Margarita Bali, la coreógrafa que construyó puentes desde la danza hacia otras disciplinas
Se podría decir que así como la bailarina y coreógrafa Margarita Bali tiende vínculos con otros lenguajes artísticos, en estos momentos sus movimientos pueden interpretarse como el cierre de diversas etapas de su producción. Por lo pronto, hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes, se proyectará Escaleras sin fin y se presentará el libro Universo Bali, un recorrido retrospectivo sobre su obra. Mientras tanto, ensaya una obra que estrenó hace más de 20 años. "Son días en los que no duermo", confiesa sin quejarse, porque sabe que no dormir es lo que la mantiene tan vital.
De esos nuevos desafíos habla con LA NACION en su taller en pleno corazón de Colegiales. En algún momento esta casa/jardín supo ser su hogar, pero fue tanta la cantidad de alumnos que la rondaban que tuvo que mudarse. En este lugar fue la primera vez que se dictó contact, técnica de danza que sigue marcando a las nuevas generaciones. También aquí funcionó una carrera de tres años que cursaron cinco generaciones de bailarines. Luego, cosas que pasan, vino una de las tantas crisis del país y esa realidad quedó trunca. También es cierto que ese período de esplendor coincidió con el momento más importante y de mayor cantidad de giras internacionales de Nucleodanza (1975-1998), el grupo que ella fundó e integró junto a Susana Tambutti.
En la escena contemporánea argentina Nucleodanza fue uno de los pocos grupos con años de trayectoria y semejante proyección internacional. El siguiente mojón habrá que encontrarlo en El Descueve (1990-2006) que, en esa especie de continuidad histórica en la cual ella oficia de puente generacional, Gustavo Lesgart, Mayra Bonard y María Ucedo, piezas fundantes de ese potente colectivo coreográfico que se llamó El Descueve, también pasaron por este lugar.
La casona es también una suerte de laboratorio, un lugar de constante prueba, un búnker de creación. En la construcción del fondo tiene armado un escenario en donde ensaya Doblar mujer por líneas de puntos, con la bailarina Gabriela Prado. Mientras tanto, ultima detalles de Escaleras sin fin, el trabajo inspirado en los dibujos de M. C. Escher (1898-1972), el señor de las escaleras que parecen no conducir a ninguna parte, acertijo visual de la cultura pop.
La trayectoria de Margarita Bali también tiene algo de esos senderos que van hacia distintas direcciones y que, observados en perspectiva, confluyen y constituyen su marca artística. Partiendo de la composición coreográfica hace videodanza, se cruza constantemente con las artes visuales y realiza propuestas instalativas en las que despliega una aguda lectura del espacio arquitectónico. En ese recorrido, cuando en 2005 el Festival Internacional de Buenos Aires presentó Pizzurno Pixelado fue su gesto artístico de mayor escala. Aquellas dos noches convirtió en escenario a la impactante fachada del Ministerio de Educación, sobre la que se mezclaban proyecciones con situaciones coreográficas en vivo. De paso fue el primer mapping que se realizó sobre un edificio histórico porteño.
Frente a tantos frentes abiertos, ella, tal vez por pereza, si tiene que completar la ficha de un trámite pone "coreógrafa"; nada de "artista multidisciplinaria". "Si bien entré en todas estas áreas, no pierdo el cuerpo. Hago videoinstalaciones proyectadas sobre objetos, esculturas, paredes o fachadas, pero el cuerpo humano en movimiento está siempre presente en mi producción y eso tiene que ver como mi formación. En Pizzurno Pixelado filmé a los bailarines ya sabiendo en qué parte de esa gran arquitectura iban a estar. Un artista visual habría hecho otra cosa, estoy segura, pero lo que yo hago tiene que ver con mi conocimiento coreográfico, con mi trayectoria", apunta esta señora de cálido hablar.
Es ella la que siempre edita sus trabajos. Le fascina sentarse en la computadora. El trabajo de edición, para alguien que también estudió cine, en ella tiene algo de composición coreográfica en vínculo constante con los compositores, con la imagen y con el entorno.
Esos distintos planos en diálogo prometen estar presentes en Escaleras sin fin, resultado de una beca que le permitió recientemente estar dos meses en la Universidad de Seattle subiendo y bajando escaleras de esa ciudad ondulada. Allí fue madurando esta obra en la que logró reunir a 25 bailarines, a los que fue filmando en distintas escaleras en tomas grupales e individuales. Acá, en su estudio, editó todo ese material en base a la música del compositor mexicano Carlos Sánchez Gutiérrez. Esa obra será la que se presente hoy, en el Bellas Artes. Luego de la proyección se presentará el libro editado por Alejandra Torres, que en casi 300 páginas reúne su prolífica y premiada producción artística. En ese volumen conviven textos de Rodrigo Alonso, Graciela Taquini, Susana Tambutti y Silvina Szperling. Tanto la proyección como la presentación no será en el Auditorio del MNBA, sino en la sala del primer piso. Bajarán un cuadro icónico de Antonio Berni para poder proyectar Escaleras sin fin. "La verdad es que me siento un poco rara con esa situación, pero fue así. De todos modos, es un honor estar en el Bellas Artes", dice tímidamente.
En el marco del próximo Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, el mes próximo, Bali presentará Doblar mujer por líneas de puntos. Como sucede con el libro, siente que ante esta invitación estará cerrando, o abriendo, otro recorrido. "Al principio la idea de reponerla me daba un poco de pereza. Pero con Gabriela Prado acordamos presentarla tal cual fue, como si fuera una pieza histórica de esta obra estrenada en 1995. Le estamos sumando una segunda parte en la que yo entro en diálogo con Gabriela, quien me cuestiona que en la actualidad no se baila así, que todo es menos formal. Pero, claro, los estilos cambian y eso siempre fue así", apunta.
Ese trabajo se estrenó en el Centro Cultural Recoleta y luego se programó en un ciclo de danza que se hacía en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. "Debo decir que, lamentablemente, ya no hay ciclos de ese tipo -apunta quien fue una de las impulsoras de la ley que implicó la creación de Prodanza, el organismo de fomento para la actividad coreográfica independiente-. En 1989 con Nucleodanza hicimos temporada en la Martín Coronado y llenábamos la sala. Es cierto que actualmente en el Teatro de la Ribera se están abriendo las puertas a los coreógrafos, pero es un lugar lejos del centro, no es tan fácil llegar. No es lo mismo que estar en la calle Corrientes en una sala que tiene público propio. Las autoridades de las salas públicas no terminan de comprender que deben permitir el crecimiento para que el coreógrafo que llegue a ocupar la Martín Coronado lo haga con dignidad. Hay que aprender, hay que equivocarse para poder llegar a un escenario de esas dimensiones y posibilidades".
Escaleras sin fin
de Margarita Bali
Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473
Hoy, a las 19. Entrada libre.