Iñaki Urlezaga: "Sin el Estado detrás, es difícil que haya ballet en Palpalá"
Aun con el cambio de gestión política, el bailarín se compromete al frente de un proyecto de compañía clásica, nacional e inclusiva
Todo un desafío articular calidad artística con inclusión social. Y en esa tarea viene trabajando Iñaki Urlezaga , al frente del Ballet Nacional Danza -creado en 2013 como Danza por la Inclusión-, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación; una compañía que sigue creciendo en número y más allá de signos políticos. Tras una nueva tanda de audiciones, hace quince días, ya son 53 bailarines -aspiran alcanzar los 60- de Mendoza, San Juan, Córdoba, Salta, Santiago del Estero, Río Negro, Tucumán, Entre Ríos, además de una docena de Buenos Aires, y con un carácter latinoamericano que lo dan integrantes de Brasil, Uruguay, Paraguay, Venezuela y Ecuador.
Tomado de la barra, sobre el escenario del Teatro Opera donde esta noche comenzará una serie de funciones gratuitas, Urlezaga se ve como un alumno más de la clase, antes del ensayo, pero cuando se lo escucha dar instrucciones sobre cómo están las luces, queda manifiesta su otra faz, de director. De su propia coreografía, Cuentos de Chopin abrirá el programa mixto que con Carmen y Bolero se verá durante una semana.
-¿Qué realidad encontrás en los diferentes puntos del país en relación a la danza?
-Tenemos varias: el interior, la Ciudad de Buenos Aires y la capital de provincias como Córdoba, que tiene su teatro, su elenco estable y su escuela, y donde entonces hay una movimiento de danza importante. Otras provincias tienen teatro, pero no elenco. Hay academias privadas, donde se estudia, aun sin una posibilidad de trabajo. Y también hacemos audiciones en lugares donde ni siquiera hay un teatro y podés encontrar un talento. El lugar más inhóspito es el Sur porque no hay tantos teatros. De La Pampa para el Norte, hay más cantidad de chicos.
-¿En qué se ve el carácter inclusivo de la compañía?
-Para el público todas las funciones y clínicas son gratuitas, algo inédito en la danza clásica. Es divino el fenómeno que sucede: hay habitués de la danza, gente que nunca ha asistido a un teatro, otros que quieren seguir viéndome. Para los bailarines, es la primera vez que un ministerio va a buscarlos. Y como es nacional, sabemos que vamos a formar un espectáculo para salir de gira por el interior. Si no hay un Estado presente cuesta que tanta gente vaya a Zapala en Neuquén o a Palpalá en Jujuy.
-¿Cómo administrás tu energía para ser, simultáneamente, director, coreógrafo y bailarín?
-La clave es la organización. Soy una persona muy metódica. La danza clásica es una profesión de mucha disciplina. Me da la libertad de no mostrar una postura frente a los chicos: soy el primero que llega y el último que se va. Si bien soy la pirámide de todo, hay una gran camaradería. Un director es un padre de una familia. Recién tengo 40 años y estoy aprendiendo la dirección con ellos.
-¿Cómo fue para esta compañía que nació en la gestión de Alicia Kirchner en el Ministerio de Desarrollo Social la transición con el gobierno actual?
-Cuando le presenté la renuncia a Carolina Stanley el 10 de diciembre, mi principal interés era que continuase el proyecto. No me importaba si yo seguía, porque entendía que cuando los gobiernos cambian, cambian sus directivos. Pero sí me importaba que un proyecto que se estaba consolidando no se interrumpiera: para armar un ballet tardás mucho tiempo y para destruirlo basta un pulgar abajo . Ella me dijo que no tenía idea de terminar con esto, que es un proyecto muy verdadero, y la idea era profundizarlo y ver cómo seguíamos en adelante. Más allá de algunas cosas protocolares o lingüísticas (se acortó el nombre) o visiones de los nuevos directivos, siempre fue un proyecto que le dio mucha alegría al ministerio. Estamos todo el día trabajando para sentirnos orgullosos. Es plata del Estado, yo tengo mucho cuidado. Cuando el Estado invierte, tiene que estar bien invertido.
-Es particular que un organismo oficial tenga funciones gratuitas en un teatro como el Opera.
-El año pasado estuvimos en el Coliseo. Lamentablemente, no tenemos una sede oficial. Hubiera deseado que en el CCK pudiera haber danza, pero fue pensado para la Orquesta Sinfónica Nacional y muy pocas cosas además. Es muy complejo ir a bailar al Colón o al Teatro San Martín, que tienen sus elencos (además, el San Martín está cerrado). Estoy muy contento porque éste es un teatro que conozco mucho, que brinda a los chicos la posibilidad de lucirse muy bien, de trabajar cómodos y de visibilizar el proyecto. En el interior vamos a todos los teatros de las provincias y actuamos hasta en clubes.
-¿Qué contrapunto hay entre este ballet nacional, inclusivo y federal respecto de otros estables?
-Los chicos tienen una conciencia artística muy flexible. Esa flexibilidad también es psicológica: cada bailarín no tiene su camarín, su teatro, su horario. Si vamos de gira hay un esquema, si vamos al Garrigós [el ex hogar de niñas de Paternal es la sede de trabajo diario de este elenco, como para la Banda Sinfónica Popular y el Ballet del San Martín, en este período extramuros] es otro y en el Opera, otro. Unos programas nos llevan al Norte, otros al Sur. Sabemos que nos va a tocar un teatro enorme con gran despliegue escenográfico y también una función a cámara negra.
-¿Cuáles son los proyectos de esta gestión para la compañía?
-Hicimos una gira por el Norte en julio, bailamos en Tucumán para el Bicentenario, y en La Rioja, Santiago del Estero y Jujuy. En octubre, tendremos un programa mixto que incluye Serenade, y viene la gente de Balanchine a montarlo. Oscar Araiz, va a reponer Cantares y vamos a terminar con el tercer acto de Raymonda, en el Opera, y de gira por el Litoral.
-¿Qué dimensión tiene hoy la idea de tu retiro como bailarín?
-No tengo una fecha exacta, pero no lo veo como algo lejano. Me parece ridículo decir a los 40, a los 42, porque yo no tengo una jubilación de la cual dependa, como en un teatro donde por ley tenés que jubilarte aunque no quieras. Voy buscando siempre un repertorio que puedo hacer bien. Mi misión en esta compañía, donde bailo también, es guiar a los chicos para que crezcan profesional y artísticamente. Busco siempre ese balance y mientras pueda seguir haciendo un repertorio que les quede bien a ellos y y a mí, seguiré bailando. El día que no sea posible, será la hora de despedirme, porque no voy a sacrificar el elenco. Estoy al servicio de este proyecto.
Ballet Nacional Danza
Chopin, Carmen y Bolero
Dirección, Iñaki Urlezaga; con la Orquesta Académica de Buenos Aires. Desde hoy y hasta el viernes 12, en el Teatro Opera, Corrientes 860. Gratis.
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