"Macbeth no es un héroe ni un antihéroe: es un ser despreciable"
"Aunque la ambición adquiere formas más sutiles y sofisticadas en las sociedades de nuestro tiempo, la ferocidad y la brutalidad agazapadas dejan de esconderse y están listas para dar el zarpazo. El gran mecanismo del poder y la pesadilla del asesinato son la esencia de Macbeth. Matar. No se puede dejar de matar hasta la propia muerte", anota Alejandro Cervera.
En su versión de la tragedia hay batallas y un bosque con ramas que avanzan, cambios de vestuario en escena, un hombre que en tres minutos debe transformarse en fantasma, músicos en vivo y un truco con sangre que mantiene en alerta al equipo de limpieza del teatro. La obra que estrena mañana el Ballet Contemporáneo del San Martín tiene más la complejidad de una ópera que la de una obra de danza. Y es lógico: además de coreógrafo, Cervera es músico y régisseur. A pesar de su larga experiencia (o más bien por su alta exigencia), el hecho de que todo esté perfectamente calibrado todavía le quita el sueño en los días previos. Como el año pasado con El reñidero, ahora vuelve a acudir a una pieza de teatro, tamaño Shakespeare.
–¿Hay cosas que la experiencia no cura?
–Me dijeron lo mismo esta mañana: "¿Nervioso? Cómo vas a estar nervioso vos con tu experiencia". Uno siempre está inseguro. Es cierto que puede lidiar con estas cosas, pero hacer una obra es de un gran riesgo. Como a Eugenio Oneguin, a Macbeth nadie lo quiere, porque es un asesino, porque está carcomido por la ambición; es un personaje difícil, no es un héroe ni un antihéroe: es un ser un poco despreciable.
–¿Ella no es peor?
–Él tiene dudas, en el texto de Shakespeare, pero la que le pone las cosas en la cabeza es la mujer. "Si las Brujas te dijeron que vas a ser rey hay que apurar el destino, hay que matarlo". Y él va y lo hace.
–A propósito de esa escena, recién le decías a Lautaro Dolz, el bailarín que hace el protagónico en la función de estreno: "Cuando des ese paso, definís tu destino".
–Exacto. El rey está acostado en la cama de ellos, sobre una sábana, y él no ha entrado todavía. A partir de ahí no hay punto de regreso: cuando alguien mata de eso no se vuelve. Podrá arrepentirse, pero es como dice la gente: "A mi hija no me la devuelven". A pesar de todo, hay en la lectura que yo hago una especie de mirada más compasiva con él, que deja la espada y prácticamente se entrega al sablazo final que le da uno del pueblo. Y en Fleance, quien seguiría en el poder, un pequeño gesto: no se pone la corona, deja ese peso a un lado y avanza como un individuo libre.
–La búsqueda del poder por sí mismo tiene más de 400 años, como lo demuestra esta obra del 1606. ¿Querías tocar el tema o te atraía trabajar con el texto de Macbeth?
–Me pareció que algunos textos tenían que estar, el monólogo del puñal, por ejemplo, que me encanta: "¿Es un puñal eso que veo ante mí, con el mango hacia mi mano?" La idea de hacer Macbeth vino porque hace muchos años, cuando daba clases de música para bailarines, les pedí a los alumnos que trajeran objetos que produjeran distintos sonidos. Se me ocurrió proponerles que hiciéramos la música incidental de algunas escenas y entonces apareció Macbeth, justamente porque son batallas, porque tienen lo escabroso del asesinato, porque está la corte y uno supone que hay danzas. Hicimos el ejercicio y Ana Itelman me dijo: "Qué bueno, tendrías que hacer una obra".
–Esa es la prehistoria.
–Sí, después, en 2016, Patricia Sabbag me pidió una pieza para el Ballet Contemporáneo de Tucumán sobre el Bicentenario y le contraoferté un Macbeth. Así que esta obra que estrenamos ahora tiene la misma estructura, formato y secuencia de escenas, con algunos agregados. Y el San Martín tiene mayor cantidad de bailarines, unos bailarines divinos: dúctiles, formados, con apertura y capacidad de resolución.
–Más allá de lo técnico, ¿también para vos, que hacés tanto coreografía y régie, la obra es como una ópera?
–Tiene un lenguaje teatralísimo. Hay escenas muy bailadas y, sobre todo para los dos protagonistas, no es una obra que esté hecha con pasos de danza. No hay un vocabulario. Hacia el final más que coreografía hay instrucciones, caminos e intensidades. Un guión de movimiento.
–Y la historia es reconocible.
–Insistí para que en el programa de mano estuviera el argumento, porque me gusta que la gente que ve la obra entienda lo que está pasando.
–¿Sí? Hay opiniones encontradas con ese tema: algunos directores dicen, al revés, "que cada uno entienda lo que quiera"
–La obra tiene una factura muy clásica y tiene resortes de la ópera y de todo el ballet que vi desde muy chico, que es el ballet clásico, donde uno entiende perfectamente qué son los personajes, quién es Von Rothbart, quién es Odile y quién es Odette [se refiere a El lago de los cisnes]. Este no es un ballet simbólico, no es para nada una abstracción.
–Lo que sigue en la ruta es una nueva versión de Carmen para el Teatro Colón en 2020. ¿Qué podés decir ahora?
–Que me alegra que los coreógrafos argentinos podamos tener un lugar en el Colón. Lo conozco, conozco a sus bailarines y conozco muy bien la obra, que puse como régisseur el año pasado en Tucumán. Voy a trabajar con las situaciones de la ópera.
PARA AGENDAR
Macbeth, versión, coreografía y dirección de Alejandro Cervera. Desde el jueves 14, las funciones se ofrecerán los martes, a las 20, y los jueves, sábados y domingos, a las 15, en la Sala Martín Coronado, TGSM, Av. Corrientes 1530. Platea, $180. Pullman $140. Jueves $ 90. Espectáculo sugerido para mayores de 16 años. Por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, dirigido por Andrea Chinetti y Miguel Ángel Elías. En la función de mañana, Macbeth es Lautaro Dolz y Lady Macbeth, Carolina Capriati (segundo reparto: Rodrigo Etelechea y Eva Prediger; también Paula Ferraris hará Lady Macbeth).).
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