Los posibles
Brillante trabajo del coreógrafo Juan Onofri Barbato y el Grupo Km 29 en el Teatro Argentino de La Plata
LOS POSIBLES: GRUPO KM 29 / Intérpretes: Alejandro Alvarenga, Alfonso Baron, Daniel Leguizamon, Jonathan Carrasco, Jonathan Da Rosa, Lucas Araujo y Onofri Barbato (en reemplazo de Pablo "Kun" Castro) / Música original: Ramiro Cairo / Luces y escenografía: Matías Sendon / Asistencia general: Marina Sarmiento / Dirección general: Juan Onofri Barbato / Duración: 70 minutos / Sala: Teatro Argentino de La Plata / Funciones: hasta el viernes.
Nuestra opinión: muy buena
Los posibles -el espectáculo que acaba de estrenar el Grupo Km 29, en el Tacec de La Plata- se parece a la plaza Moreno de esa ciudad: irradia rayos. Así es que un trabajo nacido en el suburbio bonaerense transforma al mojón del kilómetro 29 en el punto 0, cuestionando la idea de margen y centro.
El coreógrafo Juan Onofri Barbato ( Taulet, FYZ ) comenzó a gestarlo hace más de un año junto con cinco adolescentes que viven en condiciones de una enorme fragilidad social en González Catán (ubicada justamente en el kilómetro 29 de la ruta 3). A ellos le sumó dos intérpretes profesionales. Esa es, en parte, una feta de esta historia.
Hay otras formas de contar de qué se trata esta maravillosa experiencia. Los posibles comienza con los intérpretes recorriendo el espacio escénico. Es más que eso: parecen polos magnéticos que, meticulosamente, buscan el equilibrio. Llegado el momento, se acercan al público. Uno, dos, tres. Los siete. Se paran próximos a la primera fila a observarnos/observarse de manera casi neutra. El hecho adquiere una extraña y contundente carga política. Un piercing por ahí, un tatuaje, un machucón, una gorra Nike, una venda. Varios de esos cuerpos son los mismos que, en otro contexto, causarían otro nervio. Ahora, no. Todo está puesto en la pura observación, en el reconocimiento, en el ejercicio de incorporar al otro.
De golpe, el estallido musical. Los siete salen eyectados hacia distintos puntos de ese sótano cuyo techo, bella paradoja, es el piso del escenario principal en donde se presentan propuestas escénicas tradicionales. Pero acá abajo hay otra realidad que entabla un peculiar diálogo con los ska ters que siempre rodean al Teatro Argentino como si fueran los (nuevos) fantasmas de una ópera urbana.
Acá abajo, los bailarines desprenden sensualidad. Onofri decide no destacar ninguna acción que subraye esa carga. A lo sumo, deja que fluya y, así, la transforma en una de las fuerzas omnipresentes de esta experiencia también definida por lo deportivo, por lo viril, por la necesidad de estos seres de vincularse con los otros y pertenecer a una tribu.
Cinco de los intérpretes son adolescentes sin formación coreográfica. Tienen cuerpos curtidos, cuerpos formados en medio de situaciones sociales adversas, cuerpos posibles. Junto a ellos, dos bailarines profesionales como complemento, como disparadores, como contenedores. Bajo la lógica que entablan, el contact se puede transformar en una formación de scrum y el break en un electrizante movimiento de karate cuyo andar no repara en convenciones. En sus recorridos, desprenden libertad. Tanta libertad contienen y transmiten que cuando a alguno de ellos le falta técnica (concepto que, en este caso, habría que cuestionar), pone verdad. Pura verdad escénica. Sucede en la escena final, sucede en la que uno de ellos baila con su sombra, sucede al escuchar la respiración agitada de un gran bailarín, sucede ante el movimiento de brazo de otro... Sucede. Se lo palpa. Toma cuerpo. Copa el espacio. Se expande. Contagia. Vibra. Emociona.
En una nota previa, Onofri sostuvo que a lo largo del proceso de investigación todo el tiempo el trabajo estuvo derrapando. En buena hora. El único mojón lamentable es que, horas antes del estreno, uno de ellos se quebró el brazo y el director debió salir a escena. Los siete magníficos creadores de este viaje se llaman Alejandro Alvarenga, Alfonso Barón, Daniel Leguizamón, Jonathan Carrasco, Jonathan Da Rosa, Lucas Araujo y Onofri (en lugar de Pablo "Kun" Castro, el accidentado). Hay dos más: Ramiro Cairo, el artista sonoro que, en vivo, realiza un soberbio trabajo musical, y Matías Sendón, el que desnudó al inmenso espacio dominado por el hormigón y que, como iluminador, propone sombras, texturas y tramas que encandilan. ¿El resto? La mágica puja entre lo denso y lo expansivo.
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