Julio Bocca: "Me gustaría que los políticos hablaran más de educación y cultura"
La primera posición de los pies no está del todo definida, pero ya asomaba un bailarín en la imagen que muestra a Julito parado, en equilibrio, junto a la vela de un pequeño barco a metros de la orilla. Dice el epígrafe: "Aquí estoy en Mar de Ajó. Tengo tres años. Me siento capitán de un enorme barco. Me cuentan que el abuelo Nando mostraba esta fotografía para anunciar que yo sería bailarín. Según él, esa mano mía en la cintura lo decía todo".
Julio Bocca vuelve a mirar la foto hoy, a sus 52: ya creció, se consagró, fue una estrella, se retiró y como director y maestro sigue aprendiendo a pisar cada vez más firme en la danza, en aguas de todo el mundo. La infancia es territorio de buenos recuerdos. Y de algunas nuevas misiones, como la Gran Gala por los Niños, que, por segundo año consecutivo, su fundación presenta hoy con entradas agotadas, en el Teatro Coliseo, a beneficio de otras dos ONG: Manos en Acción y el Patronato de la Infancia. "Es una función en la que diferentes artistas y personalidades participan ad honorem para que estas instituciones que trabajan con chicos necesitados, que no tienen la posibilidad de tener una buena comida, salud o educación, puedan continuar con una labor de muchos años. Es lamentable la situación a la que hemos llegado", dice cuando se entera de los datos duros de la pobreza que se conocieron esta semana y comprometen a más de la mitad de los chicos del país.
Hasta el muelle y la casa de Mar de Ajó, que levantó su abuelo materno, un corpulento obrero piamontés que fue prácticamente como un padre, lo llevan sus mejores anécdotas. Al abuelo Nando "le debo mucho. Sobre todo la enseñanza de lo que es la libertad", había escrito en su primera biografía, Príncipe y Mendigo, hace ya más de veinte años. De hecho, lo primero que vio en el Colón fue con él: Nureyev bailaba El Cascanueces en una función que sería memorable. "Sentí electricidad en la piel", anotaba. Nando no llegó a verlo triunfar, pero estaba convencido de que sería un gran artista. Lo supo desde el día aquel del velerito.
La historia se puede contar de mil formas desde las 22.15 de aquel 10 de marzo de 1967 cuando nacía un bebé de 3,700 kilos (todas precisiones que dejó por escrito la abuela Teresa). Julio Bocca creció respirando el olor a madera del salón de clases de su mamá, Nancy, en el fondo de la casa de Munro. A los siete años ingresó en la Escuela Nacional de Danzas y, a los ocho, en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Recién ahí dejó el chupete y, de a poco, se fue desprendiendo también de ese pañuelo de seda que acariciaba cada noche para poder dormir.
Ser precoz en la vida artística lo llevó a dejar del colegio porque, valga el juego semántico, de tantas faltas quedó "libre". Muchas veces contó que de la primaria solo le gustaban los números y las fiestas patrias, porque podía bailar alguna danza española o un malambo. Y ya con las primeras giras, no entendía cómo había que estudiar historia y geografía si él aprendía mejor viendo cada lugar.
–A la distancia, ¿cómo ves hoy el terreno de la infancia?
–La infancia para mí está en los recuerdos de la playa. Cada vez que tengo la posibilidad de estar frente al mar recuerdo esa libertad, la tranquilidad que sentía en ese rincón. Siempre evoco eso, a mi familia, y los momentos en los que estábamos todos juntos en Mar de Ajó, porque en Buenos Aires era difícil: mi madre y mis abuelos trabajaban, yo iba de la Escuela de Danza al Colón y la primaria. Y también me acuerdo de estar haciendo lo que me gusta, que es la danza. A veces hablo con otros compañeros que tuvieron posibilidad de terminar la secundaria sobre todo lo que te da la escuela, pero yo ese período no lo tengo.
–¿Hasta cuándo fuiste al colegio?
–Hasta séptimo grado. En primer año me quedé libre porque con el Ballet de Cámara del Colón hacíamos giras, de Jujuy hasta Ushuaia. Nos habían dando un Atlas y en el micro nos tomaban examen sobre los lugares adonde íbamos. Teníamos eso, que quizás otros chicos no, y conocías así el país. Hay un pedazo de mí que no encuentra lugar, en ese período de mi vida, como que no encuentro dónde ubicarme. Por eso también mis amistades son mayores. En el pensamiento, en la forma de ser, me siento más compatible con ellos que con la gente de mi edad.
–Justamente a partir de tu experiencia, habías tenido la idea de crear una escuela de educación integral para subsanar esa maratón que corren los chicos con vocación artística y que muchas veces termina en deserción escolar.
–Esa preocupación la sigo teniendo. A veces pienso que el día que logre eso ya está, me voy. Para mí sigue siendo la meta. No existe ninguna otra escuela así en Sudamérica, la única está en Cuba, no hay otro lugar de formación integral donde el chico pueda estudiar y educarse en el arte y tener la posibilidad de usar su energía para mejorar. Siempre me pregunto por qué es tan difícil. Hablé con un montón de gente, con políticos…
–Llegaste a tener un edificio en La Boca para hacerlo...
–Sí, pero después se complicó y nos quedamos con la Fundación Julio Bocca en el Centro Cultural Borges. No es solamente decir: "Se va a hacer". Hay que tener continuidad, saber cómo se va a mantener un proyecto a 20 o 30 años… Y acá no está esa cultura, por eso da miedo también programar algo con tanto tiempo. Cuando las cosas se complican y se van trabando, personalmente, llega un momento que me canso y aflojo, me corro porque no sé más qué hacer, pero después vuelvo a tomar energías y quiero intentarlo. Sería maravilloso que en un país como la Argentina o Uruguay haya una escuela de estas características. Me gustaría que alguna vez los políticos hablaran de estos temas, de educación y cultura. No entiendo cómo no lo ven como un proceso, como futuro, como algo cotidiano.
–¿Te acercás a espacios políticos con estas propuestas?
–No. Puedo estar cerca para ayudar si quieren consultarme. Conozco mis límites y estoy abierto a dar mi opinión sobre las cosas que sé.
–¿Te la piden? Este gobierno, por ejemplo...
–No. Ninguno. No hay cercanía. Se intentó una vez hacer la Ley de Danza y no avanzó. ¡Con la cantidad de bailarines y compañías que tenés en todo el país! Falta interés sobre esto, que es lo nuestro, porque ¿qué más nuestro que la danza folklórica, por ejemplo, que son nuestras raíces?
–¿Y, como maestro, en qué ves el cambio social de los chicos hoy?
–Nosotros no éramos de estar hablando y opinando. Hoy los chicos son más directos, incluso con sus padres, las cosas que se dicen, lo que preguntan. Yo no me recuerdo así. Esa relación más directa es buena, sin miedo a preguntar, porque se habla de muchas cosas y a los niños les da libertad. Para el maestro puede ser más difícil, porque ese enfrentamiento significa estar preparado para responder. Y en ese sentido uno está aprendiendo sobre la marcha. Como hice en toda mi carrera. Ahora me siento muy diferente delante de un bailarín que dos o tres años atrás [cuando era director del Ballet Nacional del Sodre, en Uruguay]. Soy mucho más permisivo.
–¿Se ablandó "el dictador"?
–Hasta un punto nada más. La excelencia la sigo buscando, pero soy diferente. Me divierto mucho más, la paso muy bien en la sala de estudios, sobre todo con las escuelas. Con los profesionales todavía a veces cuesta hacerles entender que la clase no es un calentamiento.
–Como maestro estás viajando por todo el mundo. ¿Te volviste a inquietar como cuando eras un joven bailarín?
–De espíritu sigo igual, pero el cuerpo te pasa factura [se ríe]. Pero imaginate: si te llaman de la Ópera de París, te llaman del Bolshoi de Moscú, te llaman del Ballet de Australia… ¿Vas a decir que no? Este año fue súper y el que viene también. De hecho, ya estoy empezando a pasar actividades en la agenda de 2021 y 2022. Yo no quería estar tan a full para poder pasar más tiempo en la compañía de Uruguay, adonde estamos viendo con el director [su sucesor, el director Igor Yebra] de hacer un contrato especial para estar más tiempo como maestro, pero con libertad de poder viajar.
–¿Te sentís más cómodo entonces ahora como maestro que como director?
–Por ahora sí pero, por ejemplo, el mes pasado estuve en Australia dando clases a la compañía y en los ensayos previos al estreno de Sylvia tenía que contenerme las ganas de meterme y empezar a participar de todo lo que tiene que ver con la organización. Tanto que pensé que me gustaría probar otra vez.
–¿Dónde?
–En Australia están buscando, pero por ahora no, porque significaría mudarse allá. No sé adónde, lo que quiero decir es que siento la necesidad de ver si con la experiencia que tuve y las cosas que aprendí sería otra clase de director ahora. Me gustaría probar si me vuelvo loco y ansioso, y otra vez voy a estar sufriendo, o si realmente puedo contenerme y disfrutar más.
–¿Con "el sufrimiento" te referís a lo administrativo que se superpone a las tareas artísticas?
–A lo organizativo. Claro que mi experiencia fue en una compañía sudamericana, donde los manejos son completamente diferentes a los de Australia, por ejemplo, por hablar de una institución a la que llegás y todo funciona. De esa forma me gustaría probar.
–Dicho de otra manera: ¿no volverías a dirigir una compañía sudamericana?
–No, no sé, porque en el Sodre está trabajando muy bien. Entró en ese sistema. Ahora, por ejemplo, estuvo Reid Anderson reponiendo Onegin y quedó encantado. Algo se hizo bien, algo se está haciendo bien. También dentro de esa compañía podría ser una experiencia diferente.
–¿Y cómo sería en el Colón?
–No sé, desde El corsario hace un año que no vuelvo.
–El contexto en el que se da la Gran Gala de los Niños es crudo: el 35% de pobreza en nuestro país alcanza a más de la mitad de los chicos. ¿Cuál es el compromiso de este espectáculo y de tu fundación con esta realidad?
–Esta es la segunda gala que hacemos estas tres ONG unidas. Es lamentable que en nuestro país pase esto, que hayamos llegado a este punto, y la idea es poder ayudar a estos más de dos mil niños. Luego, la Fundación Julio Bocca, que tiene más de 20 años, sigue dando becas aquí y en los Estados Unidos; ahora firmamos un acuerdo con Barcelona y un convenio con la Fundación Astor Piazzolla. Y empezamos a hacer talleres para chicos con Síndrome de Down e hipoacúsicos. Hace unos días tuve una experiencia con un bailarín sordo, buenísimo, muy joven, también en Australia, al que le pedí que grabara un video para contar su caso a nuestros chicos como incentivo. Me sorprende muchísimo cómo se está abriendo el ballet en el mundo y aprendiendo a aceptar que si sos bueno en lo que hacés no importa nada más. En el English National, por ejemplo, hay un bailarín hombre que hace de mujer [se refiere a Chase Johnsey, que es parte del cuerpo de baile femenino desde marzo de 2018 ].
–¿Hasta qué punto te involucrás en la Fundación o solamente le das tu nombre?
–Hasta ahí. Al comienzo, era el espacio para que trabajara mi compañía, el Ballet Argentino; luego, fue un lugar para que los chicos estudiaran danza. Y se fueron agregando géneros, como la comedia musical. Estamos ahí; tuvimos que achicar la estructura, porque no es una empresa, sino una fundación sin fines de lucro. Y tratamos de ir incorporando cosas nuevas. Yo no bailo más, son otros los ingresos, entonces se tiene que mantenerse sola.
–De alguna manera es para vos la forma de continuar cerca de tu país ya que pasaron más de diez años desde que vivís afuera, en Montevideo.
–Es una forma, sí, y la otra es seguir viniendo a dar clases. Siento la cercanía. Siento que quiero estar. La Fundación es como un pequeño hijo que trata de sobrevivir y hay mucha gente que lo apoya porque quiere que los chicos tengan un futuro mejor, que la cultura esté impregnando a nuestros niños.
LA GALA DE ESTA NOCHE
Tras la experiencia del año pasado, hoy regresa la Gran Gala por los Niños en el Teatro Coliseo. El espectáculo organizado por la Fundación Julio Bocca, a beneficio de Manos en Acción y Patronato de la Infancia reúne fondos para sustentar los programas solidarios de cada ONG, a través de los cuales se brinda alimento, educación, salud y becas a más de 2000 niños en situación vulnerable.
Con más de 150 artistas en escena, participarán Eleonora Cassano, Elena Roger, Cecilia Figaredo, Compañía en Movimiento de Analía González, Camila Bocca y Juan Pablo Ledo (del Ballet Estable del Teatro Colón), el Ballet del Teatro San Martín y el Folklórico Nacional. La banda "Coronados de Gloria", de Gloria Carrá, y el cantante Benjamín Torres, entre otros, le pondrán música a la noche donde la protagonista principal es la danza.
Elena Presas, presidenta de la Fundación Julio Bocca, contó a LA NACION, que en los últimos años acentuaron el carácter social en las actividades que desarrollan, trabajando con chicos en situación vulnerable, como los del Barrio 31, alumnos con síndrome de Down o hipoacúsicos. Paralelamente a las clases que se dan en varias sedes (en Capital, continúan en el Centro Cultural Borges, en Galerías Pacífico), otorgan becas para chicos de todas las provincias, donde hacen audiciones, y también a jóvenes de un programa interamericano. Actualmente, enumera Presas, en la residencia de Barracas conviven chicos de Perú, Bolivia, Ecuador, Chile y Colombia, de entre 16 y 19 años.
Entre otras actividades, el 18 de este mes, la Fundación presentará una gala de ballet en Río Cuarto, Córdoba, a beneficio de Lalcec, por la lucha contra el cáncer de mama.
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