Julio Bocca: la hora del maestro de baile
Deja la dirección del ballet nacional de Uruguay, pero seguirá trabajando con los bailarines: "Me cansé de ser el malo de la película"; surgen los primeros brotes de una interesante colaboración con Paloma Herrera, en el Colón
La escena se ve como un sketch, aunque conociendo al protagonista no hay ninguna gracia en ese tránsito interminable: Julio Bocca está con las rodillas flexionadas, a medio pararse, en la primera butaca de la fila 8 del Coliseo, donde acaba de actuar Mikhail Baryshnikov , y cada vez que intenta salir, alguien -un famoso, un anónimo, otro artista o un fan, poco importa quién- se acerca a saludarlo, a hablarle, lo retiene en un abrazo. Pero ahora el ídolo argentino responde sonriente, generoso, no muestra apuro. A los 50 años, incorporó a su humor el ritmo uruguayo que le dio la vida en Montevideo, adonde regresará en cuestión de horas. Lo que no sabe Bocca en este momento es que de esta noche se llevará su mayor trofeo: una foto con Misha, que ahora guarda en su celular y que no-com-par-te-con-na-die. Increíblemente, ambas estrellas de la danza miran a la cámara sonrientes. "Esto vale oro", ratifica el argentino, admitiendo la fama de parcos que tienen los dos (más el ruso, es cierto). El retrato de madrugada es el corolario de una particular reunión, un reencuentro diferente; una larga charla entre pares, como dos amigos, como no habían tenido nunca antes.
"Me recordó que habían pasado ya 30 años desde aquel día que me tomó para el American Ballet Theatre. Además de la foto de ese día, cuando a los 19 años firmé contrato en Nueva York, ésta es la única que tengo con él -cuenta-. Hablamos de la vida, de mi pareja, de sus cosas. Estaba informado, ya sabía que había dejado la dirección del Sodre."
Ése es el punto. Tras siete años en funciones y habiendo puesto al Ballet Nacional del Sodre (BNS) uruguayo en el nivel más alto –artístico y de una popularidad similar a la de la selección de fútbol–, Bocca renunció a su cargo hace días. La noticia, que se coló antes de lo que a él le hubiera gustado para que fuera una salida "elegante y profesional, como en cualquier lugar serio del mundo", corrió rápido en el medio, y los que vienen siguiendo no solamente el derrotero exitoso del Ballet del Sodre, sino las internas del organismo gubernamental, enseguida comprendieron que otra vez la burocracia metió la cola y colmó la paciencia del argentino. Si el año pasado había resuelto tomar una licencia para exigir ciertas condiciones de organización internas y había vuelto, ahora tomó el camino de la renuncia. No obstante, Bocca se irá en diciembre, pero en 2018 volverá como maestro de la compañía, en la continuidad de un proyecto que lo obsesiona: que el BNS sea uno de los diez mejores del mundo.
"Es más de lo mismo, sí –asiente, en referencia al tiempo que el funcionamiento de la maquinaria administrativa del ente estatal le quita a lo artístico–. Tomé la decisión porque me sentía personalmente trabado en las posibilidades de creación, en el contacto con los bailarines, necesitaba un cambio. No pude estar en el estudio todo lo que quiero porque siempre voy y vengo con otras cosas que hay que hacer, y eso me fue frustrando. Tal vez fui un poco ingenuo cuando tomé la dirección y, como esta situación ya me generaba angustia y malestar, por cualquier cosita explotaba. No resolví esto de un día para el otro; lo fui elaborando, pensando, teniendo sensaciones, y finalmente hablé primero con el presidente, luego con la ministra y con el consejo directivo." Bocca observa que el Sodre "está cómodo", que el resto de los organismos –la orquesta, el coro, los técnicos– "no están subiendo la vara como el ballet"; cuenta, por ejemplo, que desde el año pasado no hay jefe de escenario y que los tiempos de la burocracia hacen que otras cuestiones tiemblen. "Se necesita un golpe para hacer un cambio. Ya me cansé de solucionar problemas, me cansé de gritar, de tener que ser siempre el malo de la película. Entonces ahora voy a ayudar al ballet para que su nivel siga creciendo. El resto del teatro necesita tomar una decisión, ver adónde quiere ir, y no estar siempre detrás del ballet, aunque por mi parte voy a seguir haciendo todo para que el ballet sea el primero."
Queda claro, así, que Bocca se va, pero se queda; que renuncia a lo administrativo y se abraza a lo artístico. Que el aura de su nombre, sobre todo del Río de la Plata hacia el mundo, seguirá dándole a la compañía nivel, ritmo, prestigio, proyección. En la línea de la sucesión, enseguida, empezó a sonar el nombre de la bailarina María Noel Riccetto –ganadora este año del Benois de la Danse –, al que se agregan otros para formar una terna sobre la que el consejo directivo del Sodre deberá elegir. "Al principio hablé con María, pero la decisión tenía que salir de ella, así que como el nuevo director es para 2018 postulé al español Igor Yebra, que viajará esta semana para reunirse con las autoridades. No hay muchas personas que estén dispuestas a mudarse a Uruguay. Y si María realmente quiere hacerlo, será genial, porque es su país, su compañía y puede seguir bailando aunque tome el cargo. También está mi codirectora, Sofía Sajac. La decisión no es mía. Solamente dejé en el reglamento del director que se mantenga el espíritu de una compañía clásica, con al menos tres obras del gran repertorio al año."
Más relajado y seguro de que como maestro mantendrá el nivel que costó tanto conseguir, Bocca advierte con suspicacia: "Ojo, igual, que si los presidentes vuelven después de algunos años, ¿por qué no puedo volver en otro mandato?".
Poner a girar la rueda
Argentinos y balletómanos no podrían dejar de sentir envidia si escucharan a Bocca recitar las temporadas que deja armadas de aquí a 2019. A esta que parece ya terminar le resta una gira del BNS por la Argentina en noviembre, la función por los 100 años de La cumparsita en el estadio Centenario de Montevideo, presentaciones en Tenerife y en el Festival de Danza de Cannes, la Navidad con El cascanueces (con Marianela Núñez, la argentina del Royal Ballet, como Clarita) y un fin de año al aire libre en Punta del Este que sellará las cien funciones (marca que cuantifica la envidia: el Colón, que avanza en este sentido, no alcanza hoy ni la mitad). Afortunadamente para los que estamos en esta orilla, de la reguera de títulos que enumera para 2018 –que abrirá en Uruguay con una nueva producción de La bella durmiente, con vestuario de Agatha Ruiz de la Prada–, hace un alto para anticipar que vendrá al Teatro Colón a poner El Corsario y que, en un esfuerzo común e inteligente con Paloma Herrera y la dupla de Ana Botafogo-Cecilia Kerche en el frente del Municipal de Río de Janeiro, llegará a los tres teatros La viuda alegre. "Por fin se empiezan a dar estas colaboraciones. La rueda está empezando a girar."
Próxima estación: Argentina
Aún en calidad de director del BNS, Julio Bocca vendrá de gira al país en noviembre con un programa que se para sobre la suite de Don Quijote e incluye el pas de deux de El corsario y dos piezas contemporáneas: One and Others, de Demis Volpi, y Without Words, de Nacho Duato. Estarán en el teatro Libertador de Córdoba (8 y 9), en el Mercedes Sosa de Tucumán (11 y 12), El Círculo de Rosario (14), Primero de Mayo de Santa Fe (16), Radio City de Mar del Plata (18), Coliseo Podestá de La Plata (20) y, en CABA, tendrán tres funciones en el Gran Rivadavia de Flores (21), Coliseo de Lomas de Zamora (22) y Auditorio de Belgrano (23).
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