LONDRES.- Figura estilizada, cintas de fisioterapia en las pantorrillas, vestido de encaje color crema, sandalias chatas y chaqueta de cuero negra. Lauren Cuthbertson, bailarina principal del Royal Ballet de Londres, llega a la entrevista corriendo entre los trámites de su visa y el ensayo de Mayerling, título que abrirá la temporada de la compañía británica en octubre.
Hoy estará volando a Buenos Aires para acompañar a Iñaki Urlezaga en Romeo y Julieta, la despedida del bailarín argentino que fue estrella del Royal, entre1995 y 2005, con el Ballet Estable del Teatro Colón, en las funciones del 19 y 23 de este mes. Viene de un agitadísimo verano bailando en Grecia, Tokyo, Nueva York, México... Si fuera por ella, ya estaría ensayando en Buenos Aires y no puede esperar para debutar en suelo argentino. "Estoy muy entusiasmada, pero no quiero crearme expectativas, quiero llegar y absorber todo", dice a LA NACION animadamente. "Hay una belleza especial en descubrir el viaje en que uno se embarca y dejarse sorprender por encuentros y cosas espontáneamente porque enriquece".
Esta invitación es un sueño hecho realidad para Cuthbertson, que sabe de la reputación del teatro, del ballet y su dirección, a pesar de no conocer a Paloma Herrera en persona. "Recuerdo quedar extasiada viéndola en video, en una gala del ABT, donde hacía unos fouettés increíbles; todo esto es un honor para mí".
Con 34 años de edad y 10 como principal en el Royal Ballet en esta temporada (hará La Bayadera, Symphony in C, The Concert, y debutará en el Don Quijote de Carlos Acosta), Cuthbertson comenzó a estudiar en el Royal Ballet a los 8 años, de forma remota, en su Devon natal, al sudoeste de Inglaterra. "Era muy hiperactiva y traviesa, y mamá quería inculcarme disciplina y buena postura. Pasábamos bastante tiempo en la carnicería de papá o en la playa. Me llevó a las clases a los 4 años, también, para socializar", recuerda. Proviene de una familia de clase social trabajadora, de una zona rural, y cuenta que se siente más confortable con esa raíz más original de su vida, aunque disfrute sin culpas del glamour que acompaña su carrera y de los pequeños lujos que puede darse hoy.
"Me encantaba lo que hacía en clase, no sabía mucho qué era el ballet, recién vi una obra completa por primera vez a los 13 o 14 años. La danza era para mí algo que se hacía, no que se miraba –recuerda–. Mi maestra sugirió que rindiera los exámenes para entrar a White Lodge, la escuela del Royal en Richmond, donde hice la carrera de danza pupila. Allí estudiábamos la escuela normal también y, como mis padres no tenían siempre dinero para llevarme a casa los fines de semana, me adueñaba de un salón y practicaba piruetas hasta marearme, para que me salieran bien", confiesa entre risas.
Cuthbertson es franca y expresiva. Imposible no prendarse de sus historias. Fue en White Lodge donde estudió a Shakespeare en las clases de literatura y eso la ayudó a entender el drama de los amantes de Verona con mayor profundidad. "Aprender cualquier rol implica adentrarse en la narrativa y, luego, en la búsqueda e investigación para crearlo en escena", considera. "Shakespeare no son sólo palabras, es mucho más de lo que escribió, es muy poderoso".
Su debut en el rol de Julieta fue a los 19 años; casualmente fue su primer protagónico, sin ser primera bailarina. Había ingresado en el Royal Ballet tras graduarse de la Upper School, a los 18. "Creo que todos alrededor mío estaban más nerviosos que yo. Era un gran paso para mí, sin embargo yo lo sentía correcto, orgánico. Tal vez fui ingenua, pero resultó una bendición escondida, porque cuando crecés este papel conlleva un nivel de expectativa por parte del público que agrega presión. Si hubiese sido consciente de ello, habría sido más difícil", analiza. "Me emociona pensar lo que vive Julieta. Significa mucho para mí en el escenario, es casi como un acto sagrado hacer este ballet. Y trabajo mucho para proyectar las emociones correctas. Siempre me digo: si consigo trascender o conmover a mis coaches cuando me están viendo y creen en mi Julieta, estoy bien. Por otro lado, debo haber escuchado la partitura de Prokofiev, mi favorita, un millón de veces". A menudo le da una pasada a todo el ballet en mitad de la noche cuando hay silencio; está oscuro y nada la distrae. Entonces, escucha la música en la cama, porque ese ejercicio imaginario la ayuda mucho.
El perfume de la danza
Recientemente, Cuthbertson comenzó a trabajar con aromas para entrar en personaje. "Para Julieta tengo cinco; siendo la inocencia su característica principal, ella va recorriendo etapas y yo tengo una esencia para cada momento. La que uso en la escena del balcón y de la boda son muy agradables y distintas", confiesa. Los aromas pueden estar relacionados con una parte del personaje que le cuesta acceder o con un cierto lugar en el que debe estar. "Tengo una fragancia muy potente que uso en la escena de la tumba cuando despierto, me hace sentir que estoy de verdad en una cripta porque huele húmedo, oscuro, a muerte y musgo, no es un olor placentero, pero me sirve".
Su interés en la perfumería viene de pequeña. Su madre conocía esta sensibilidad y le regaló su primer frasco de Elizabeth Arden, Sunflowers, a los 11 años. Pero una vez haciendo de hada en La Bella Durmiente, encontró que el perfume que usaba, DKNY Sport, era inapropiado para bendecir a Aurora con la bondad. Lo que la llevó a no usar más perfume por un tiempo. Durante su pesquisa para El lago de los cisnes, se preguntó qué fragancia usaría Odette y cuál Odile, y qué aromas las rodearían; igual pasó con Manon y La bayadera. Comenzó a peregrinar para encontrar los aromas apropiados en su tiempo libre. A punto tal que comenzó a crear sus propias esencias con un maestro perfumero. Hoy son parte de su canasta esencial en el backstage, junto al costurero, cintas, puntas, pañuelos y brillo para retoques. Aunque aclara que su desempeño no se ve afectado si no las usa. "No soy supersticiosa".
Según el editor de la revista Dancing Times, Jonathan Gray, Lauren Cuthbertson es "el ejemplo clásico de la bailarina británica. Combina grandes dotes dramáticas con impecable técnica, sin caer en estridencias, y a la vez es versátil para afrontar todo tipo de estilos y coreógrafos, encontrándose en el pico de su carrera. Es especialmente versada en el repertorio MacMillan y hace una gran Julieta", sentencia. La bailarina, cuyo repertorio es muy amplio, comenzó a ser más reconocida internacionalmente al ser elegida para estrenar ballets completos como Alicia en el País de las Maravillas (2011) y The Winter’s Tale (2016), ambos de Christopher Wheeldon; o para estrenar los más modernistas trabajos Chroma, Infra y Multiverse de Wayne McGregor, coreógrafo residente de la compañía, que llevó a los bailarines a moverse como nunca antes.
Su facciones delicadas son típicas de lo que aquí llaman una "English rose" o rosa inglesa: piel clarísima, ojos celestes, cabello castaño en un carré cortado al mentón. Wheeldon quería una bailarina que resumiera el perfil inglés para su exitosa reinterpretación coreográfica de una historia también muy inglesa. "Alicia" marcó el regreso de Cuthbertson al escenario de la Royal Opera House tras una larga enfermedad que la hizo perder una temporada entera y atravesar una lenta y pausada recuperación.En el 2009, a los 25 años, y cuando suponía que todo iba a su favor comenzó a debilitarse dramáticamente al punto de no poder moverse. Fue una combinación de fiebre glandular y síndrome de fatiga crónica (encefalomielitis miálgica). Un gesto trágico y ojos vidriosos por el doloroso recuerdo de lo que consideró un bajón en su carrera, transforman su rostro. "Cambió mi vida totalmente y me siento agradecida porque no todo el mundo se recupera –dice con voz quebrada–. No sabía dónde estaba ni qué día era al despertar. No podía caminar ni tenía voluntad de bailar, la fatiga se había adueñado de mi cuerpo y mi cerebro," recuerda, conteniendo el llanto. "Pasaba largas horas durmiendo, tuve que esperar a recuperarme un poco para poder instalarme en casa de mis padres, en Devon, porque necesitaba cuidado 24 horas", expresa con tristeza. Fue como si nubes gruesas y apretadas se expandieran dentro del cuerpo ocupando todo. Con el espacio y comprensión que el Royal Ballet y Monica Mason, entonces directora de la compañía, me brindaron para sanar, pude recuperarme y volver a comenzar a bailar". Sin dudas hoy aprecia todo mucho más.
Con admiración, la bailarina inglesa se refiere a la celebración de las dos décadas de la argentina Marianela Núñez en el Royal Ballet. "La veo siempre, trabajamos juntas, fue una gran inspiración para mí. Uno de repente va haciendo su propia carrera, a la par, y no se da cuenta de los momentos especiales que vivimos en Convent Garden y de los valores que tenemos alrededor hasta que estamos frente a hitos así. Hay que tomar distancia para apreciarlo", reflexiona.
En el 2003, Lauren Cuthbertson debutó en otro rol importante, Gamzatti, en La bayadera, para la que trabajó con Natalia Makarova y junto a Olga Evreinoff como coach. Uno de sus partenaires, en el rol de Solor, fue el argentino Iñaki Urlezaga, entonces bailarín principal del Royal Ballet. "Otro momento increíble de mi carrera. Tal vez en pas de deux yo no tenía mucha idea, pero recuerdo perfectamente que Iñaki tuvo un comportamiento inmaculado. Me dio apoyo, me ayudó, muy generoso. De nuevo no sabía la suerte que tenía de aprender así. Me sentí muy segura con él. Ahora no puedo esperar para arrojarme en sus brazos como Julieta en la Argentina; especialmente porque ahora puedo dar mucho más técnicamente y como artista que cuando él me conoció".
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