Mauro Bigonzetti: “Hay un fuego singular en esta compañía: una capacidad técnica formidable y, además, unas personalidades vigorosas”
El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín estrenará este viernes en el Coliseo “Cantata”, reconocida obra del coreógrafo italiano, uno de los más relevantes de la danza actual en Europa
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“Arrancar con esto es un regalo del cielo.” La frase, juntando las palmas como en una plegaria, la pronuncia Andrea Chinetti, directora del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, antes de comenzar el ensayo que conducirá el artista invitado: el italiano Mauro Bigonzetti, uno de los coreógrafos más relevantes de la danza actual en Europa. La directora redobla su entusiasmo con una expresión casi romántica: “Lo que este creador está generando es energía de amor”.
En el escenario de la sala Martín Coronado, Bigonzetti comienza a repasar con los bailarines algunos pasajes de la obra de su producción que dará a conocer en la Argentina, un título tan simple y elocuente como la sonoridad que invoca: Cantata. Estrenada en Lisboa en 2001, la pieza ha sido presentada y celebrada en múltiples ciudades del mundo, hasta convertirse en una suerte de “clásico” del repertorio contemporáneo. Su estreno está previsto para este viernes en el Teatro Coliseo, donde se realizarán dos funciones con músicos y voces en vivo, para luego pasar al San Martín, donde la compañía la mantendrá en escena (con música grabada) hasta fines de abril.
El emprendimiento es una coproducción del Teatro Coliseo -gestión de su titular, la lombarda Elisabetta Riva- y del Instituto Italiano de Cultura, que dirige la siciliana (palermitana) Donatella Cannova. La oportuna confluencia de ambas instituciones ya había demostrado su eficacia (con el apoyo, entonces, del Consulado de Italia) con Piazzolla Futuro, el espectáculo con que se cerró la temporada pasada del Coliseo.
Esa bella intensidad mediterránea
“Cada compañía a la que voy a montar una obra mía es un universo distinto”, reflexiona el versátil Bigonzetti, en un descanso del ensayo. El epíteto no es una gentileza hacia un artista huésped; las figuras y los giros que inventa en dúos y en tríos de Cantata revelan el inusual virtuosismo de este coreógrafo romano de (casi) 62 años, seguramente el más calificado de su país. “Cada grupo –sigue- tiene un alma propia, con su identidad cultural, social. Pero las que tengo más presentes son experiencias cercanas en el tiempo: en el New York City Ballet, donde monté cinco producciones, pero también en compañías (casi siempre, oficiales) de Brasil, de Chile y de Argentina. Aquí, en Buenos Aires, me siento como en familia.”
En el Ballet Contemporáneo del San Martín asegura haber encontrado “mucha humanidad, algo muy importante, más allá de la técnica”, algo que considera fundamental para transmitir “la bella intensidad mediterránea y salvaje que musicalmente rezuma esta pieza”. Algo que también experimentó en Ucrania (la invocación en el diálogo era inevitable, en este momento crucial). “Allí no hice un ballet –aclara- pero bailé y me sentí muy bien: la compañía ucraniana ‘me hace algo’. Tal vez porque soy un tipo ‘disponible’, abierto”.
-El Aterballetto, de Reggio Emilia, es una troupe conocida en Buenos Aires porque venía a menudo, con Amedeo Amodio a la cabeza. ¿Qué significa para vos esta compañía, en la que hiciste tus experiencias de iniciación y de la que llegaste a ser su director artístico?
-Es mi compañía de referencia. “Nací” en el Teatro dell’Opera di Roma, pero crecí en el Aterballetto, durante diez años, con la dirección de Amodio, hasta que pasé a dirigirlo yo. Dejé la dirección y me convertí en coreógrafo residente. Es mi compañía del cuore. Una experiencia única, de casi 30 años: es mi hogar.
-Se supone que tu experiencia al frente del Ballet del Teatro Alla Scala de Milán habrá sido muy distinta. Fue, creo, en 2016, cuando iniciaba su segundo período Riccardo Muti, quien doce años antes había tenido que renunciar por presiones sindicales. Y te pregunto porque se dice que trabajar en los grandes teatros oficiales no es un “partido” fácil de ganar…
-No, para nada. Alla Scala es uno de los teatros más bellos del mundo, pero muy difíciles para trabajar; hay que pensar que allí revistan más de mil personas, con mucha burocracia: se pierde el ojo creativo para atender y resolver problemas. La vena creativa acaba quemándose, y esto no pude permitírmelo. Por eso al cabo de un año abandoné la compañía. Pero sigo trabajando para ellos.
-¿Ahora?
-Sí, en noviembre hice cuatro ballets, el Proggetto Haendel, y en octubre uno más, en estreno mundial, titulado Madina, con la colaboración de mi fiel iluminador y escenógrafo, Carlo Cerri. En ambos casos, con Roberto Bolle, el primer bailarín de la compañía.
-A principios de siglo hiciste un Romeo y Julieta con la partitura de Prokofiev, como la mayoría de las otras versiones. ¿Hay alguna de las precedentes con la que te has sentido más afín?
-No. Mi versión es totalmente distinta de la de [Kenneth] McMillan y de la de [John] Cranko. Hay una, más interesante, de Oleg Vinogradov, hecha para el Teatro Maly, de San Petersburgo; el teatro, que tiene una hermosa compañía de ballet, ahora se llama Mijailovsky. Pero la mía tampoco se parece a la suya.
-Para tu pieza Alice, montada para la compañía Gauthier Dance, de Stuttgart, usaste una banda sonora original de Assurd, el mismo grupo cuya música ahora se escuchará en vivo en el Coliseo, acompañando Cantata. ¿Hay un parentesco estético entre esa música y tu danza?
-En Stuttgart trabajé con las dos compañías, el ballet oficial y la Gauthier Dance, y fue evidente que con Assurd tenemos mucha afinidad, porque amo la música popular de todo el mundo, músicas antiguas de raíces folklóricas o populares, esas que desafían a una búsqueda antropológica.
-Hasta no hace mucho, daba la impresión de que la danza contemporánea en Italia era un poco más “conservadora” que la alemana o, claro, que las americanas, la del norte y la latina. ¿Sigue siendo así?
-Ha evolucionado y se ha diversificado. Por ejemplo, está Monica Casadei, que estuvo en Alemania, en la compañía de Wuppertal, y ha tomado cosas de Pina [Bausch], con lo cual el resultado está más cerca de la danza teatro que de la danza contemporánea.
-En tu estilo como coreógrafo, ¿cuánto te ha quedado del neoclasicismo de Balanchine que bailabas en tu etapa juvenil?
-No sólo me ha quedado: para mí es mi maestro. En realidad, es el maestro de maestros, de [William] Forsythe, de [John] Neumeier… Es el maestro de todos, si bien algunos han desarrollado sutilmente sus principios, su musicalidad.
-En Cantata hay un dúo de mujeres de una sensualidad tan fuerte que asombra por la espontaneidad con que se expresan. ¿Ese erotismo es habitual en las celebraciones populares de esas regiones del Salento y otras culturas mediterráneas?
-[Ríe] ¡Me encanta que hayas notado! Sí, claro, la sensualidad está muy desarrollada en esa geografía, en el Salento, pero también en Nápoles y otras regiones del sur, de las que recogemos esas músicas y esos bailes. La sensualidad es la base de todo: es cuando un ser se pone en contacto con lo externo y, en particular, con el prójimo.
El ensayo concluye antes de lo previsto: hay que “poner” las luces que darán más vida aún a estas danzas meridionales, salvajes, antes de ser exhibidas en público. “Me gusta mucho trabajar con esta gente”, apunta Bigonzetti al bajar del escenario a la platea. “Hay un fuego singular –insiste-, en toda la compañía y en cada uno. Nunca me preocupa tanto la técnica sino la personalidad, pero estos chicos tienen las dos cosas, una capacidad técnica formidable y, además, personalidades individuales vigorosas.”
Era de rigor preguntar cuál sería la próxima “aventura Bigonzetti”. “Mirá, hace tres semanas hice una Carmen en el Teatro Regio de Parma y me esperan unas cuantas “aventuras”: proyectos en Alemania con la Gauthier Dance (¡una vez más!), con el Ballet Nacional de Portugal, otra en Florida, y también en Italia, con la M.M. Company, la formación piccola del Aterballetto, que pertenece a Reggio Emilia… Bueno para qué seguir.”
Para agendar
Las funciones del 11 y 12 de marzo en el Teatro Coliseo, con música en vivo, tienen entrada gratuita, y se retiran en la boletería (M. T. de Alvear 1125), a partir del miércoles 9, de 12 a 20 (máximo de cuatro entradas por persona). Luego, las presentaciones continuarán en la sala Martín Coronado en el Teatro San Martín, desde el 19 de marzo, los sábados y domingos, a las 15, y los martes y miércoles, a las 20, hasta el domingo 24 de abril. Localidades: $850 (platea) y $700 (pullman); martes (día popular): $450.
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