Marianela Núñez y Alejandro Parente: el Teatro Colón, la intimidad de la cuarentena y una conexión que atraviesa el mundo
Empecemos por el final: Marianela Núñez y Alejandro Parente insisten en agradecer al Colón y a Paloma Herrera, la directora del Ballet Estable, por la transmisión que esta noche, a las 20, revivirá a La viuda alegre, la comedia danzada con la que él se retiró del teatro hace ya casi dos años. Esa noche de agosto de 2018 hubo burbujas de champagne en escena, entre los decorados de la Belle Époque, y más tarde el brindis se trasladó al Salón Dorado para despedir a un viejo amigo de la casa que se iba después de tres décadas de trabajo, pasión y complicidades. "En momentos como éste la gente necesita una sonrisa", dicen ahora, entre los dos, protagonistas de una historia de amor más allá de la ficción. Es por eso que tanto quieren agradecer esta función virtual y extraordinaria en la cuarentena: "Todos necesitamos dos o tres horas de algo tierno, para reír un rato". Con suerte, algún espectador tan alegre como Hanna, la flamante viuda en cuestión, se animará a un paso de cancán frente al sillón del living; más realista sería pensar que el sentimiento de aquella época optimista pueda contagiar un poco de satisfacción a través de la pantalla.
Normalmente nada de todo esto estaría pasando: ni la obra de Ronald Hynd volvería a verse ni Alejandro, ya dedicado por completo a la docencia, tendría que a pedirle por favor a su rodilla izquierda un último esfuerzo para que el Conde Danilo pueda subirse a la mesa de un salto. Marianela , bailarina principal del Royal Ballet de Londres –si fuera futbolista, no dudaríamos en calificarla de "barrilete cósmico" mientras los ingleses admiten que sí, que su arte es de otro planeta–, estaría yendo de su casa a Convent Garden, como hace más de veinte años. Y el Colón… también para el Teatro la historia sería diferente: habría dejado atrás la saga de funciones de Giselle con la que empezaba el año y la compañía estaría ya preparando los pasos de otra comedia, La Fille Mal Gardee, segundo título programado para esta temporada. Pero –ya sabemos– en el medio una peste peor que la que imaginaron muchas distopías paralizó al mundo, que ahora empieza muy de a poco a desperezarse, y dejó esta foto de hoy con todos haciendo el mejor esfuerzo por administrar la incertidumbre, la ansiedad, los compromisos y las responsabilidades. En septiembre, con la apertura de Ezeiza, los dos esperan estar de vuelta en Europa.
"Hace dos meses que estoy en una montaña rusa de emociones. Yo me iba a quedar en Londres, no pensaba venir. En un momento así, lo que menos quería era dejar mi hogar, cambiar de vida. Pero cuando empezaron a cerrar las fronteras sentí miedo: él estaba acá, en Buenos Aires, y mis padres y mis hermanos también. Así que conseguí tomar el último vuelo con la ayuda de la embajada de Argentina y llegué el 23 de marzo: el día de mi cumpleaños", cuenta Núñez del otro lado de la cámara en una videollamada. "Cerré la puerta preguntándome cuándo iba a volver y acá estoy".
Muy lentamente en el hemisferio norte comienza a descongelarse la cuarentena. En un año sin coronavirus, a esta altura los teatros estarían aminorando su ritmo para entrar en el receso de verano. Otra razón más para que en las ciudades donde los bailarines regresaron ya a las salas de ensayo en estos días –en Alemania o en Ucrania, por ejemplo– las decisiones se tomen con tiempo. "Obviamente las cosas van a volver en etapas. Me dicen: Quedate tranquila, que acá todavía no vamos a empezar. Es increíble cómo se ha manejado la Royal Opera House y el soporte emocional que nos ha dado; la compañía estuvo en permanente contacto, no solo con clases virtuales, sino con mails y llamados, poniendo a las diferentes áreas del teatro en conexión. Es una institución muy unificada y en una situación así los siento conmigo a diario".
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En la casa de Alejandro, en San Telmo, la luz de la mañana entra por la ventana y baña el comedor. Yoda, la étoile felina de la casa –hay también otros dos gatos, pero en Instagram la diva indiscutida es "Yodi"–, acaba de despertar a Luna, la hija menor de él. A pocos pasos de la mesa del desayuno se reconoce el pequeño espacio con vista a la calle que fue mutando a estudio de ballet. Primero vino la barra: un tubo plástico pintado de blanco que amuraron a la pared. "Me gusta que ya esté gastada por el uso, me conmueve. Se nota dónde va la mano izquierda y la derecha. Es el trabajo de las dos manos de Marianela". Después, consiguieron un vinilo de cocina que, desplegado al revés como una alfombra, resultó el tapete ideal sobre el cual bailar en puntas sin temer al resbalón.
–¿Hay una rutina de la cuarentena?
Parente: –Sí, hay una rutina complicada a veces con las ansiedades de cada uno. Mis viajes también se suspendieron y obviamente tengo muchas ganas de volver a la actividad, pero tomo las cosas como vienen.
–¿Ahora, en un rato, van a hacer una clase para Sudáfrica, por ejemplo?
Núñez: –Este tiempo fue una oportunidad increíble para conectarse con el mundo de la danza, con lugares que ya conocíamos y también con otros nuevos. Las clases virtuales y las redes nos mantienen muy ocupados, eso es una bendición. Hoy tenemos clase con el Joburg Ballet de Johannesburgo, algo muy lindo, que surgió porque antes de que se declarara la pandemia teníamos planes de viajar a Sudáfrica con Vadim [Muntagirov, su partenaire en el Royal]. Estábamos muy ilusionados, así que al comienzo de la cuarentena hicimos un contacto vía Zoom: Alejandro daba la clase, yo la seguía junto con los bailarines y después me hacían una entrevista. El tema es que fue un suceso y quedamos en hacerlo todos los jueves. De una manera parecida, también tuve entrevistas con la Royal School, con María Riccetto en la escuela del Sodre, y Ale da sus clases para la Ópera de Roma.
Instagram, el reality de los bailarines
27 de marzo. En un video con más de 42 mil reproducciones Marianela avanza con una secuencia de pasos y giros a través de los ambientes del departamento. Unos días después, ya sobre el piso de su nuevo templo, repite insistentemente pero con paciencia otro movimiento. Hay algo de registro de diario íntimo en los posteos de Instagram. Se lee en otra fecha: Un poco de ejercicios para mantenerme fuerte en punta. Estoy luchando especialmente con mi pierna derecha para controlar la caída, y mantener el talón bajo. Me hace consciente de lo que debo trabajar… Mis giros de quinta tampoco son geniales…". Más adelante, en una foto, su hermano la visita a distancia reglamentaria y le entrega en la puerta de calle un barbijo que cosieron especialmente para ella. Se lo prueba y se saca una selfie. En otra imagen lleva puesta una remera con las inscripción "Belive in your inner Marianela" (cree en tu interior).
–Hay cierto tono de reality en las redes de los bailarines en la cuarentena, donde lo profesional va dejando entrar cierta intimidad o instantáneas de la vida doméstica.
Núñez: –A mí realmente me gustan las redes si están bien usadas; si es coherente lo que uno comparte, me parece una manera increíble de conectarse con el público, con la gente del mundo del ballet. En mi caso la información que se publica la manejo yo y lo hago con cuidado; me encanta que conozcan cuáles son mis gustos, cómo es mi día a día. No lo hago para ver cuántos seguidores puedo tener. Se trata de compartir. Más en este momento que no estamos con funciones.
–¿Entre tanta hiperconexión tienen pequeños rituales para reconectarse con ustedes?
Parente: –Hice unas clases online de pedagogía con Néstor Assaf, sobre cómo se puede formar de muy chico a un bailarín, que me reencontraron con una danza muy básica, la de los primeros pasos. Comencé a hacer una dieta, lo que me puso en contacto con el cuerpo; y al final del día intento meditar. Es esencial volver al eje muchas veces cuando hay tantas demandas de afuera y de adentro.
–¿Qué creen que nos dejarán estas modalidades virtuales del arte? Tanto las pinturas de un museo, que desde casa podemos ver al detalle y hasta con lupa, como las funciones de teatro o danza que llegan a través de pantallas, transforman la experiencia y la obra.
Núñez: –Creo que puede ayudar mucho para atraer a un público más joven. En Londres lo ha demostrado la experiencia de transmitir las funciones de ballet en los cines, que se llenan. Para la gente que es un poco más temerosa de ir a un teatro de ópera o que cree que es caro, esto rompe barreras.
Parente: –Es otra la experiencia. Y es otra la obra. Con las redes sociales veíamos ya que se venía este mundo virtual. Yo me fui amigando de a poco; con mi psicóloga, por ejemplo, al final fui haciendo sesiones con la cámara encendida y la experiencia me sirvió: ahora que estoy dando clases por Zoom me doy cuenta de que si uno logra encontrar a la persona detrás de la pantalla, al alumno que te está mirando, encuentra también esa emoción aun sin el contacto físico que es tan esencial en la danza (y en la enseñanza). Si bien no lo puedo vivir como algo absolutamente real, hay sentimientos y miradas que te van conectando.
Núñez: –¿Cuándo fue que me largué a llorar el otro día? ¡Ah, sí!: en el momento después de la clase, cuando van apareciendo una por una las caras de los bailarines dando las gracias, antes de desconectarse. Con sus barritas en casa, en el living, en el cuarto. Es increíble cómo a través de la cámara se logra ese impacto.
–Me imagino que vieron la foto viral de un teatro en Alemania donde ya sacaron filas enteras de butacas, reduciendo drásticamente la platea. ¿Y si esa fuera la "nueva normalidad"?
–Ver un teatro así... Nosotros en la Royal Opera House tenemos una sala de dos mil y pico de butacas sold out en todas las funciones. Me causaría muchísima tristeza y sería un impacto económico para todos los teatros, pero te juro que en este momento doy lo que sea para volver a bailar de cualquier forma. Es un asunto delicado y el impacto es horrible de varias maneras. Pero estoy dispuesta a salir todo terreno para lo que pueda aportar al arte en este momento. Lo vamos a necesitar.
–No estaba en tus planes revivir la función de despedida del Colón, en público y para todo el mundo. ¿Cómo te hace sentir?
Parente: –Ojalá me hubieran visto bailar una década antes, no en HD y 4K [se ríe]. Tengo algún reparo sobre el primer acto, pero las veces que vi pedacitos de esta función de La viuda alegre, de alguna u otra manera, siempre me conmoví, y no me juzgo tanto. Por única vez, soy empático conmigo mismo. Creo que fue un buen cierre para mi carrera en el Teatro Colón y mi vida profesional cambió mucho desde entonces, así que también me da cierta vergüenza que lo vea mucha gente. Hay un primer solo que lo tuve que hacer pidiéndole por favor a mi rodilla izquierda. Se lo dije así: "Gracias por todos estos años, por pasar la operación de ligamentos cruzados, por volver. Es solo una vez más: saltamos arriba de la mesa y nos vamos". Recuerdo las conversaciones con mi rodilla en el camarín.
–Por primera vez en varios años no se hará tu gala solidaria en San Martín. También tenés agendadas las funciones de La Bayadera en el Teatro Colón.
Núñez: –La gala de San Martín no se hará, no. Llevo una agenda que hace diez años no para y está completa también para 2021. Pero tengo la esperanza de hacer La Bayadera, en diciembre, en el Colón. Por tres razones es especial: es un ballet que adoro, significa trabajar con Makarova en el estudio y traer finalmente a Vadim a bailar a la Argentina. Ojalá se dé.
PARA AGENDAR
- La viuda alegre. El domingo 31, a las 20, se transmitirá la función de la comedia que presentó el Ballet Estable del Colón en su temporada 2018 y que marcó la despedida del primer bailarín Alejandro Parente, junto a una de las estrellas máximas de la danza internacional, Marianela Núñez. En el canal de YouTube del Teatro, la página de Facebook y en el sitio culturaencasa del gobierno porteño (el video quedará disponible también posteriormente al "estreno").
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