Falleció Susana Ibáñez, figura pionera de la danza contemporánea argentina
Junto a Oscar Araiz, Lía Jelín e Iris Scaccheri, fue una de las integrantes de la primera compañía de danza moderna que dirigió la mítica creadora germana Dore Hoyer
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El viernes pasado falleció la bailarina Susana Ibáñez, una pionera de la danza contemporánea argentina. Desde hace un tiempo, pasaba sus días en una residencia geriátrica hasta que su cuerpo, a los 87 años (se presume), dijo basta.
Susana Ibáñez fue una de las integrantes de la mítica compañía que formó la bailarina y coreógrafa alemana Dore Hoyer, en 1960. En perspectiva, aquello fue el kilómetro cero de ese movimiento tan expansivo, vital, renovador en lo que hace al mapa de las artes del movimiento. A contrapelo de todo centralismo porteño, el grupo formado para esa increíble creadora alemana desplegó sus formas en la ciudad de La Plata.
Durante el proceso gestación creativa, Dore Hoyer fue formando dos grupos: el de los solistas y otro mayor que llamó Coro de Movimiento. Allí estaban, entre otros, Ana Cremaschi, Iris Scaccheri, Oscar Araiz, Lía Jelín, Martha Jaramillo, Noemí Fredes y Norman Briski. O sea, todos creadores que, con los años, se convirtieron en figuras indiscutibles de la escena local. Esos primeros trabajos se presentaron en el Teatro Argentino de La Plata y, posteriormente, en el Teatro Colón, en mayo de 1961, como Conjunto de Danzas Moderna. Fue la primera compañía oficial de danza contemporánea.
Simultáneamente, fue una de las bailarinas que integró, junto a creadores como Oscar Araiz, Ana Itelman y Susana Zimmermann, la Asociación Argentina de la Danza que, entre 1962 y 1972, tuvo una influencia muy significativa en el desarrollo de la danza en nuestro país y que, desde sus inicios, apostó fuertemente tanto por el universo de lo clásico como por lo contemporáneo.
“Susana Ibáñez nos ha legado el enorme compromiso que tuvo como excelente artista y maestra de generaciones de bailarines y actores. Su máscara en escenario ha sido única e irrepetible. Inolvidable en la obra de Ana Itelman, Casa de puertas¨, haciendo de Bernarda Alba”, recordó el gran bailarín y coreógrafo Mauricio Wainrot en sus redes sociales.
Se habían conocido en 1968, cuando Oscar Araiz creó el primer Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. En ese tiempo, ella era una de las notables bailarinas de la compañía que hizo gira por Francia, España e Inglaterra. ”Desde el primer momento se ocupó en especial de los más jóvenes que, como yo, recién comenzábamos nuestra carrera en el mundo de la danza. Mucho tenemos que agradecerle a ella”, confesó el creador en charla con LA NACION.
Susana Ibánez volvió a trabajar en otra compañía oficial cuando Wainrot la invita a ser asistente de dirección del Grupo de Danza Contemporánea del Teatro San Martín (actual Ballet) cuando en 1982 se hizo cargo de la conducción del grupo.
Paralelamente, fue docente del método Fedora Aberastury, que promueve el conocimiento del cuerpo en movimiento a través del pensamiento consciente del propio movimiento. Casi a sus 50 años, cuando una bailarina podría estar pensando en otros horizontes, se fue a Europa a visitar algunos amigos, a reinventarse.
En Freiburg, sur de Alemania, asistió a un ensayo de Johann Kresnik, coreógrafo de fama internacional fallecido hace pocos años. Le comenta que había estudiado y bailado con Dore Hoyer y el creador termina sumándola a la compañía que también integraba el bailarín y coreógrafo argentino Osvaldo Ventriglia (quien luego la dirigió en Goya, en donde hacía de la muerte; y en Schatten, obras de fines de los noventa). Como parte de la compañía de Kresnik, el coreógrafo creó diversas puestas pensadas para esta artista argentina.
En otro posteo, Mauricio Wainrot hizo referencia a esa unión creativa. “Johann Kresnik era un coreógrafo austríaco y gran puestista, muy controvertido por sus temas, la violencia que se veía en sus puestas, y cuyos límites entre la danza y el teatro eran muy difusos. El público y sus bailarines amaban el expresionismo de su trabajo, y en un mundo donde reinaban tres muy destacadas mujeres y excelentes coreógrafas (Pina Bausch, Reinhild Hofmann y Susanna Linke), Kresnik encontró su propio y desenfrenado camino para mostrar sus fabulosas creaciones. Al pensar trabajar en la vida de Ulrike Meinhof, célebre miembro de la banda terrorista Baader-Meinhof que asoló a Alemania en los años 60´y 70´, Kresnik sabía que podía contar con Susana Ibáñez para desarrollar en escena la extraordinaria complejidad de este personaje tan difícil que había fallecido, por suicidio o asesinato, unos pocos años antes en un prisión donde estaba detenida. Susana Ibañéz se terminó destacando en ese difícil personaje y fue muy considerado y reconocido su excelente trabajo. Ulrike Meinhof ganó en Berlín el premio a la Mejor obra de teatro de 1990″.
Al tiempo, volvió a su monoambiente ubicado frente al Teatro San Martín. Ya en la residencia para adultos, Doris Petroni, solía ir a visitarla. La noticia de su muerte despertó la rápida reacción de sus pares con sentidos recuerdos de creadores como Ana Deutsch, Alicia Sanguinetti o Adriana Barestein, entre otras, hacia esta figura pionera de la danza contemporánea argentina y de una intensidad en escena que todos recuerdan y admiran. “La imagen que tengo de ella es en Romero y Julita, coreografía de Araiz y su grupo. Ella estaba impresionante, ella era impresionante. En ese momento, yo estaba dando mis primeros pasos como bailarina y, con los años, tomé clases con Susana del método Fedora Aberastury. Luego se fue a Alemania, ya grande, a continuar con su carrera. En escena, Susana impactaba por su gestualidad, su despliegue físico. Era una bailarina muy potente que no pasaba inadvertida”, comenta la coreógrafa y bailarina Roxana Grisntein a LA NACION.
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