Iván Haidar, que comenzó su carrera haciendo streaming desde su casa, ahora advierte sobre una "saturación"
En 2013, el coreógrafo platense Iván Haidar presentó Lugar propio, experiencia performática que tenía lugar en su departamento y que el artista transmitía vía streaming. La repitió al año siguiente. Fue un jueves de julio, a las 23. La crónica publicada por LA NACION, que daba cuenta de esta intensa experiencia, comenzaba así: "El espacio está dominado por un pasillo de un típico departamento. Al fondo, un dormitorio. A los costados, algunas puertas. Adelante, un living y una cocina. En el dormitorio está el bailarín y coreógrafo Iván Haidar. Solo. Solo y habitando un espacio por el cual circula en el cotidiano desde hace dos años. Durante 30 minutos, y con una base sonora de inquietantes pliegues y usando dispositivos lumínicos caseros, su cuerpo deviene en fantasma, en sombras, en animal, en densidades e intensidades de una fuerza poética inquietante. El espacio escénico es su departamento en La Plata".
En los últimos años, las distintas propuestas generadas por este licenciado en Comunicación Audiovisual de la UNLP y egresado del Taller de Danzas del Teatro General San Martín suelen formar parte de la programación del Festival Internacional de Buenos Aires y de otros encuentros escénicos que han tenido lugar en India, Suiza, España, Japón, Chile, Brasil o Inglaterra, entres otros lugares que actualmente es imposible llegar o salir de ellos. De hecho, actualmente Iván está en Lisboa, Portugal. Había viajado para participar en un festival. Luego pasó lo que sabemos: por el coronavirus y el cierre de las fronteras, quedó varado allí.
Mientras infinidad de artistas (también cocineros, deportistas y emprendedores de todo tipo) empezaron a poblar las redes con obras ya existentes o con videos con sus experiencias actuales, Haidar, desde una casa prestada, continúa una búsqueda que lleva casi siete años. Claro que en un contexto radicalmente distinto, porque ahora todos estamos en casa, porque la pandemia está al alcance de una mano que no queremos estrechar. En charla con LA NACION, Iván Haidar reflexiona desde el otro lado del Atlántico: "Nuestras actuales (¿y provisorias?) vidas digitales a las que fuimos empujados nos proponen pensar sobre cómo continuar, parar o no parar, ser productivos o descansar, reciclar nuestros proyectos o reinventarnos. Cuando comencé a transitar mis experiencias en casa, aquello que me movía era trabajar con los recursos con que cuento (mi casa), la relación entre lo privado y lo público, lo íntimo y lo expuesto, para volverlo una experiencia de encuentro preservando su condición presencial como prioridad."
En 2013, la virtualidad estaba en otra instancia, las redes sociales eran limitadas en sus recursos, y el uso de la videollamada era solamente para comunicarse eventualmente. "Hacer un streaming de mi obra fue una prueba incierta, pero fue revelador ver el alcance que podía tener y ver cómo los recursos que me ofrecían producir a través de una cámara me desafiaban a imaginar cosas que nunca había probado", agrega.
Aquella primera indagación devino en otras dos propuestas: Lugar otro, en 2015, en el abrió el juego a otros cuatro creadores que trabajaron desde sus casas; y Composiciones en casa, del año pasado, una serie de videos para la red de un minuto que hizo para un taller que dictó en su casa como una laboratorio de creación. Todo ese campo de acción tuvo otros derivas: Lugar monstruo, en 2017, ganó la Bienal de Arte Joven, lo que le permitió participar del Directors LAB en el Lincoln Center Theater, de Nueva York. Otra línea fue programada en distintos festivales.
En Portugal como en la Argentina y como en buena parte de ciudades y países en cuarentena, actualmente varios creadores, funcionando como salas, se lanzaron a la redes subiendo espectáculos estrenados o en cartel. La pantalla se transformó en una especie de escenario de lo cotidiano. Iván observa todo con cierta distancia. "En este afán de seguir presentes, de querer compartir, de intercambiar nuestros trabajos, de llegar a más gente, peligran los principios esenciales de una experiencia teatral. Entre otros aspectos, la saturación de contenidos termina achatando las diferencia entre los mismos", señala quien en estos días reconoce haberse asomado siete minutos a una versión de Hamlet que, claro, dura más de tres horas.
Haidar no se detiene. Tal vez por necesidad y urgencia, comenzó un segundo ciclo de Composiciones en casa "a la espera de que la permanencia en nuestros hogares sea una opción y no una restricción", como apunta él mismo en un post de su cuenta de Facebook en el cual explica que llegó a Lisboa el 11 de marzo para trabajar por unas semanas. Se quedó atrapado "viendo como el mundo colapsa fuera de mi casa con vuelos cancelados, dinero que se transforma en vouchers, fronteras que se cierran. Viví cuatro años en esta ciudad antes de que sólo pueda verla a través de la ventana. Cada vez que llegaba aquí, dejaba que la luz de Lisboa me bañara hacia dentro. Encontrarme con amigos y amigas, caminar para donde sea, sentirse en casa, también fuera". Intentó volver vía Madrid, vía San Pablo. Pero las fronteras se fueron cerrando. Está ahora en casa de unas amigas por tiempo indeterminado. En Lisboa, la cuarentena comenzó antes que en nuestro país. Imagina que su posible retorno será para mayo. "Por ahora queda cosechar paciencia", dice en un mensaje de WhatsApp.
"Es evidente que si el mundo entero recibió la misma flecha, lo que nos afecta a la hora de crear esté intrínsecamente relacionado con el contexto. Estar en casa cobra un nuevo sentido. En mi caso, particularmente el no poder estar en casa también. El aislamiento, la falta de contacto físico y el exceso de contacto virtual me toca más de cerca que en otras oportunidades. Estar con uno mismo más tiempo de lo habitual, todo eso creo que aparece como reflejo de lo que intento traducir en algunas composiciones", apunta desde Lisboa, ciudad que forma parte de su hoja de ruta porque suele trabajar en la compañía del coreógrafo Joao Fiadeiro.
Todos los días son domingo es el título de una de esas piezas. A un video suyo lo llamó El tiempo es lo único que tenemos, cita del libro en el que Agustina Muñoz y Bárbara Hang compilaron textos performáticos, A la foto de él jugando a las cartas con sus dobles lo llamó No estamos solos. Lugar propio nació en su casa para ver visto en vivo, vía streaming, desde otras casas. Los aplausos llegaban en forma de emojis. de comentarios en las redes. Una práctica tan habitual en estos días como no abrazarse.
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