Igor Yebra. "Mi aprendizaje artístico, personal y profesional fue como estos tres años: salvajes"
Desde la primera línea de La Tregua se sabe que a Martín Santomé, el protagonista, le faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarse. Al español Igor Yebra le queda bastante menos como director artístico del BNS: cuando la pandemia asomaba y la incertidumbre era prácticamente total, le anunciaron que ésta sería su última temporada al frente del Ballet Nacional de Uruguay. A pesar de la sorpresa, reservó el sentimiento de pesadumbre para el personaje principal de la novela de Mario Benedetti sobre la que venía trabajando con un equipo formidable desde hacía dos años. Eligió para sí mismo lo contrario, la inquietud, el movimiento, y se convirtió en un motor para llevar adelante a los bailarines en el año más atípico que atravesó el mundo contemporáneo. Sin frenos: no se detuvieron las clases ni la creación ni los espectáculos, que fueron encontrando nuevos formatos hasta volver a habitar el escenario. Por eso se le reconoció al Sodre un rol excepcional en la región durante 2020 y, en buena parte, también por ese esfuerzo y lucimiento en la adversidad, se premia a Yebra a la hora de la despedida.
Corolario de una gestión de tres años con varios puntos sobresalientes, después de un estreno a la altura del centenario de Mario Benedetti, el artista bilbaíno fue declarado ciudadano ilustre de Montevideo este lunes, y al día siguiente el país le entregó la medalla Delmira Agustini, distinción honorífica con la que el Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Educación y Cultura, homenajea a quienes han contribuido de modo excepcional a las artes. Ni los Reyes de España ni las autoridades del País Vasco pasaron por alto la ocasión y le enviaron sendas cartas de felicitaciones.
–Te dan los máximos reconocimientos de Uruguay, pero... a volverse a España. Parece una contradicción, ¿lo vivís como una contradicción?
–Lo dije en mi discurso en el Teatro Solís y lo repetí el martes: he vivido a lo largo de la gestión muchas alegrías, pesares y contradicciones también. Mi no continuidad es una contradicción, sí, pero una contradicción que puedo comprender, aunque no la comparta. Y la puedo comprender por que sé quién tomará la dirección. Yo vine a hacer gestión artística y cultural, y no me gusta meterme en temas políticos, porque considero que trabajo para todo el mundo. Pero si tienes una persona que está trabajando bien, y hasta pareciera ser que muy bien, a quien la gente quiere, y no sigues confiando en ella, es porque tienes un plan mucho mejor. Me basta con haber sido honesto y servido lo mejor que he podido.
–¿Qué más dijiste en tu discurso?
–Que muchas gracias, por supuesto, que me honra y que me gustaría que vieran al país no como al paisito que siempre están diciendo sino como un país con mayúsculas.
–Ciudadano ilustre de Bilbao, primero, y ahora de Montevideo, ¿qué te dio Uruguay además de trabajo y cómo evaluás después de tu larga trayectoria en Europa (en tu propio país, pero también en Francia, Italia, Rusia) la experiencia en este otro rincón del mundo?
–Latinoamérica es otra cosa, muy diferente de Europa. Me ha aportado mucho por el momento en que llegué, un momento de transición en mi vida y en mi carrera, y aquí descubrí cómo es ser director de una compañía, algo que ni me lo había planteado. Me ha gustado y apasionado hacer una apuesta más directa a una cosa que me interesa y que empecé con mi escuela: trabajar para que otros reciban el aplauso y utilizar la cabeza antes que el físico, que va en contra de lo que le enseñan a un bailarín. Me parece interesante la cercanía con el público, un tipo de cercanía que uno no tiene cuando está en el escenario. Lo que hicimos con el programa BNS en expansión, llevar el ballet a los barrios y a las calles, me aportó un placer y una alegría inmensos. Ver la cara de la gente desde la misma platea fue para mí de una riqueza enorme.
Me ha gustado trabajar para que otros reciban el aplauso y utilizar la cabeza antes que el físico, algo que va en contra de lo que le enseñan a un bailarín.
–Concebís la labor artística y la social como paralelas, entonces.
–La cultura, punto uno, es importantísima porque aporta valores éticos, y dos, porque nos ayuda a desarrollar un pensamiento propio. Para mí es primordial que la cultura vaya de la mano de lo educativo y lo social, no lo entiendo de otra manera. Dentro de una estructura nacional como ésta, con más razón, porque el dinero proviene del impuesto de la gente, de los ricos, de los pobres y de los medianos, por lo que tenemos que estar al servicio absolutamente de todos.
–La Tregua aparece como tu mejor carta de despedida, ¿fue tu mayor osadía?
–No necesariamente, mi carta de despedida sería el ballet sobre Delmira Agustini, una obra que he propuesto y he formado el equipo artístico de mujeres para realizarla el año próximo [la coreografía será de la premiada artista internacional Annabelle López Ochoa]. Soy el gestor de eso y estoy seguro de que va a ir a un puerto estupendo. Será lo último que haga aunque no esté más aquí. Luego, no puedo decir que una sola cosa haya sido la más arriesgada, porque por ejemplo El Quijote del Plata fue una osadía brutal: recién llegaba, podría haber ido a un lugar conformista, poniendo un título clásico, y en cambio hicimos planes de crear un ballet sin siquiera tener un argumento, en tiempo récord, y con una técnica que ahora en La Tregua se ha duplicado.
–¿A qué te referís?
–A una técnica visual a la que estoy acostumbrado y he visto mucho en Europa, con una apuesta por las luces, una escenografía ligera y estructural; para mí eso es un reto. Al año siguiente nos metimos con un ballet como Suite en blanc, de la plena tradición francesa, en un lugar donde no venían de tener ese tipo de cultura balletística. Y ahora viene La Tregua después de una pandemia que ha significado mantener viva la llama y seguir creando, como fue con el ciclo Seguimos con vos, o el programa de iniciación a la danza con juegos, Pequeballet, que se verá en episodios de 15 minutos.
–Tanto El Quijote del Plata como La Tregua fueron el resultado de la alquimia de equipos creativos interdisciplinarios, en cuya obra se pierde la idea de un autor, y la coreografía es tan importante como la música, la dramaturgia o la escenografía. ¿La vieja fórmula Diaghilev?
–No hay que compararse, pero es tomar de espejo lo que se hizo en aquella época. Había una manera de trabajo en conjunto y con equilibrio, y a mí es lo que me inspira. En mi carrera he visto coreógrafos firmar hasta vestuarios, músicas, y me refiero a gente de renombre… No es lo que me gustaría. Me crié en el ejemplo de los Ballets Rusos y luego tuve oportunidad de bailar piezas como Ícaro, de Picasso, o Parade [Picasso, Léonide Massine, Erik Satie, Jean Cocteau], lo que me parecía interesantísimo. Me gusta ese trabajo conjunto en el que todos aportan y se lucen, al servicio de lo más importante: el mensaje que quieres dar. Por supuesto sin perder de vista el potencial de cada uno, el mayor talento posible.
Puedo escribir cuatro cosas, pero eso no me hace escritor. No me consideraba un coreógrafo y he hecho coreografía. ¿Hice una obra de teatro? Sí. ¿Me considero actor? No lo sé. Soy todo lo que hecho""
–¿Y dónde está tu potencial? Fuiste bailarín estrella en compañías europeas, te animaste a la actuación en teatro, hiciste TV, estás dedicado a la formación con tu propia escuela en Bilbao, dirigiste una compañía en la otra punta del mundo... ¿y ahora?
–No tengo ni idea. El potencial está en el individuo, en no ponerte límites ni puertas, en investigar y hacer todo lo mejor que uno pueda. Ideas y proyectos tengo.
–¿Estás escribiendo?
–Sí, me puedo poner a escribir, y escribo cuatro cosas, pero eso no me hace escritor. No me consideraba tampoco un coreógrafo y he hecho coreografía. ¿Hice una obra de teatro? Sí. ¿Me considero actor? No lo sé. Y al mismo tiempo soy todo eso porque lo he hecho. Lo próximo que me traiga la vida, si es un reto que me guste, allí me voy a lanzar, aunque me cuesta a veces meterme en cosas porque soy excesivamente autocrítico.
–"Pero cuando me lanzo voy con todo", decías. ¿Eso te hace revisar lo que dejaste en estos años?
–Para nada, mi aprendizaje artístico, personal y profesional ha sido como estos tres años: salvajes. Pero ahora no es momento de valoraciones, porque todavía estoy aquí. Sí puedo decir que el mundo del arte me parece ahora mucho más amplio de lo que ya me parecía.
–¿Adónde va a estar tu casa?
–Mi casa siempre ha sido Bilbao, y aunque haya pasado allí poco tiempo, es ese centro adonde he ido y voy cuando hay un compás de espera, un pausa. Pero yo hago mi casa del lugar en en el que estoy viviendo. Y he hecho de Montevideo mi casa, por eso tal vez recibí la ciudadanía ilustre, porque empiezas a hacer cosas porque la sientes y la defiendes como tu casa.
–Sucediste a Julio Bocca y dejarás, si se confirma lo que es un secreto a voces, el cargo en manos de una uruguaya: María Noel Riccetto. ¿Cuál es tu legado al BNS más allá del repertorio?
–Que lo valore otro. Lo importante para mí es como pasó en Amurrio, un pueblecito de mi tierra, en el que se creó un proyecto de cero que por cinco años estuve dirigiendo, y hoy, diez años más tarde, funciona. Eso es: meterte en las cosas y que cuando las dejas, que sigan creciendo y mejorando.
–¿Qué aprendiste en el año de la pandemia?
–Que hay que convivir con ella, no podemos paralizarnos. Personalmente confirmé algo que llevo a la práctica: aprovecha el momento y exprímelo, porque te llega la pandemia, una enfermedad, la muerte misma y es el final del partido. No voy a decir: dejo de hacer algo hoy porque hay tiempo, porque eso no es cierto; no, no lo tenemos, y esto nos lo ha demostrado. Así como también tenemos que pensar más en los otros, en nosotros como sociedad, porque nos hemos convertido en individualistas. Que no se le olvide la gente lo que hemos pasado ahora estos meses cuando venga la vacuna, porque entonces sí que no cambiamos nada. Y hemos aprendido también que la cultura es esencial y la prueba estuvo en que la gente ha consumido más cultura que nunca, se ha agarrado a la cultura.
–¿Tenés pasaje de vuelta?
–El 30 de diciembre. Primero será la Navidad en Montevideo, hay dos teatros de verano del ciclo BNS en expansión, cerca de la gente, y luego mi último espectáculo el 28 de diciembre: una gala con diferentes piezas. Pero todavía estoy acá.
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