Malevo: conquistaron EE.UU bailando malambo en TV y recién ahora debutarán en la Argentina
Dirigida por Matías Jaime, la compañía de malambo llegó a las semifinales del famoso certamen televisivo America’s Got Talent y, curiosamente, se presenta por primera vez en la Argentina
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La compañía de danza Malevo dio su primer gran golpe en 2016 cuando el popular show televisivo America’s Got Talent, emitido por la NBC, la convocó para que participara en el certamen. A pesar de haber sido eliminado en semifinales, el grupo argentino fue considerado una auténtica revelación y no paró de cosechar elogios y ofertas de trabajo de ahí en adelante. Malevo ya estuvo en Canadá, México, Japón, Egipto, Francia, Rusia y Emiratos Árabes. Muchas veces en escenarios espectaculares o en grandes parques al aire libre. El Cirque du Soleil también puso el ojo en este proyecto argentino y lo sumó a una gala benéfica en Las Vegas. Y su creador, el coreógrafo y bailarín Matías Jaime, fue contratado para preparar algunas de las coreografías de los conciertos que Ricky Martin dio en 2017 en la célebre ciudad de los casinos del estado de Nevada.
Con todos esos antecedentes a cuestas, Malevo inició ahora un tour nacional que comenzó hace unos días en Tucumán, sigue en Buenos Aires con dos funciones en el Gran Rex (viernes 16 y sábado 17) y cierra en Rosario con otro par de fechas (viernes 23 y sábado 24 de julio). “La experiencia con Ricky Martin fue muy loca –cuenta Matías Jaime–. Yo ya había trabajado con Jamie King en ¡Q’Viva! The Chosen, un programa cazatalentos de Univisión que conducían Jennifer Lopez y Marc Anthony, pero nunca me imaginé que me podrían ofrecer algo así. La idea era incluir al malambo en un espectáculo de Ricky en el que también había tango aéreo y flamenco. Tuve que ir a Los Ángeles para una audición y fue difícil enseñarles todo a los bailarines en los diez ensayos que teníamos, sobre todo porque el malambo era una disciplina de la que tenían poco registro y mi inglés era bastante básico. Pero sentí una gran satisfacción porque después de pasar inadvertido para la mayor parte de la gente durante muchos años, el malambo empezó a despertar interés. Y eso se mantuvo hasta hoy: estamos programando para el año que viene shows en los Estados Unidos, España y Taiwán. Y antes esperamos poder hacer la temporada veraniega en Mar del Plata o Carlos Paz”.
El malambo es una danza folclórica tradicional que nació en la región pampeana en el siglo XVII y siempre fue monopolio de los varones. La música se toca con guitarra y bombo legüero, nunca hay letra y tampoco existen reglas para el zapateo. Cada una de las combinaciones de los movimientos básicos depende de la originalidad del bailarín que lo ejecute. “Yo personalmente me formé con grupos de baile y zapateo en mi barrio y después, cuando me sentí más seguro, ya me largué a probar a nivel competitivo –revela Jaime–. Tomé clases de danza clásica, contemporánea y aérea, de flamenco y de tap, pero nunca a nivel institucional, lo hice siempre de manera más independiente. También me ayudó mucho haber trabajado un buen tiempo con una compañía de tango. Me dedico a esto profesionalmente desde los 16 años”.
Efectivamente, Matías hizo su primera gira internacional con una compañía de tango, pero notó muy pronto que el malambo siempre llamaba la atención del público: “Me acuerdo de que en Italia la gente explotaba con el zapateo, aunque había ido a ver otra cosa. En aquel momento me era imposible vivir de eso, que era lo que me apasionaba. Recién después de unos años de trabajo intenso y de pasar por Stravaganza, con Flavio Mendoza, acá en la Argentina, pude dedicarme de lleno a mi propio proyecto, con mi criterio y mi búsqueda personal. Cuando trabajás para otro, seguís criterios ajenos, ya sea para bailar como para armar las coreografías”.
La creación de Malevo se originó inmediatamente después de un evento que incluía un show de tango y de malambo para público extranjero. “Yo estaba con Stravaganza y convoqué a un grupo de amigos para sacar adelante ese compromiso, y lo que hicimos gustó mucho, entonces entendí que había una oportunidad para empezar algo. Tardamos unos cinco meses para armarlo. Tuvimos la idea de definir una estética específica con las camperas de cuero, filmamos un video en una fábrica abandonada y después se dio muy pronto lo de America’s Got Talent, que es un concurso donde se presentan 50 mil aspirantes. Nosotros llegamos a la semifinal con un equipo de gente donde había chicos que para ganarse la vida trabajaban de carpinteros, albañiles o en una estación de servicio. Todo ocurrió muy rápido, fue como una película con final feliz”.
En la historia de Matías hay varias secuencias marcadas por la suerte y lo inesperado. Después de pasar por aquel programa que tenía como estrellas principales a Jennifer Lopez y Marc Anthony, este decidido emprendedor argentino tuvo que volver a su país “sin nada”, como él mismo describe dramáticamente, porque se le había vencido la visa para permanecer en los Estados Unidos. Viajó a Colombia con un amigo gracias a un programa de intercambio cultural y ahí se enteró de que Flavio Mendoza estaba haciendo audiciones y buscando atracciones para su espectáculo. “Yo estaba seguro de que si él nos veía, nos iba a contratar, aun cuando no sabía tanto de su compañía. Fuimos y nos hicieron esperar hasta el final. No nos querían dejar zapatear ni usar boleadoras porque querían cuidar el piso del salón donde se hacían las pruebas. Pero insistimos y terminamos ganando por cansancio. Fuimos los últimos de la audición, pero apenas nos vio Flavio nos dijo que le encantaba lo que hacíamos y que aunque no estaba buscando eso lo habíamos sorprendido tanto que quería tenernos en el show. Tuvimos un trabajo fijo gracias a la confianza de él, la verdad es que estoy muy agradecido por eso”.
Hoy en día, el malambo ya no es un exotismo. Jaime remarca que se ha desarrollado con un nivel parecido al del flamenco o del tap: “Tenemos una técnica, sabemos cómo progresar. En el pasado, la gente que trabajaba en el Lido de París o los gauchos más viejos se dedicaban más que nada al bombo y la boleadora. Nosotros introdujimos el zapateo como un ingrediente importante. Para aprender a usar el bombo y las boleadoras, que es la parte más circense del malambo, no tardás mucho si le ponés empeño. No es fácil porque exige ritmo y sincronización, pero tampoco es tan complicado como aprender a zapatear con el estilo que lo hacemos nosotros. Eso sí lleva años porque necesitás desarrollar una técnica que te permita evitar lastimarte los pies, tener la resistencia aeróbica suficiente y entrenar con el objetivo de no dañarte rodillas ni lumbares”.
Luego de su éxito en el exterior, Malevo tiene su prueba de fuego en Argentina, donde suele haber reticencias con los espectáculos considerados “for export”. Pero Matías siente que el trabajo de su compañía ha revalorizado el malambo internacionalmente y lo señala con orgullo: “Aparte de Gardel y Maradona, hoy también tenemos esta danza que nos identifica y que gusta mucho en otros países. El nuestro es un show muy argentino, se puede notar claramente su identidad. Nos gusta la fusión, usar un vestuario novedoso, ponerle al espectáculo algún tinte flamenco, pero la base no se pierde. Usamos bombacha de gaucho, rastra, corralera, sombrero y botas largas, y nuestro malambo es igual al original. Simplemente lo ajustamos para un show con algún color diferente muy sutil”.
En breve se lanzará también la compañía de mujeres Malevo, “que no es una imitación de lo que hacemos los hombres porque hay diferencias de potencia y dinámica que hay que tener en cuenta”, explica Jaime. Nosotros tampoco podemos hacer lo que están haciendo ellas para su show. Cada grupo tiene su estilo de acuerdo a las características de sus integrantes”.
Mientras hace planes y sueña con el crecimiento de lo que empezó como una aventura y hoy es una realidad concreta, palpable, Matías recuerda el origen de esta historia: “Cuando era chico yo hacía taekwondo porque mi abuelo me había llevado a clases ahí en el barrio donde crecí, en Lomas de Zamora. Yo estaba muy alejado de la danza y era muy tímido, pero como mis abuelos son santiagueños, de parte de mi papá, y santafesinos, de parte de mi mamá, cuando se iban de vacaciones me traían regalos de sus provincias. Tengo fotos de chiquito con un bombo legüero, por ejemplo, pero en ese entonces ni soñaba con dedicarme profesionalmente a lo que hago hoy. Veo esas fotos y me emociono porque creo que si mis abuelos me vieran zapatear, estarían muy pero muy orgullosos”.
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