La era del cuero o el malambo del día después de mañana
Sin desprenderse de ninguna de sus señas personales, el coreógrafo Pablo Rotemberg sale a la caza de folklore y en un mix del zapateo, irreverencia y rodilleras crea una distopía post-apocalíptica que empuja los límites de una danza tradicional
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Avanzan con los dos pies a la vez, de a saltos, la pelvis adelante como si fueran montados en rígidos caballos invisibles. Parecen los personajes de un videojuego de jinetes. Grotesco. Cada vez que hacen sus sonoros ingresos a escena, le dan duro con el taco de las botas negras contra el suelo: pum, pum, pum, pum, pum. Y en la pantalla no para de llover; es eléctrica la tormenta digital. Impiadosa. La distopía campestre no deja ver un solo pasto a la legua, pura piedra hay en esta tierra post-apocalíptica donde se mueven los seis malambistas y las dos bailarinas de danza contemporánea de La era del cuero: ballet en tres actos (”El día después”, ”Luz mala”, ”No future”) que imagina una extraña comunidad, mitad gaucha, mitad zombie, en un lejano páramo. Quiénes son, qué hacen y sobre todo cómo se expresan estos individuos para establecer los lazos de una nueva nación posible es lo que trabaja el espectáculo que el reconocido coreógrafo Pablo Rotemberg estrenó en la intimidad de la sala Casacuberta del Teatro San Martín.
Más que una historia que se desarrolla, lo que se suceden aquí son viñetas, por momentos abigarradas, en las que estos gauchos queer comienzan por cuestionar -aunque no se termine de entender hasta dónde- a los “padres fundadores”. Preguntan, en inglés: “¿Where is... Sarmiento, Quiroga, Moreno?”, y cuando parece que la irreverencia consiste en hablar inglés, enseguida descolocan: “Viva la patria”; más tarde alternan de nuevo el rugido “¡Queremos leche!” con la arenga “¡Go, go, go!”. Será entonces que son seres bilingües, además de come sesos. La tropilla se manifiesta a los golpes (como el zapateo al malambo, la voz sale a los gritos), en luchas que parecen cortejos (¿o al revés?); no es difícil imaginar al coreógrafo pidiéndoles a sus bailarines que revienten el piso con los repiques y zapateos.
Si esto es el día después de mañana, hay que avisarle a algún desprevenido que el lenguaje de Rotemberg tiene mucho de todo esto desde el principio de los tiempos: los cuerpos se desnudan y se golpean, los bailarines gritan, abundan los desbordes, las connotaciones sexuales, entran dejos pop, con citas al cine, y late una cierta violencia conocida. No importa tanto si se baila descalzo, con zapatillas o botas pero, eso sí, la danza de Rotemberg es con rodilleras. Aquí, como el mismo director advierte en una conversación después de las primeras funciones, el zapateo sostenido del malambo se emparenta de cierto modo con el maquinismo de su propia danza. Siempre al borde. Porque esta es una obra de malambo, sí, pero de un malambo descompuesto.
Fascinado desde siempre con la kinesis de esta danza folklórica -y obnubilado también con el arte, la capacidad y las posibilidades que le dan sus magníficos intérpretes-, Rotemberg inició hace unos años la investigación detrás de La era del cuero por los mismos dos caminos a los que acude en la previa de una nueva obra: la música y la lectura. Convocó a Axel Krygier, pero también izó alto en el final la bandera de Ginastera con Estancia; leyó el Facundo, Don segundo sombra y “picoteó” otros cuarenta libros más. Trajo a un par de bailarinas que comprenden con cada célula el loco universo de sus creaciones -las Carlas, Rímola y Di Grazia- para que actúen aquí casi como un puente entre dos mundos. Y en el medio del viaje le abrió la puerta al chamamé, dejó entrar un carnavalito y le sacó jugo a una danza norteña, una desopilante pala pala, que el conjunto baila disfrazado de la golosina argentina por antonomasia: el alfajor.
Malambo deshilachado
¿Cómo estos seis jóvenes y fantásticos malambistas que compiten en los festivales folklóricos de Cosquín y de Laborde van de los escenarios que legitiman su danza a las indagaciones que descomponen las nociones más tradicionalistas? Igual que en los afiches que dan a la avenida Corrientes, Facundo Posse, de 21 años, oriundo de la Berazategui, le pone el pecho al asunto y responde sobre la cuestión del ida y vuelta. “Nunca parece que nos alejamos lo suficiente de la zona de confort; vamos en la búsqueda de nuevas técnicas, para volver a nuestro campo y enriquecerlo. Con la base de lo tradicional, en La era del cuero recreamos nuestra danza a partir de técnicas ajenas, como puede ser para nosotros el contemporáneo. Esto no hizo que nos corriéramos del malambo, sino que le diéramos amplitud. Nos lleva a explorar, a alejarnos para volver”, dice, y señala que trabajar con Rotemberg es una experiencia “hermosa”.
Desde la final del PreCosquín 2022 -donde con su hermano Ezequiel, de 26, bailaron la Zamba de los nietos, una chacarera y la cueca norteña que revolvió el avispero al presentar por primera vez un dúo hombre-hombre- hasta La era del cuero, los Posse saldrán de esta experiencia “con una mirada más expansiva”. Reflexiona Facundo: “Siento que la danza folklórica nos pide eso, enriquecerla. Con nuestros trabajos la estamos modificando, con menos rigidez y miradas diferentes. Últimamente el folklore se está expandiendo, por ejemplo, Cosquín nos sorprende con propuestas extraordinarias y de investigación, a punto de preguntarnos: ¿qué es folklore y qué no? Estar en La era del cuero, en el Teatro San Martín, con nuestro malambo es como decir ‘mirá hasta donde lo dehilachamos’. Ojalá no hayamos espantado a la gente del ámbito, porque nosotros nos sentimos firmes”.
Para muestra, un botón: su padre, amante nato del folklore, ya superó la prueba en la butaca. “Me dijo que le pareció interesante la idea del futuro apocalíptico y también que se sintió incómodo en algunos momentos, como cuando las chicas piden leche. Reparó en que el malambo lo bailamos con brazos y cabeza, cuando pensaba que era todo de pies, eso me encantó. Que él no se ofenda, ya es una banda”, dice, y cuenta que en esta primera semana de funciones hubo gente que aplaudió a rabiar y otros que se levantaron y se fueron. “Queríamos hacer una obra para que cualquier espectador pueda verla”.
Terminada La era del cuero, en el verano 2023, los Posse -a quienes además los hermana Ancestral, una compañía de danza independiente- volverán al PreCosquín de los nuevos talentos con un chotis litoraleño, que cuenta la historia de los gauchos judíos. Ya lo están ensayando y esta vez sí esperan consagrarse ganadores.
De Laborde al borde
Dice Leila Guerriero en su libro Una historia sencilla sobre el Festival Nacional del Malambo: “Si el de Laborde se llama a sí mismo “el más argentino de los festivales” es porque allí se consume tradición pura y dura. El reglamento expulsa cualquier vanguardia y lo que espera ver el jurado es folklore sin remix”. Maximiliano Díaz -como su compañero de elenco Marcos Olivera- quedó seleccionado para representar a Buenos Aires en esta “meca” del folklore cordobés. Todavía movilizado por el estreno en el San Martín, dice que “como bailarín folklórico ganar un espacio en estos teatros es muy gratificante”. Y sobre el tránsito entre la rigidez de los reglamentos de las competencias y festivales, y la posibilidad de explorar nuevos bordes, reflexiona: “Estamos en plena revolución. En mi camino de formación siempre me han incitado a nutrirme de cualquier aspecto artístico. Mi familia, desde que nací, me inculcó el folklore de manera tradicional, y amo esa forma, pero el folklore está vivo todavía. Jugar a estos dos polos me parece sumamente necesario para la evolución de nuestra danza. Es nutritivo estar en ambos lugares, siempre ubicándose en tiempo y forma”. Esto último puede resultar obvio, pero mejor aclararlo: no se pondrán pelucas ni andarán en cuatro patas por la Fiesta Nacional de Córdoba. “Vamos a llevar alguito diferente de lo que se viene viendo, siempre dentro del reglamento, sin quedar fuera de competencia. Si bien nuestro malambo es contemporáneo, somos unos supermalambistas en Laborde y después zapateamos en loop y hablamos en inglés en el teatro. Esos dos polos me tienen con la cabeza y el ser estallado. La era del cuero es una obra que te vuela la chaveta”.
Para agendar
La era del cuero, con coreografía y dirección de Pablo Rotemberg, en el Teatro San Martín (Corrientes 1530). Sala Casacuberta, de jueves a domingos, a las 20.30, hasta el 18 de diciembre. Con Alejandro “Baby Cata” Desanti, Maximiliano Díaz, Carla Di Grazia, Nickytuns, Marcos Olivera, Ezequiel Posse, Facundo Posse y Carla Rímola. Música original y diseño sonoro de Axel Krygier (con temas musicales de Alberto Ginastera, Dmitri Shostakovich y otros compositores); dramaturgista, Eugenia Cadús; asistencia artística es de Mariana Cinat; asistencia de coreografía y dirección, Candela Mosquera y Ana Pellegrini; videoproyecciones, Lucio Bazzalo; iluminación, Fernando Berreta; vestuario, Endi Ruiz; escenografía, Cecilia Zuvialde.
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