Teatro Colón: Zubin Mehta, Martha Argerich, Simon Rattle y Misty Copeland vendrán el próximo año
Esta tarde de mucho sol sirvió de marco para la presentación oficial de la nueva temporada del Teatro Colón . En la Plaza Lavalle, la directora general del Teatro, María Victoria Alcaraz, afirmó que entre sus objetivos, además de buscar la diversidad y la excelencia, y formar alumnos a través del Instituto Superior de Arte, estaba sumar nuevos públicos. "Estamos poniendo mucho esmero en desplegar la mayor cantidad de herramientas para lograr que más personas puedan disfrutar del Colón y que éste salga a la Ciudad, al país y al mundo. No solo llevando producciones, sino también artísticamente: fuimos invitados junto a la orquesta, el coro y un equipo escenotécnico a abrir la temporada lírica en el Teatro Muscat de Omán", explicó.
Acompañándola en esta breve conferencia, antes de pasar al Salón Dorado estuvieron el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta , y el ministro de Cultura, Enrique Avogadro, quienes hicieron énfasis en que parte central de su visión es lograr que Buenos Aires se convierta en el centro cultural de toda América Latina, visión dentro de la cual el Colón es parte fundamental. Enrique Diemecke, quien además de ser el director musical de la Orquesta Filarmónica es también el director general artístico y de producción, fue quien detalló la temporada y sus números: ocho títulos líricos, tres óperas de cámara, seis títulos de ballet, 18 conciertos de la Filarmónica, tres conciertos sinfónico-corales, un ciclo de estrellas internacionales y todo lo que prepara el CETC. Al final, despertó sonrisas el acuerdo para presentar Disney en concierto por primera vez en América Latina.
Todo hacía suponer que las difíciles peripecias económicas del año que termina y la fuerte devaluación influirían negativamente en la temporada 2019 del Teatro Colón, y esto, por lo menos, por dos razones: el ajuste en el Estado y los precios dolarizados de los artistas extranjeros. Esa presunción no parece haberse cumplido. Una programación que incluye a Zubin Mehta, Martha Argerich, Simon Rattle, John Elliot Gardiner, Anne-Sophie Mutter, Thomas Hampson y Hélène Grimaud da la impresión de haber sido inmune a las depreciaciones. En cambio, más austeras, en términos de aventura artística, resultan las temporadas lírica y la de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, un poco en línea con la idea de no alejarse demasiado del corazón del repertorio. Hay además una ausencia llamativa: la del Festival Barenboim, que este año no estará, o por lo menos no en el Colón.
En el caso de la ópera, serán en total ocho títulos, que ascienden a doce si se suman los tres de la Ópera de Cámara y, uno de los highlights, El baile, la pieza del argentino Oscar Strasnoy que se verá en versión de concierto en el abono de la Filarmónica de Buenos Aires con las ilustraciones que Hermenegildo Sábat imaginó para una puesta en París. Bien en sintonía con el apego a la tradición, la temporada lírica empezará, el 12 de marzo, con Rigoletto, de Verdi, con dirección musical de Maurizio Benini, y Fabián Veloz, Pavel Valuzhin, Ekaterina Siurina, Goderdzi Janelidze y Guadalupe Barrientos en los papeles principales. Le seguirá, en mayo, el estreno local de Un tranvía llamado Deseo, la obra de André Previn sobre la pieza más emblemática de Tennessee Williams, con dirección musical de David Brophy y Daniela Tabernig en le papel de Blanche Dubois.
Julio deparará otro título seguro, Turandot, de Puccini, con le reposición de la puesta de Roberto Oswald. Ese mismo mes subirá Ariadna en Naxos, de Richard Strauss, que marcará además el regreso del director Alejo Pérez, después de su inolvidable versión de El caballero de la rosa, en 2017. En agosto podrá verse L’incoronazione di Poppea, de Claudio Monteverdi, a cargo del Ensemble Matheus, con Jean-Christophe Spinosi como director invitado. Don Pasquale, de Donizetti, llegará en septiembre en una nueva producción del Colón, que tendrá puesta de Favio Sparvoli y dirección musical de Srba Dinic.
Como una manera de completar los éxitos probados, el cierre del año será (en noviembre) con Orfeo y Eurídice, de Gluck, con Daniel Taylor, Marisú Pavón y Ellen Mc Ateer, como los tres protagonistas, y Los cuentos de Hoffmann, en una nueva producción del teatro a cargo de Eugenio Zanetti para conmemorar los 200 años de Jacques Offenbach.
Pero el punto más fuerte de la temporada es sin vueltas el abono de Grandes Intérpretes Internacionales. En mayo (18 y 19), vendrá Simon Rattle al frente de la London Symphony Orchestra para hacer un programa doble con la Sinfonía da Requiem, Op. 20, de Benjamin Britten, y la Quinta sinfonía, de Mahler, por un lado, y, por el otro, las Danzas eslavas 1, 2, 3, 4, 7, de Antonin Dvorák, y la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz, en conmemoración del 150º aniversario del compositor. En junio, otra estrella del momento, la mezzo Elina Garanca, presentará con la Filarmónica un programa con piezas de Glinka, Chaikovski, Saint-Saëns y Bizet.
El mes siguiente (27, 28 y 30 de julio) actuará la Orquesta Filarmónica de Israel con Zubin Mehta, y la gran novedad es que en el primero de los conciertos estará Martha Argerich como solista; en este sentido, no es una sorpresa que el programa no esté todavía confirmado. En agosto será el turno de la soprano rusa Aida Garifullina, y en octubre habrá más voces, porque el barítono Thomas Hampson y el bajo Luca Pisaroni harán No Tenors Allowed, una selección de arias de ópera y de canciones.
La violinista Anne-Sophie Mutter llegará en noviembre para hacer piezas de Bach, Vivaldi y Mendelssohn, mientras que el cierre será, ese mismo mes, con la agrupación English Baroque Soloists y el Monteverdi Choir, con dirección de John Elliot Gardiner y un programa excepcional: Messa a 4 voci da cappella, SV 190, de Monteverdi; Stabat Mater, de Domenico Scarlatti; Hear My Prayer, O Lord, Z.15 y Jehova, quam multi sunt hostes, Z.135, de Henry Purcell, y Jephte, de Giacomo Carissimi.
La temporada de la OFBA se sumará a los homenajes a Berlioz y Offenbach y tendrá algunos solistas de lujo, como la pianista Grimaud, que, en diciembre, hará el Concierto en sol, de Maurice Ravel. Otro pianista, Horacio Lavandera, ofrecerá el Primer concierto, de Franz Liszt.
Además de participar en El baile, de Strasnoy, el programa Colón Contemporáneo presentará en mayo obras para cuerdas y percusión de Beat Furrer y de George Friedrich Haas, recordado por su obra maestra In Vain; en octubre, el dúo de pianos de Katia y Marielle Labèque harán un programa íntegramente minimalista. Furrer estará también en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), que tendrá varios programas de residencia para agrupaciones e intersecciones con la danza y las artes visuales, como el Proyecto Le Parc (en agosto) y el Proyecto Mondongo (en octubre).
Vale la pena, como otras veces, volver a recordar la frase del historiador William Weber a propósito de la escena musical del siglo XIX: "Diseñar una programación implica una serie de acuerdos entre públicos, músicos, gustos y, por extensión, fuerzas sociales". En todo acuerdo, alguien gana y alguien pierde, y algo se gana y algo se pierde, y no hay nada que lamentar. Esta vez, los nombres propios (enormes todos ellos) parecen haberse impuesto sobre la aventura.
Misty Copeland y una programación de clásicos
Clásica por donde se la mire, sin arriesgar en los títulos, pero con interesantes versiones y algún que otro "atrevimiento" en la selección de invitados (que más que un puñado de figuras es, prácticamente, polvo de estrellas), 2019 será el tercer año de Paloma Herrera al frente del Ballet Estable del Teatro Colón . Sus planes traen un programa más que el año anterior (ahora son seis) y continuará lentamente, pero sin ceder, en la vital misión de sumar cantidad de funciones para la compañía: a las 46 de los abonos hay que agregarles una decena del ciclo para escuelas, algunas presentaciones fuera de sede (de hecho, comenzarán el año con tres shows en Parque Centenario) y las giras, que si bien están en carpeta aún no se pueden confirmar.
Tras la muerte del coreógrafo Zarko Prebil en junio de 2016, era hora de que llegara al escenario del Colón otro Don Quijote de calidad. Así es que la temporada abrirá por todo lo alto con la versión de Vladimir Vasiliev, remontada por él mismo a los 78 años (quien, casualmente, estrenó en Buenos Aires aquella emblemática puesta en 1980), y con un invitado que está en la cresta de la ola: Isaac Hernández. El mexicano es hoy el mejor bailarín del mundo según el Benois de la Danse, primera figura en el English National Ballet y gran referente de la cultura de su país. Bellísima, Evgenia Obraztsova, del Bolshoi, encarnará a Kitri.
Luego de la reposición de El corsario, en mayo –un título que vimos ya este año–, en junio regresará al calendario la "Noche clásica y contemporánea", un triple bill que combinará el Allegro Brillante de Chaikovski-Balanchine y Fancy Free de Berenstein-Robbins, con Clear, coreografía del australiano Stanton Welch (director del Ballet de Houston) de la que habrá un aperitivo en marzo al aire libre.
Brillante como el astro en que se convirtió será el desembarco de Misty Copeland, en agosto, para hacer La Sylphide, de Pierre Lacotte. La bailarina estadounidense, cuya historia personal y profesional la hizo un personaje muy popular (es la primera afroamericana en convertirse en primera bailarina en el American Ballet de Nueva York), se presentará con su compañero del ABT, el argentino Herman Cornejo, que afianza así sus lazos con el Estable.
Como Coppelia en 2018, La Cenicienta es el título pensado para llevar a toda la familia al ballet en la próxima temporada. Puede resultar controvertida la decisión de invitar al bailarín Marcelo Gomes (Manaos, 1979) para el elegante rol de Príncipe después de un año en el que formó parte de la ola de denuncias por conductas sexuales inapropiadas en el mundo clásico, un caso que le costó su puesto de principal en el ABT. Cierto es también que Gomes, un nombre complicado pero importante, no detuvo su carrera y en virtud de invitaciones como esta que ahora le cursa Herrera –con el visto bueno del Colón– el brasileño continuó demostrando su talento en escena.
Con una nueva producción de escenografía y vestuario que trabajarán los talleres de la casa, diciembre no tendrá su Cascanueces navideño, sino un remozado Lago de los cisnes, según Mario Galizzi; diez funciones para que se luzcan por completo repartos locales, con bailarines del Estable. Justamente se considera que este clásico de clásicos permite medir el nivel de una compañía.
Un buen balance tiene drama y comedia, técnica y títulos para grandes y para chicos. Ése es el pensamiento que más de una vez ha dejado traslucir Herrera, que basada en esa receta y en obras inoxidables se asegurará seguir colgando a fin de año el cartelito de "sold out". No es poco para la historia reciente del Ballet del Teatro Colón.
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