Extremo refinamiento en un doble programa de ballet
Cuentos de Oriente y Occidente / Programa. La bella sueña / Coreografía: Ana María Stekelman; música de Strauss, Ligeti, Shostakovich y otros; vestuario y escenografía: Jorge Ferrari. Dos pétalos, puesta en escena /Coreografía: Teresa Duggan; música tradicional del Japón; escenografía: Gonzalo Córdova; vestuario: Nam Tanoshii; Iluminación: David Seldes. Ballet contemporáneo del Teatro San Martín / Director: Andrea Chinetti / Funciones: martes, a las 20.30; jueves, a las 14; y sábados y domingos, a las 16 / Nuestra opinión: excelente
Dos coreógrafas, dos generaciones y dos criterios para encarar la danza contemporánea: Ana María Stekelman y Teresa Duggan, si bien tuvieron algunos maestros en común, optaron por rumbos diferentes. Ambas confluyen en el nuevo programa del Ballet Contemporáneo del San Martín, un espectáculo de luminosos cromatismos y, sobre todo, de extremo refinamiento. Así, con estos Cuentos de Oriente y Occidente la compañía que Andrea Chinetti conduce con rigor reafirma su calidad interpretativa y su disciplina en las dos piezas que componen el programa: La bella sueña (Stekelman) y Dos pétalos (Duggan).
Una incisiva luz violeta baña, sobre una tarima-lecho, los cuerpos de dos amantes que se trenzan en un dúo erótico al tempo de un adagio de Ligeti; enlaces corporales "en enredadera" dibujan una secuencia de sensualidad irresistible. Son esos padres (Rubén Rodríguez y Paula Ferrari, impecables) que engendrarán a la Princesa, la misma Bella que fue centro de la tradicional leyenda de los hermanos Grimm y Perrault, reelaborada con acierto por Stekelman con una visión muy personal que, por lo demás, revela su secreta devoción por el neoclasicismo.
La coreógrafa de Catálogos y concierto para bongó arma una banda sonora que compagina partituras conocidas pero pocas veces tan oportunamente recuperadas, en despliegues corales no exentos de humor, en los que el vestuario de Jorge Ferrari luce, al son de Strauss, como en el mejor salón vienés, al servicio de seis Hadas (incluida la Lila, confiada al infaltable encanto de Sol Rourich). El vals de la Suite de Jazz de Shostakovich sustenta los giros de la pareja de los nobles enamorados y, a pesar de ser tan familiar al oído, en los cuerpos de Eva Prediger y Matías Iaconianni produce una exaltación inusitada. El elenco responde a Stekelman con la afinidad que merece quien fue la fundadora de la compañía.
Un considerable salto ambiental se produce en el paso a la segunda parte del programa. Teresa Duggan retoma un paisaje expresivo que había probado hace cuatro años con El puente de la Mariposa, alrededor de tradiciones y dinámicas del Japón. Derivado del cuento El espejo de Matsuyama, Dos pétalos se construye como una suite lineal de innegable atractivo visual y sonoro, en el que la danza ocupa un espacio relativo: debería considerarse como un espectáculo integral, en el que la música en vivo (las ejecuciones de las percusionistas de Mukaito Taiko conmocionan), las acciones corporales y el malabarismo de la maquinaria escénica se cruzan en una compleja interacción.
En la sucesión de una decena de "cuadros", la Danza de los siete samuráis genera fuertes resonancias; es uno de los segmentos más formalmente coreografiados, con un ensamble perfecto de ritmo y acciones marciales. Hay teatro de sombras, animales fantásticos (el Reno, el Gato) y un juego visual en rojo con las Tejedoras de Primavera, incluido el tendido de hilos. O visiones de muerte en el espejo (el del cuento original que da base al plot), con el solo danzado de la Niña (Lucía Bargados) en busca del espectro de su madre.
Óptima la ductilidad de los integrantes del Ballet Contemporáneo (aun con escasa danza, nada de todo esto podría realizarse sin bailarines) para adaptarse a una dinámica de movimiento y una gestualidad propias de una cultura exótica. El Bon Odori, una ceremonia de tributo a los antepasados, cierra coralmente esta obra en la que hay mucho para descubrir.