Los cuerpos
Una hipnótica oda al cuerpo
Los cuerpos / intérpretes: Ramiro Cortez y Federico Fraga / Vestuarista: Alejandro Mateo / Música: Martín Minervini / Asistente: Natalia López / Dirección: Ramiro Cortez y Federico Fontán / Duración: 60 minutos / Sala: El Portón de Sánchez / Nuestra opinión: muy buena
Los nombres de Federico Fontán y Ramiro Cortez, por ahora, quizá signifiquen poco en el mapa de la escena alternativa. Tienen 24 años. Son los que crearon, dirigen y le ponen el cuerpo a El cuerpo, uno de los siete espectáculos ganadores de la Bienal de Arte Joven. Es la primera obra que encaran como creadores, directores y protagonistas. Sin embargo, después de mucho tiempo de búsqueda e indagaciones, lo creado (lo evocado) lo llevan a fondo sin la necesidad de estar pendientes de ciertos manuales de estilo. Se jugaron por el suyo y eso, más allá de los resultados, siempre se agradece.
En los 50 o 60 minutos que dura la propuesta, se apropian del espacio escénico con personalidad, con energía y con una variedad de situaciones (o una única situación, poco importa la diferencia) que distancia y atrapa. Los cuerpos es el recorrido de dos hombres que despliegan una fisicalidad animal, primaria, instintiva, ritualista. Son dos y son uno. Y son dos (o uno) que se buscan, que se separan, que se seducen, que se provocan, que se abandonan, que se dejan llevar por un relato cargado de huellas. Los dos (o el único cuerpo que construyen entre ambos) se convierten en una gran fuerza centrífuga que expulsa signos violentos, primarios, sudorosos, jadeantes, vulnerables y eróticos.
Por momentos, la obra indaga en lugares oscuros de la condición humana (o humana/animal). Claro que esa oscuridad, en manos de dos cuerpos jóvenes (indisimulablemente jóvenes, cuerpos como sin heridas, cuerpos como sin marcas del paso del tiempo) genera un efecto extraño, inquietante.
En la creación de esta atmósfera tuvieron varios aliados: la música de Martín Minervi, los cortes abruptos, las luces de Paula Fraga, los silencios, las bellas máscaras de caballos, la respiración de ellos mismos, el vestuario de Alejandro Mateo. Cada uno de ellos oficia de extremidades de un cuerpo escénico de una poética visual de enorme riqueza.
Como bailarines, Ramiro Cortez y Federico Fontán tienen técnica (vienen del Taller de Danza Contemporánea del San Martín). Pero la técnica es eso: técnica. La obra que presentan en El Portón de Sánchez no se queda ahí. De hecho, se la pasa transitando por estados alterados mientras construye un ritual desbocado e íntimo. Como espectáculo, Los cuerpos merecería no pasar inadvertido.
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