Julio Bocca: un adiós en tres actos
En el año de su despedida, el bailarín saluda a Buenos Aires: paso a paso, del Opera al Obelisco
Anoche fue la vez número veintidós que se corrió el telón y el público -ellas, mayoritariamente- se quedó ahí, de pie, ovacionando -si no piropeando- al bailarín. Después, como de memoria, la pantalla bajó frente al escenario para proyectar el bonus track en video, en el que Bocca recortó y pegó los pasos más y menos clásicos que dio con el American Ballet y armó un álbum íntimo de fotos con Fito, Sandro, Pinti, Vilas, Baryshnikov y... Patalano ("Gracias, Lino"). Entonces se replicaron los aplausos y, descalzo y en bata -como uno sólo suele estar en su casa-, Julio hizo una reverencia, saludó con Cassano y con su Ballet Argentino. Dio otro adiós. Y aunque la función de ayer iba a ser la última en un teatro de Buenos Aires, no fue más -y no es tan poco- que el final del primer tramo de una despedida que bailará, por lo menos, en tres actos. Cuando faltaban horas para bajarle la persiana a la semana última, Julio Bocca agregó otros seis Opera a su agenda de septiembre, mes en el que reserva dos fechas para la cada vez más cercana posibilidad de reencontrarse con el Ballet Estable del Teatro Colón, en el Luna Park.
Así, en el marco del Ultimo tour que comenzó con el año de las cuatro décadas y que terminará el 22 de diciembre con el baile del adiós rotundo en el Obelisco, el artista que aparece en la historia como el responsable de popularizar el ballet en el país interpretó con su compañía una decena de obras, en tres programas. El de las primeras y las últimas noches estuvo dedicado a la movilizadora historia de amor-incesto de Adiós hermano cruel , que en el armónico equilibrio de todos sus componentes (guión, coreografía, vestuario, música, escenografía e iluminación) contó con la excelencia interpretativa de Bocca, Eleonora Cassano o Cecilia Figaredo y un Ballet Argentino que generó en más de un cuadro murmullos de curiosidad en la platea. "¿Quiénes son ellos?", se preguntarían, en el prólogo de esta versión danzada del film homónimo de Giuseppe Patroni Griffi por las cuatro adolescentes promesas que encarnan a los protagonistas en su niñez; "¿ Cómo se llama aquél?", insistirían, fascinados por las actuaciones de los Lucas de la compañía, Oliva y Segovia, notables en lo suyo.
En orden, siguió un programa que sirvió de pasarela a un desfile de coreógrafos (George Balanchine, Mauricio Wainrot, Oscar Araiz, Lidia Segni y Ana María Stekelman) y articuló seis obras donde lo clásico y lo contemporáneo, los solos y los vívidos cuerpos de baile, la contemplación y la risa, tuvieron sus pasos. Del Sin tiempo que mostró a una Victoria Balanza contundente en la hora de la espera -como María, la bailarina terminaría por destacarse en Cruz y ficción - a la refrescante humorada que encierra El lago encantado , con música de Les Luthiers y textos en off narrados por Marcos Mundstock.
¿Cómo es que desde la fila 8 no se alcanzan a ver los pies? ¿Por qué, si la sala es tan estricta respecto de la puntualidad al inicio de la función, no retoma esa sana costumbre al regreso del intervalo, que devuelve a sus butacas a fumadores y charladores algo rezagados? Mientras alguien divagaba entre cuestiones periféricas a las artísticas, en la velada del domingo 13, fecha del tercero de los programas propuestos, una mujer descontaba los minutos cantándole "A mí manera" a la niña que tenía sentada a upa. En minutos, no más, ella estaría desgarrando el primero de sus contagiosos "Braaavooo" (en total serían unos... ¿diez?), tras la salida a escena de Bocca para el pas de trois de El corsario , un lucimiento que todo balletómano siempre está dispuesto a ver. "No te preocupes que a mí sí me escucha", respondería la fan número uno a una espectadora que intentaría, en vano, hacerla recapacitar. Con siete parejas en el escenario vestido como salón de baile tradicional, Nine Sinatra songs permitiría, de inmediato, comprender aquel prematuro tarareo de My Way . Nancy se fue en el intervalo, pero no en silencio: "Desde que lo parí que estoy gritando y si no me doy el gusto este año...". Mamá Bocca no se quedó para ver los encantos de El hombre de la corbata roja, las pinturas de Seguí, los pasos sobre tacones de un Marchand diferente (ahora, Hernán Piquín; antes, Jean-Francois Casanovas), que por ahí llaman "heredero".
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