Federico Fernández. "Decir lo que pienso me trajo problemas, pero duermo tranquilo"
El primer bailarín del Teatro Colón creó una compañía independiente que hace galas con éxito de público; de espíritu crítico y políticamente incorrecto, respalda a Paloma Herrera
En la TV está fija la imagen de los tres Soda Stereo, en blanco y negro; tienen los peinados batidos de los primeros años. Federico Fernández ingresa al living desde el balcón, donde posa para las fotos aunque la noche haya caído y afuera esté lloviendo. La humedad no tiene nada que hacer con su pelo lacio y rubio, como el de esos príncipes de cuento que a menudo le toca interpretar. Pero, definitivamente no, no estamos en presencia de un duque, ni por la cuna ni por las formas que lo han traído hasta aquí.
Al igual que el talento, su perfil es bien conocido en el medio. Primera figura del Ballet Estable del Teatro Colón , que integra desde 2004, lo caracteriza también su arrojo. Es un crítico de las gestiones públicas que se toma pocos descansos, políticamente incorrecto, definitivamente corrido de la media de los bailarines clásicos. "Todo esto que decís me ha traído algunos problemas, me ha generado trabas, pero ¿sabés qué?, duermo tranquilo: digo lo que siento, lo que me sucede y lo que me parece. Y me he equivocado muchas veces también, reconozco mis errores. Me he dado unos golpes tremendos".
Hace tres años, movido por las ganas de generar más oportunidades, formó Buenos Aires Ballet (BAB), un elenco versátil nacido para paliar la escasez de funciones que tienen los organismos estatales. Dedicado a presentar espectáculos en formato de gala, el BAB se viene nutriendo de bailarines de compañías oficiales como el Colón, el Teatro Argentino de La Plata, el disuelto ballet por la inclusión, los contemporáneos del San Martín y el Nacional, aunque por circunstancias azarosas las últimas veces solo se vio a ese team íntegramente en clave coloniana.
Es una suerte que hoy el contexto sea diferente de aquel que lo lanzó por la senda independiente. Por un lado, porque con la llegada de Paloma Herrera a la dirección artística del Estable las funciones se han multiplicado y ya no apremia tanto la sed de escena –a ella Fernández le reconoce, además de ese primer estandarte, otras mejoras en las condiciones de trabajo, como la incorporación de equipo médico que acompaña a los bailarines–. Y por otro lado, en su no tan breve recorrido este grupo se ha ganado un buen lugar: una vez por mes, como es el caso de mañana, desembarcan en el ND Teatro buscando sorprender con un programa de pas de deux del repertorio internacional, y no de los más obvios; además, este año inauguraron un nuevo teatro en Morón, donde tendrán una fecha de residencia mensual, pasado mañana estarán en Luján, han viajado por las provincias y en La Habana, Cuba –una plaza internacionalmente muy respetada–, les ha ido tan bien que los invitan a volver al célebre festival. En Capital, vienen pegando consecutivamente en la boletería el cartelito de "entradas agotadas". Un dato nada menor para un proyecto que se sostiene principalmente con la recaudación y procura pagar buenos cachets a los bailarines sin aumentar el precio de las localidades.
"No puede un trabajador ganar 1500 pesos por función", apunta Fernández, que aquí, del otro lado del mostrador, se ocupa de asegurarse desde las cintas del tapete hasta de que las luces sean las apropiadas. Entusiasmado, cuenta que en estos días recibió una llamada para confirmarle un mecenas para su proyecto. Se enorgullece cuando otros advierten que sus galas les dan visibilidad a bailarines que muchas veces se pierden de vista en la homogeneidad de los cuerpos de baile. Ayelén Sánchez, Camila Bocca, Jiva Velázquez –que acaba de sorprender con un Alí genial en El Corsario – han tenido primero aquí y luego en el Colón sus oportunidades de lucimiento. Es como si el BAB fuera una probeta donde animarse a otros roles y, de alguna manera, también una probeta donde Fernández ensaya sus dotes de gestor: la política cultural le interesa como un campo de acción para un futuro no inmediato. A los 31, le quedan los mejores años por delante; está en esa etapa en la que un bailarín comienza a interesarse más por el aspecto artístico de los roles, cuando se prefiere un Romeo y Julieta a una Coppelia y se le encuentra otro sentido a cada paso en el escenario.
El BAB ensaya en una sala que le cede la Fundación Julio Bocca , tienen un pequeño sponsor y reinvierte en su propio futuro. Los vestuarios, por ejemplo, son del propio Fernández. "Guardo los tutús debajo de la cama y varios trajes están en ese armario –señala, detrás de la biblioteca–, aunque parezca que no puede entrar nada ahí. También hay otros en mi placard del camarín del Colón. Mandamos a hacer los vestuarios, los pagamos en cuotas". El plural es porque hay una productora, la exbailarina Karina Battilana, que con él hace de locomotora de este tren.
Hay que bucear un poco en su historia personal para entender el espíritu que lo mueve. Se recuerda en los hombros de su vieja yendo a la Plaza de Mayo. Se emociona. Su mamá, que falleció hace un año y medio, cuando apenas comenzaba a transitar la quinta década, fue un ideal de mujer y de lucha: tuvo su primer hijo a los 16 años y enseguida fue "viuda de un desaparecido". Luego nació él, y dos hermanos más. En verdad a Diana Kraitzman le gustaba tocar el piano, pero postergó esa pasión y llegó a escribir cartas de amor por encargo para sostener a la familia. "Le fue bien con eso, recuerdo de chico haberla visto en la tele y en la tapa del suplemento de espectáculos de un diario por ese tema de las cartas. Crecí en una casa de clase media baja, en la que contábamos las monedas y si teníamos dos, una era para darle al otro".
–¿Qué tipo de problemas te trae tu forma de ser?
–En verdad, más problemas tiene el otro si no puede interpretarme correctamente. Me pasa ahora a veces con Paloma y me pasaba antes con Lidia [Segni dirigió el Ballet del Colón durante la gestión de Pedro Pablo García Caffi]. Pero, ojo, yo defiendo esta dirección: pueden no gustarme algunas cosas, pero sé que Paloma es honesta con su forma de pensar, que no es corrupta. No bien asumió tuvimos una charla, por estas formas mías que ella no comparte. Siempre fui muy crítico de las direcciones de ballet, pero en este caso es diferente: creo en la buena voluntad, en la honestidad y en todo lo que quiere lograr Paloma con la compañía del Teatro Colón. En cambio, no confío en el entorno, ni las condiciones que le brindan, ni que le digan la verdad. Ella se sumó a un teatro público y a su alrededor hay un grupo que lo maneja como si fuera un banco. Es mi opinión, claro.
–Si te diste muchos porrazos, es algo para revisar...
–Ahora trato de hablar diferente. Aprendí a ser menos verborrágico, más controlado, y digo lo mismo. A veces mis formas terminaban arruinando una buena causa. Me golpeé, me caí y crecí.
–Las razones que te llevan a confrontar tienen más que ver con cuestiones administrativas y políticas que artísticas.
–La gestión política para mí en el teatro está desvinculada de la gestión artística. El teatro habla mucho de los artistas de la boca para afuera, pero hacia adentro no estoy seguro de que seamos tan valorados. Hay que pensar en dónde está puesto y qué significa el Colón. Es el lugar de la elite de Buenos Aires mucho más que un teatro público.
–Sin embargo, está abriéndose bastante, captando otros públicos.
–Nosotros no criticamos que entre otro público, lo que cuestionamos es si es real lo que dice la directora general, que trayendo ciertos espectáculos incentivás a que una persona vuelva a ver ballet, ópera o a escuchar un concierto. Tengo mis dudas.Creo que la forma de generar nuevos públicos para el ballet, la ópera y los conciertos es invitando a la gente con entradas económicas y funciones donde se les brinde lo que se produce en este teatro. Después sí, cuando hay tiempo libre o baches, alquilás la sala, que es lo que pasa en todo el mundo.
–Julio Bocca dijo que los bailarines del Colón trabajan poco. ¿Qué opinás?
–Podríamos trabajar más si hubiera una contraprestación por esas horas. Pero también hay que tener en cuenta que ocho horas en el salón pueden rendir igual que cuatro de muy buen ensayo. Es relativo.
–¿Cuál es tu ambición ahora con el Buenos Aires Ballet, el próximo paso?
–Por ahora no podemos pagar derechos para incorporar nuevas obras, pero creo que no falta mucho. Tal vez a fin de año, seguro el que viene. Esa es mi ambición con BAB en un futuro cercano, incorporar obras que podríamos hacer con la cantidad de bailarines que somos, alrededor de una docena. Títulos como Margarita y Armando, de Ashton, una obra de William Forsythe, un coreógrafo que me interesa. No estamos tan lejos de eso.
Para agendar
Sábado 28, a las 21,Buenos Aires Ballet presenta una gala de pas de deux en el Teatro ND Ateneo, Paraguay 918. Entradas desde $ 300. El programa incluye El espectro de la rosa (Lucia Giménez y David Gómez), La Fille Mal Gardee (Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias), Gillermo Tell (Ludmila Galaverna y Facundo Luqui), el despertar de La bella durmiente del bosque (Eliana Figueroa y Federico Fernández), La Péri (Emilia Peredo y David Gómez), Alto de caballería (Ayelén Sánchez y Jiva Velázquez), Moskovsky Valse (Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias) y Laurencia (Eliana Figueroa y Federico Fernández, con las solistas Lucía Giménez y Amparo Vázquez).
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