kive Staiff, salió a escena para darle una emotiva despedida pública.
Fracchia tardaría varios años en armar su propia compañía independiente; en el ínterin montó una recodada pieza unipersonal basada en la serie de poemas de Liliana Lukin Malasartes. A partir de 1998, finalmente, surgió Castadiva y se consolidó como elenco regular con piezas de su fundadora, tales como 40 segundos de felicidad (2000) o Febo asoma (2004); de los espectáculos recientes, aun resuenan Les tambours du Bronx que sostuvieron los vigorosos desplazamientos de A mansalva, de 2019.
En el texto de un programa reciente de Castadiva hay una frase que es como una declaración de principios: “Subsistir a cualquier precio”. Está referido, sobre todo, a la difícil –y excepcional, en la Argentina- continuidad de una compañía independiente, a lo largo de veinticinco años. “Hay un momento en que los bailarines se van –observa la coreógrafa-, porque les aparece un ofrecimiento en una compañía oficial, con un sueldo y un seguro respaldo institucional.” Destellos de integrantes históricos de la primera hora de Castadiva, sin embargo, reaparecerán en el inicio de 25 años: varios exbailarines (veteranos, de entre 40 y 50 años) bailarán lo que la directora denomina “momento vintage” del espectáculo.
“Después de eso ‘me entran’ a mí –anticipa Fracchia- y me sientan en una silla; allí hago el solo de la minipieza de Ana, de unos doce minutos, algo que hice hace más de 40 años y que es una especie de remake de mí misma. Lo que sigue, la parte central de un programa de 50 minutos de duración –concluye la coreógrafa-, tiene más que ver con lo que hago ahora, un estilo que se ha ido delineando con los años y con mis gustos: ir de lo sublime al barro, y si es con humor, mejor.”
“Mónica Fracchia fue mi primera Coppelia”, evoca hoy Ana María Stekelman. “Digo ‘mi primera’ Coppelia, porque es un personaje que en mis obras trasmuta y adquiere otras apariencias y caracteres”, aclara. Y agrega: “Los personajes de Blade Runner, por ejemplo, en alguna medida, para mí son reencarnaciones de Coppelia. Yo parto de El hombre de arena, de Hoffman, reinterpretado por Freud, donde la muñeca se llama Olimpia. Así, en mis piezas la Coppelia original reapareció con distintos rasgos. Fracchia tenía el physique du rol, fue la Coppelia perfecta. Ahora, en un pantallazo de aquella creación, volverá a encarnarse durante diez minutos en su cuerpo”. Un cuerpo que –dato excepcional para una intérprete que asume ese rol- ya cumplió 70 años.
Por la confluencia de bailarines, coreógrafos y flashes de distintas épocas y generaciones, 25 años promete –cuanto menos- efectos de una especial vibración emocional.
Para agendar
25 años, concepción coreográfica y dirección de Mónica Fracchia, por la compañía Castadiva. A partir de mañana, los jueves, a las 20, en el Centro Cultural de la Cooperación, Avda. Corrientes 1543.
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