Julio Bocca, crítico invitado: por qué ver el streaming de La Tregua, un estreno "maravilloso" en la pandemia
La pandemia no permitió viajar a ver en directo el esperado estreno de La tregua, pero la estrella argentina de la danza, exdirector del BNS y residente en Uruguay, acorta esa distancia y desde la platea del teatro acepta la invitación de LA NACION para escribir sus impresiones sobre este espectáculo; sobran las razones para verlo este sábado por streaming.
MONTEVIDEO.– Es raro estar comentando el estreno de la obra La Tregua por el Ballet Nacional del Sodre (BNS). Algunos pensarán, "claro, él dirigió la compañía y hablará genial". Y sí, justamente porque uno la quiere y quiere que todo sea perfecto es el más exigente con las obras que presenta. La Tregua, del gran escritor Mario Benedetti, es la realización de un equipo maravilloso que ha creado algo mágico para ver y disfrutar. La historia es fácil de comprender: yo, que no leí la novela, cuando supe que iban a hacer el espectáculo elegí verlo primero: ahora tengo ganas de leer el libro. En poco más de una hora la obra tiene momentos tensos, en los que querés que el personaje grite, y un montón de escenas maravillosas; verla (volver a verla) por streaming este sábado va a ser una linda experiencia.
Martín, el protagonista, y su familia conviven con la pérdida de Isabel, esposa y madre. Al comienzo de la obra se ve esa pesadez a través de un personaje, la Rutina, que lo acompaña a todos lados. Entre sus hijos Esteban y Jaime está la diferencia sobre cómo vivir, unos más conservadores y otros más libres, lo que genera una tensión difícil de controlar. Tanto en el ámbito de la oficina como en la calle, la compañía hace un trabajo bien puesto, con canon, sincronización, unidad, ritmo e interpretación. Un día en esa rutina Martín recibe nuevos empleados y llega Laura, mujer tímida, responsable y soñadora, buscando su futuro. Cuando se ven se produce una mezcla de vergüenza y excitación, que más tarde deriva en la invitación a tomar un café. Mientras tanto, el personaje del Azar, interpretado por Damián Torío –con su figura esbelta, brazos largos y un trabajo en puntas de pie– maneja los hilos del esperado primer encuentro de la pareja en la intimidad.
Como Martín, Sergio Muzzio es un gran intérprete que le da al personaje las vivencias necesarias para que se vea real, a la vez que aporta gran técnica. Laura es Nadia Mara, una bailarina de mucha experiencia en Estados Unidos que vuelca todo ese conocimiento a una actuación con movimientos de exactitud. En los dúos, logran una química que hace que el trabajo de partenaire de Sergio pueda explotar todo su potencial.
La Rutina, interpretada por Ciro Tamayo, con toda sutileza y energía, intenta que no pase lo que por azar iba a suceder, ese momento tan esperado, que el público pedirá más, pero no tendrá. Porque el Azar tiene otros planes para Laura. La escenografía de Hugo Millán transforma con esos módulos cada momento de la vida en sus líneas, paralelas y transversales: la luz pasa entre ellas como pasan nuestros días. Justamente la iluminación de Sebastián Marrero, que a veces va junto con lo que se dice y otras parece estar en otra historia, tiene la posibilidad de ir mejorando con cada función.
Capítulo aparte es el trabajo coreográfico y musical, que logra una unión que solo se consigue cuando se trabaja en conjunto detrás de una misma idea. Marina Sánchez ha crecido mucho desde la primera vez que hizo una obra para el BNS, está desarrollando un propio lenguaje bien de su tierra y tiene un largo camino por recorrer. Lo que ha hecho aquí es preciso, no solo en el movimiento sino en el uso de los espacios. Luciano Supervielle, gran músico uruguayo, que respeto y admiro, hizo un trabajo hermoso y perfecto para esta obra, aunque fue a lo seguro: vendrán próximos ballets para escucharlo a futuro.
El director de la compañía, Igor Yebra, muy inteligente y arriesgado al hacer esta obra, supo buscar a quienes podían transmitir lo que él tenía en la cabeza. En colaboración con el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), entonces con José Miguel Onaindia, llamando por ejemplo al dramaturgo Gabriel Calderón, que con su guión supo transmitir lo que La tregua tiene que decir.
Luego de ver ensayos en estudio, en el escenario y la función de estreno, encuentro aquí una obra que dará un gran cambio al BNS. Es maravilloso que una compañía sudamericana haya podido hacer este tercer programa durante la pandemia, más aún un estreno a sala llena (dentro del protocolo permitido), y que los bailarines y su público se hayan encontrado. Están bailando, juntos. Saber que durante todo este proceso con espectadores no ha habido un contagio confirma que la cultura y los artistas somos muy imprescindibles para que la gente pueda seguir soñando.
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