Inquietante recorrido por las obras extranjeras del Festival Buenos Aires Danza Contemporánea
El encuentro, que culmina esta noche, se inició con el virtuoso trabajo de los coreanos de Modern Table y cerró con una brillante performance llegada de Suiza a cargo de Alexandra Bachzetsis
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Hoy, con la presentación de Eclipse. Negra y ardiente, trabajo de Gustavo Lesgart y Carlos Casella en el que revisitan una obra que estrenaron hace doce años, culmina el Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, que organiza el gobierno porteño.
En lo que se refiere a su sección internacional, este encuentro dirigido artísticamente por la coreógrafa Rosana Grinstein se inició el viernes pasado en el Centro Cultural 25 de Mayo. A la histórica sala de Villa Urquiza llegó de Corea el grupo Modern Table, compuesto por nueve bailarines y tres músicos en escena. A priori, la presencia de doce intérpretes en el escenario marca una diferencia significativa con lo que viene sucediendo en el FIBA, festival que históricamente cuenta con mayor presupuesto, cuya programación internacional suele estar compuestas por obras de pequeño formato. Decididamente, no es lo que sucede en Sokdo (Velocity), una propuesta de Jaeduk Kim quien también está en escena. Kim ya había estrenado en Buenos Aires la obra Tensión espacial, creada y repuesta en innumerables oportunidades para los integrantes de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
Esta vez volvió con su grupo y un espectáculo a cargo de intérpretes hombres que entran en una sincronía que no da respiro. Durante una hora, entablan un constante diálogo con la música interpretada en vivo o grabada y una permanente interacción entre ellos apelando a momentos corales o solos. El resultado de esta ajustada maquinaria coreográfica es un festival en sí mismo: movimiento, cambios de ritmo y perfecta sincronización en una pieza de innegable esencia oriental que, en su permanente cruce con lo contemporáneo, abre puertas tanto a la danza acrobática como al hip hop. En ese tránsito, aunque en el plano sonoro dos músicos toquen el ajaeng, un instrumento tradicional coreano de siete cuerdas, o aparezcan algunas secuencias de pansori, una forma de arte dramático musical interpretado por un cantante y un tambor, Velocity coquetea con el más puro rock y hasta con la murga rioplatense en un viaje insospechado desde el corazón de Oriente a la República Oriental del Uruguay. Apelando a una ajusta puesta de luces y gran dominio de la escena, los guerreros de Modern Table se ganaron una merecida ovación por parte del público en la primera noche del festival.
El domingo por la tarde, en el Parque de la Estación, barrio de Once, la propuesta fue claramente otra. De un verdadero show coreográfico coral se pasó a una especie de ceremonia íntima con el público recostado sobre colchonetas en ese mágico galpón ferroviario recuperado (lamentablemente, la organización del festival no aportó material fotográfico que diera cuenta de armado de la propuesta en el lugar). En ese espacio devenido en una especie de pasarela, los perfomers canadienses Robert Meilleur y George Stamos presentaron Recurrent Measures DELUXE, creación de este último. En la Semana del Orgullo LGBTIQ+, en la introducción del trabajo, ambos luciendo vestidos diseñador por el mexicano Antonio Ortega, dejaron en claro que lo suyo estaba por fuera del pensamiento binario de género y que abrazaban la diversidad exaltando en todo momento el lado queer del montaje.
A veces en silencio, como si fuera parte de un ejercicio de meditación, y en otras oportunidades con música de fondo de The Younger Lovers, durante unos 40 minutos los performers despliegan una sincronía perfecta de movimientos circulares de un fluir constante como si fueran las variaciones de un único movimiento que va acumulando capas en medio de una ceremonia íntima y expansiva con la luz de la tarde del domingo iluminando el viejo galpón.
En el viaje por la ciudad que propone al Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, de las 7 propuestas con creadores extranjeros la cita del martes fue en Arthaus, pleno corazón de la city porteña. De Suiza, se presentó PRIVATE: Wear a mask when you talk to me, de la impactante Alexandra Bachzetsis, performer de origen griego y de amplísimo reconocimiento internacional. Su propuesta es una especie de manifiesto sobre la identidad de género a través del movimiento y la música. Conviven, sin intención paródica alguna, los típico movimientos de un espectáculo de drag queen con los del yoga, gestos de la cultura porno, ejercicios gimnásticos y poses publicitarias en un devenir constante, magnético, perturbador.
A lo largo de casi una hora, esta increíble performer de una presencia escénica avasallante, es Amy Winehouse en zapatillas y vestido de látex negro furioso y fetichista, pero también un boxeador que transpira masculinidad con su jogging impecable. En su ritual trans, Alexandra Bachzetsis también es Michael Jackson, y también es Anthony Quinn bailando en la película Zorba el griego. Nunca apela a la copia fiel. Su signo, su marca, su búsqueda es la sutil cita y la mutación constante frente al espectador que le posibilita reflexionar sobre los modelos establecidos por la cultura visual hegemónica. Termina cantando una bella y melancólica canción griega de cara al público, sin maquillaje, sin máscaras. Sobre el despojado escenario quedan las marcas de sus diversas transformaciones (el vestido de látex, el jogging, las cremas de maquillaje, una toalla mojada, los mocasines de charol) como testigos mudos del recorrido.
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