La danza de dos mundos: Tadashi Endo y su personal viaje entre Kazuo Ohno y Pina Bausch
De cómo el vínculo entre el butoh y el expresionismo alemán incluye a Michael Jackson
Tadashi Endo (nacido en Pekín, nacionalizado japonés y con residencia en Alemania) es toda una figura del butoh, danza de la cual Kazuo Ohno fue su más grande leyenda. Tadashi fue su discípulo. La gran coreógrafa Pina Bausch fue íntima amiga de Ohno. El espectáculo Ikiru-Vivir, que Tadashi está presentando en el teatro La Comedia, es un decidido homenaje a Pina. Otra alemana, la cineasta Doris Dörrie, casualmente conoció por televisión el hipnótico arte de Kazuo Ohno. Así fue que llegó a Tadashi. Como resultado de esa relación lo convocó para hacer la coreografía de la película El jardín de los cerezos. En medio de estos extraños vínculos que unen a Alemania con Japón se cuela Michael Jackson. El rey del pop murió el 25 de junio de 2009. Cinco días después, falleció la reina madre de Cafe Müller. Sobre estos mundos complementarios (y divergentes) habla Tadashi Endo.
Encuentro 1 : el butoh. En Japón estudió alemán. En 1970 dejó su país. En verdad, él dice "me escapé". Es que de joven fue un radical defensor de los derechos de los estudiantes. Lo de radical no es una exageración. De hecho, estuvo en mes en prisión. Cuando salió de la cárcel su padre le preguntó: "¿Qué preferís hacer: la revolución o dedicarte al teatro?". Así fue que dejó su país de adopción. "En Japón no hay una verdadera clase proletaria. Allí la lucha es americanización sí o no. Por eso retomé mis estudios de teatro en el extranjero", explica.
A 9000 kilómetros de la tierra del butoh se encontró con el butoh. "En verdad, no lo busqué", aclara. Es que en su andar conoció a Kazuo Ohno. Fue en Viena, en 1989, en donde Ohno estaba dando un seminario. Cuando terminó, Tadashi le mostró un video con su danza. El gran maestro fallecido en 2010 a los 103 años le dijo: "Eso es butoh". "Yo no lo sabía –explica ahora él–. Ahí me di cuenta de que el butoh estaba en mí." Ohno le propuso continuar esa búsqueda por siete años. En ese largo proceso de caerse siete veces y levantarse otras ocho descubrió su camino.
Encuentro 2: Pina Bausch. Fue en Munich, en 1993 (o en 1994), en el marco de un festival internacional. Pina cerró el festival con Cafe Müller. Luego de la función, se hizo una fiesta. Ella estaba sentada en un rincón, sola, casi tímida. Tadashi se acercó para hablarle de lo impresionado que lo había dejado la obra. Ella le habló de Kazuo Ohno, su gran amigo. "Fue una charla hermosa", recuerda.
Un año después, se volvieron a encontrar en el marco de una presentación de Ohno. También en Alemania. Pina dio una fiesta en honor a su amigo en un restaurante turco. Unos músicos chinos tocaban el koto y un contrabajista alemán, el contrabajo. Ohno se puso a bailar (de hecho, cuando en 1986 presentó en el Teatro San Martín Admirando a la Argentina, durante el encuentro con la prensa también se puso a bailar). Volvamos al restaurante turco. Tadashi se acercó a Pina que, otra vez, estaba sentada en un rincón. Le preguntó por qué no bailaba. "Me daría vergüenza que al otro día aparezca una foto mía bailando en un restaurante", le dijo. El tampoco bailó. Le daba vergüenza bailar delante de dos figuras capitales de la renovación coreográfica del siglo pasado. "Kazuo era como un niño, su cuerpo se ponía a mover sin importarle dónde estaba –cuenta Tadashi–. Mientras Pina se la pasaba todo el tiempo luchando con su arte."
–Más allá de la diferencia de personalidades, ¿qué une a la danza expresionista alemana con el butoh?
–Hay un correlación directa e histórica. En 1929/30 el maestro de Ohno y Tatsumi Hijikata, los padres del butoh, fue a Alemania. Allí se encontró con lo que era la nueva danza y la llevó al Japón. Por lo cual, en el origen del butoh hay un germen del expresionismo alemán. Por otra parte, hay que hacer la salvedad de que el butoh es un arte japonés, requiere un cuerpo japonés, requiere ese paisaje. Pero, claro, yo empecé a hacer butoh en Alemania y gracias a ese arte me reconecté con mis raíces.
Encuentro 3: Doris Dörrie. Otra alemana fue la que lo llamó por teléfono a su casa para estudiar butoh. Era Doris Dörrie quien se encontraba trabajando el guión de la película El jardín de los cerezos. El encuentro con Tadashi lo contó ella en una publicación que aparece en Internet: "Descubrí al butoh una noche, en la televisión. Estaba viendo un documental sobre Kazuo Ohno. [...] Verlo me pareció fascinante: vestido con ropas de mujer, sosteniendo una flor en la mano, bailaba en cámara lenta. No hacía mucho más. No era una función de pantomima ni tampoco un intento de interpretar a una mujer, sino algo distinto, algo que nunca había visto antes: era el retrato visual de la presencia de los muertos en el interior de cada uno de nosotros".
Sigue: "Empecé a buscar a alguien que enseñase butoh en Alemania y, a través de Internet, encontré a Tadashi Endo. Me inscribí en uno de sus talleres y la primera tarea que me dio fue limpiar el suelo de la forma que me habían enseñado en el monasterio de Notto. La historia de El jardín de los cerezos también empieza con Tadashi enseñando el vínculo que existe con nuestros ancestros en todos nuestros movimientos. En cierto momento me dijo que los muertos sueñan con nosotros, y esas palabras se han convertido en un «hilo conductor» para mí. Porque si los muertos sueñan con nosotros entonces es posible que todas las señales de fugacidad sean sólo pequeñas postales que nos envían los muertos".
Un texto similar dijo el domingo pasado Tadashi Endo cuando finalizó su primera función en Buenos Aires. La experiencia de esa filmación la cuenta Tadashi: "Tuvo momentos hermosos. Fuimos a Japón en marzo, estaba todo nublado. Por lo cual las flores no abrían". Se fueron a un hostal con vista única al monte Fuji, Allí debían filmar una de las escenas más poéticas de la película. Pero, nublado. Esperaron tres días. Sabían que esa imagen única sólo se da en ciertos momentos que duran poco (como las flores de los cerezos). De golpe, se despejó. "Nos despertamos a las 5 de la mañana –cuenta Tadashi–. En el lobby Doris y yo maquillamos a los dos actores y salimos corriendo a filmar en medio de un frío tremendo. Fue bello. Al otro día, Tokyo. Había salido el sol y las flores de los cerezos estaban a pleno."
(Des)encuentro 4: Michael Jackson. Hace muchos años, ¿unos 25?, fue a ver un recital del Rey del Pop en Hannover. Su hijo, que tenía unos 8 años, era fanático. De repente, el matrimonio Endo se dio cuenta de que había perdido al chico. Estaban preocupadísimos pero, de golpe, entró en escena Jackson. Y flasheó. Tanto que se olvidaron de su hijo. Recién en el minuto posterior al último bis se volvieron a acordar de él. Dieron con alguien de seguridad. Al rato, esta persona los llevó hasta casi el mismo escenario. Allí estaba su hijo. "¡Vi todo el recital desde acá, a metros de Michael!", les dijo, eufórico.
"En verdad, eso me puso celoso –dice riéndose de la situación–. Jackson era un gran artista que admiré profundamente. Cuando murió fue un gran shock para mí. Cinco días después, murió Pina." En escena, Tadashi dice dialogar con los muertos. En cierta manera, es lo que escribió Doris Dörrie recreando ideas de Tadashi, o del mismo Kazuo Ohno, o de la misma Pina Bausch, como si todos compartieran el mismo escenario, aunque, en el mundo de las apariencias, parecieran pertenecer a dos mundos.
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