Más público, diversidad de lenguajes y algunas conquistas en el final del festival
Entre obras de pequeño formato y otras que coparon los grandes escenarios, el encuentro dedicado a las expresiones coreográficas contemporáneas convocó a 24.000 personas; balance de una bienal en movimiento
Anteanoche, con la función del espectáculo francés Gustavia en la sala mayor del Teatro San Martín, culminó la décima edición del Festival Buenos Aires Danza Contemporánea. La jornada inaugural de este encuentro, que dirige artísticamente la coreógrafa Roxana Grinstein, había sido en el Centro Cultural 25 de Mayo, de Villa Urquiza, con un obra homenaje a Noemí Lapsezon. Entre una acto y otro, durante los nueve días, el encuentro que organiza el Ministerio de Cultura porteño desplegó sus diversos formatos en 29 sedes salpicadas por la ciudad, con un abanico de actividades que incluyó montajes en barrios carenciados, circuitos sugeridos por distintas zonas, talleres, performances, instalaciones, obras de pequeño formato, reflexiones escénicas alrededor de figuras históricas, creadores emergentes y consagrados y espectáculos en grandes escenarios cerrados y al aire libre. De hecho, fue la primera vez que el Teatro Coliseo se sumó al festival. Allí, 1700 personas aplaudieron el domingo a la Compagnia Zappalà Danza.
Una capacidad similar tiene el auditorio de Parque Centenario. Allí, la noche anterior los bailarines de Coreomanía la rockearon frente a un público dispuesto al baile. Esa obra fue una de las 29 que formaron parte de la selección de piezas nacionales del festival, que incluyó cinco estrenos. Coreomanía es una creación de Josefina Gorostiza. Luego de esa función, la coreógrafa reflexionaba lo siguiente: "Me dejó pensando mucho en el trabajo que hacemos todos nosotros. En eso de sentir que no tenemos tanto público y, de golpe, sucede lo del sábado. Eso pasó solo en el marco de un festival".
La generación de nuevos públicos como la posibilidad para los creadores de foguearse en escenarios diferentes de los habituales es uno de los pilares del encuentro. Este año, según cifras oficiales, a las nueve jornadas asistieron 24.000 espectadores en las 143 actividades programadas que, como viene sucediendo, son con entrada gratuita. En la edición anterior del festival, hace dos años, habían sido diez los días, y el público había alcanzado 20.000 personas para las 117 actividades. Aquella vez se había hecho todo a las apuradas. Este año no. Ese tiempo de gestión permitió ampliar la base de acuerdos con otros organismos de fomento y con instituciones extranjeras.
Hay, sí, una coincidencia entre un año y otro: en ambas temporadas, Ciudanza, el otro festival del género que trabaja sobre los paisajes urbanos, perdió su continuidad.
Más allá del frío de los números, hay algo de celebración, de comunión de amigos, que se pone a prueba en este encuentro bienal.
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