"Hay que revitalizar los clásicos"
El bailarín argentino, figura del Ballet de Santiago, debuta como coreógrafo
La historia de cómo Luis Ortigoza -argentino, primer bailarín estrella del Ballet de Santiago de Chile- llegó en octubre a debutar como coreógrafo con una producción gigante de La bayadera parece el desenlace de una crónica anunciada, aun cuando el propio Ortigoza, que hoy estrena esta puesta en La Plata, diga que no imaginó antes que llegaría este momento, por eso de que nunca se fijó metas en su carrera y que las cosas, simplemente, fluyeron y lo llevaron a convertirse en una figura de reconocimiento internacional.
El coliseo bonaerense lo convocó con insistencia para que hiciera su propia versión de La bayadera . Y Ortigoza contestó que no, una y dos veces, siempre desde Santiago, donde hizo su camino profesional, desde que en la adolescencia dejó esta ciudad. Quizá por eso de que la tercera es la vencida, cuando la propuesta le volvió como bumerán del otro lado de la cordillera dio una respuesta que antecedió al sí definitivo. "Contesté que lo iba a pensar y fui a hablar con Marcia Haydée [directora del Ballet de Santiago], que me dijo que era algo que sí o sí tenía que hacer, pero que antes que en La Plata lo haría en Chile", cuenta Luis de este lado de los Andes, a sus 39 años recién cumplidos y con especial emoción por regresar al país y a la única compañía que, aunque sea dos meses, lo contó en sus filas. Vale la pena recordar que antes, mientras estudiaba en el Instituto Superior de Arte del Colón, se presentó a concurso para ingresar al Ballet Estable y por ser "demasiado joven" quedó afuera, pelea de jurados mediante.
"Me animé porque conozco mucho La bayadera . Siempre me llamó la atención porque transcurre en la India, un lugar y una cultura que me motivaron a investigar. La trama es bastante real y toda su temática es actual y universal: amor, traición, poder, muerte." La belleza material de los palacios y, sobre todo, la espiritual, invitan al bailarín a hablar de la riqueza hindú y a recordar que todavía tiene pendiente ese viaje. De ese patrimonio se vale Ortigoza para aggiornare la obra original. "Encuentro que hay que revitalizar los clásicos, agilizarlos. Mi propuesta es mantener la estructura y la esencia del ballet, e incorporar ciertas modificaciones, como danzas para hombres, porque en las obras de repertorio los varones siempre están detrás de la bailarina y creo que es momento de darles otras prioridades."
-¿Qué otras características definen tu versión?
-Hice un ballet en dos actos, con un intervalo. Conserva una de las estructuras más perfectas, la de Petipa: la historia es clara; los personajes son definidos y bien caracterizados; la danza está en un contexto en el se entiende lo que está pasando. En mi versión, el final de la segunda escena no se baila: es un enfrentamiento entre los dos personajes antagónicos.
Tanto o más que la escenografía, el vestuario cobra relevancia. Desde los colores de los trajes hasta la forma en que se coloca un sari, Ortigoza se propuso a dar cuenta de signos culturales que se revelaron frente a él durante un año y medio de trabajo.
-¿Es cierto que mientras recorrías el mundo como bailarín fuiste comprando las joyas que usan ahora las bailarinas?
-Sí, traje, por ejemplo, unos collares de cristal que modificamos para las coronas.
-¿Fuiste severo como coreógrafo con los bailarines?
-Creo que sí. También conmigo soy muy exigente. Sinceramente encuentro que es muy difícil bailar ballet clásico y, si está hecho de cualquier forma, me aburre. Tiene que haber una diferencia entre una cosa física y una artística.
Desde que Haydée se puso al frente del Ballet de Santiago, el argentino encontró nuevos espacios en la compañía, también como coach , otra actividad de la que disfruta mucho.
-En tu máximo momento como bailarín, te convertiste en docente y en coreógrafo. ¿Estás pensando en retirarte de los escenarios?
-En un momento sentí que había que darle paso a otra gente; creí que ya había llegado mi momento, y Marcia me dijo que de ninguna manera. Ella me hizo ver otras cosas y desde entonces, cada vez que salgo al escenario, puedo disfrutar muchísimo.
-Se escucha tu nombre como el sucesor de Haydée al frente del Ballet de Santiago.
-Yo también escuché eso, pero no sé qué va a pasar. Yo quisiera que Marcia se quedara indefinidamente en la compañía. Trabajo muy unido a ella y a lo mejor eso puede ser visto como que me está preparando. Y a lo mejor es así.
-¿Sentís cierto rencor o pena por no haber desarrollado tu carrera en el país?
-Nunca me arrepentí de lo que hice. Lo que me da pena es ver que tengan un teatro como el Colón y que esté cerrado por refacciones, que tengan una compañía como la que tienen y que no tenga un buen lugar para bailar. Buenos Aires es una de las pocas ciudades del mundo en la que podés hablar de ballet con un taxista, porque se ha popularizado. Luego... hay tantos bailarines que se han tenido que ir y que hoy son excelentes cabeza de compañía en Europa. A lo mejor yo también tenía que irme para que me pasaran estas cosas.
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