Esperando a "El Mesías", la octava maravilla de una retrospectiva virtual de Mauricio Wainrot
Cuando este fin de semana el Complejo Teatral de Buenos Aires junto con el sitio Cultura en Casa pongan en línea la función virtual de El Mesías, el contador superará la marca de las 200.000 visualizaciones para esa suerte de retrospectiva de Mauricio Wainrot que fue armándose en los últimos meses de cuarentena. De una forma tan inesperada –desde el principio, todo en esta pandemia lo es– la conversación con el coreógrafo arranca por el lado de los números. Y la razón es que aun antes de que el blanco total, incandescente, se apodere de la escena, y la música de Händel eleve literalmente los cuerpos y ponga a mover los famosos bancos de esta pieza tan conocida por el público, Wainrot confiesa su sorpresa con los resultados de esta modalidad que de sopetón nos llevó a ver todo en pantallas. "Es la octava obra mía que se va a dar desde que empezó esto, algo impensado", dice y entonces cuenta –contar de narrar y, también, contar de hacer cuentas– que se quedó "impresionadísimo" al ver a qué ritmo estos nuevos espectadores acompañaron la hazaña. Desde el Teatro San Martín, abren el reporte de esta serie de Wainrot: todo empezó cuando pusieron a disposición Carmina Buranaque acumula ya casi 40.000 reproducciones y, además de otros highlights, como La tempestad (que orilló las 30.000), hasta el momento subieron Las 8 estaciones, La consagración de la primavera, Luz distante, Flamma Flamma y la Novena sinfonía. En suma, para que esas 172.757 personas –al menos, porque no se sabe a ciencia cierta cuántos hubo detrás de cada clic que dio play– hubieran visto una obra del exdirector del Ballet Contemporáneo habrían hecho falta 185 funciones en la sala Martín Coronado completas.
Ojalá este mesías trajera una salvación; ha recorrido un largo camino, no le falta experiencia. Wainrot, que en este contexto ha tenido tiempo para volver a hacer ese viaje a través de su archivo, recuerda cuando por primera vez montó la obra para el Royal Ballet of Flanders (el Ballet Real de Bélgica), adonde pasó más de una década como coreógrafo residente: "Fue un regalo de cumpleaños que me hice en 1996, cuando cumplí los 50". La primera fue una versión corta, de seis temas, pero dos años más tarde, después de programarse en un sínodo en Bruselas, ya estaba en el Ballet Nacional Chileno cumpliendo con el deseo de convertirse en una obra de larga duración. "Se mezcló entonces el vocabulario de esos primeros temas que eran clásicos con otros contemporáneos y pasó de los 25 minutos iniciales a una hora y pico", reconstruye. Para 1999, cuando El Mesías se estrenó en Buenos Aires Wainrot cerraba su primer año completo al frente del Ballet Contemporáneo del San Martín en su segundo período como director de la compañía. Con la llegada del siglo XXI, El Mesías se fue a Niza, la bailó el Royal Winnipeg Ballet canadiense, la Ópera de Burdeos, volvió a la Argentina y subió hasta Salta; pasó por Río de Janeiro, Montevideo y el Municipal de Santiago, antes de que en 2019 la hicieran también en el Teatro del Bicentenario de San Juan y en Tucumán. "Doce compañías", vuelve el coreógrafo a contarle los pasos a su criatura.
Si hace un año respondía rápidamente con una nueva obra –sobre Estancia, de Ginastera– a la convocatoria de la Ópera Báltica para crear un programa inicialmente de música latinoamericana que lo llevaría hasta la tierra de su familia, Polonia, ahora, en cambio, confiesa: "No tengo mucho Eros". Le gustaría encarar el ciclo de canciones Les nuits d'eté, de Berlioz, o La noche transfigurada, de Schönberg, entre otras músicas de Stravinsky o Bártok (dos compositores que ya ha transitado) que están en el tintero, pero proyectar en la virtualidad... "No, no tengo mucho Eros –retoma–: "A mi edad he disfrutado de mi cuerpo, de los teatros, de los viajes. Cuando veo a chicos y chicas divinos, trabajar en la casa, entre una cama y el ropero, me da muchísima pena. Al principio era simpático, porque al principio fuimos muy formales y aceptamos todo lo que nos decían, pero cuando llegás a seis meses de esto necesitas aire. Yo salgo a dar media vuelta manzana con mi perro (ni siquiera hago una manzana completa) o a hacer compras. Y la verdad es que todo esto me preocupa, me angustia, que la gente que no tenga adónde ir a curarse. Y no hablo solamente acá", aclara, para que sus expresiones no sean susceptibles de interpretaciones políticas. "Me parece una canallada que se use políticamente este momento; yo hablo de cualquier lugar, de la Argentina o de Alemania. Los países que mejor trabajo han hecho con la pandemia están dirigidos por mujeres", observa, y la conversación se va por la calle del coronavirus y ese amplio abanico de fantasías que despertó, desde el mercado de Wuhan hasta el desarrollo de la vacuna. "Inventamos historias porque tenemos mucho miedo", reflexiona.
Contrariamente al orden más elemental, el último número que aparece en la charla con el coreógrafo es el "uno". Desde su casa, cruzará una vez más el charco en estos días, pero virtualmente, para ensayar con los bailarines del Ballet Nacional del Sodre un fragmento de su Chopin Número 1. En Montevideo Wainrot abrió este año la temporada con Un tranvía llamado deseo –parte de lo que la pandemia se llevó–, que iba a reprogramarse ahora que el BNS recuperó la actividad, pero fue finalmente reemplazado por una Gran Gala de Ballet que permite volver gradualmente al contacto físico y a la sala mayor del auditorio Adela Reta, desde el 19 de este mes. Igor Yebra, el director de la compañía, bailó esta obra en la Ópera de Burdeos y la conoce muy bien, así que se ocupa en persona del montaje, mientras que Wainrot hace un acompañamiento vía Zoom con esa mirada que solo un autor puede tener. Además, la Gran Gala incluirá, entre otras obras, más trabajos de coreógrafos argentinos, como la suite de La Bella Durmiente de Mario Galizzi y el Adagietto de Oscar Araiz.
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PARA AGENDAR
El Mesías, de Mauricio Wainrot, desde el sábado 12 de septiembre, a las 20, en la web del Complejo Teatral de Buenos Aires y Cultura en casa.
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