La visita del magnífico Jérôme Bel
Convocado por el IUNA, el brillante coreógrafo francés pasó por Buenos Aires con The Show Must Go On, obra de gran fortaleza conceptual
Todo fue muy rápido. Jérôme Bel (a partir de ahora: JB) es uno de los niños mimados de la escena europea. Invitado por el IUNA, pasó por Buenos Aires, donde montó, con intérpretes locales, The Show Must Go On, una creación suya de 2001. Eso fue hasta ayer, y hoy mismo está partiendo hacia un lugar exótico. ?El jet lag es mi droga?, ironizó en su encuentro con LA NACION el mismo viernes que llegó a esta ciudad. Pero parece ser que el jet lag le hace bien. Por lo pronto, le permitió crear un espectáculo como The S how..., que tiene una fortaleza conceptual pocas veces vista en estas tierras.
-¿Cómo presento a The S how... , como un espectáculo o como una experiencia escénica?
-Como un espectáculo, sin duda. Es un montaje que tiene lugar en un teatro y toda la construcción desaparecería si se llevara a cabo en otro lugar que no fuera una sala.
- ¿Y te presento como coreógrafo o como un puestista?
-Eso es más difícil. Según la definición del término, coreógrafo es el que escribe danza, cosa que yo no hago. Pero todo lo que te digo, todo lo que sé, es a partir de la danza, aunque haya hecho un montón de cosas.
Claro que, a juzgar por el espectáculo que ofreció hasta ayer, JB más que un coreógrafo es un pensador, un estratega de situaciones, un juguetón de simples cuestiones lógicas, un fanático de momentos musicales y un creador de una fina dramaturgia interna que está más allá de cualquiera narración literal porque, decididamente, eso no le va. Tampoco le va esa historia de la cuarta pared. Tampoco la demostración de recursos por el recurso mismo. Tampoco el virtuosismo por el virtuosismo. De hecho, su escena predilecta es quedarse paradito en el escenario mirando a sus compañeros, al público, a la sala, a las luces...
Cualquiera de los intérpretes de The S how... podría ser uno de nosotros (aunque al escenario del Centro Cultural de la Cooperación se subieron artistas de reconocida trayectoria). De ese modo, plantea una radical reflexión sobre el hecho artístico. ?Tampoco lo mío es pura abstracción ?dice?. Yo desarrollo un sentido con lo que me ofrecen la danza, los cuerpos, la música, las luces, el público y el mismo teatro.?
Puro aquí. Puro ahora.
Stop. Play
Expliquemos un poco. La estructura de The Show Must Go On es simple: 20 intérpretes, una operadora de luces y DJ y 18 canciones. Arranca con un tema de Amor sin barreras . Cuando la canción culmina, la operadora, sentada en la primera fila del público, saca lentamente el CD, lo guarda en su cajita, abre otra, play y suena ?Let the sunshine in?. Así, 18 veces en las que se encadena de David Bowie a Tina Turner pasando por The Police. Para la franja de los 30 y los 40 años, la selección es incuestionable. Tampoco es caprichosa. Es que cada vez Jérôme Bell elegía una canción verificaba si tal tema había funcionado bien en ventas para saber que aquello que le resonaba a él les resuena a muchos. O sea, lo personal y lo grupal, todo el tiempo en todo momento.
El resultado es un espectáculo mágico y de una profundidad ?agazapada detrás de ciertos espejos de colores? conmovedora. En el track 13 suena ?Yellow Submarine?, con el escenario iluminado solamente por una luz amarilla. Le sigue ?La vie en rose?, cantada por la Piaf, con toda la platea iluminada en rosa, reconociéndose en rosa. Termina y empieza ?Imagine? en total oscuridad, mientras el público susurra la canción de Lennon o prende los celulares o se deja estar en un silencio introspectivo.
Casi al finalizar, una de las intérpretes se acerca a Eli Sirlin (operadora de luces/ DJ/manipuladora de la acción/médium entre JB y sus criaturas) y le da un CD. Es ?Matándome suavemente con tu canción?, versión de Roberta Flack, y los 20 intérpretes se dejan morir o se hacen matar suavemente, en el escenario. Aunque el show deba continuar, no hay más nada que decir. La escena de las devastación, de una suave devastación.
En todo esto hay un único y grave problema: ayer fue la ultima función. Sólo queda esperar que vuelva.