El teatro Planta Inclán lanza su sala virtual “a puro pulmón, deseo y magia”
Con el estreno de Tridente, de Juan Onofri Barbato, se inicia este nuevo ciclo que incluye trabajos de Elisa Carricajo dirigida por Lisandro Rodríguez, la participación de Lucrecia Martel en el ciclo Raza y ficción y diversos contenidos nacionales y extranjeros pensados para la pantalla
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En el contexto actual con los teatros de la ciudad de Buenos Aires que desde mañana pueden volver a trabajar con un aforo limitado, son pocas las salas alternativas que están apostando al streaming subiendo nuevos contenidos. Como en toda regla, hay excepciones. Planta Inclán, la sala de Parque Patricios que gestionan la actriz y directora del grupo Piel de Lava Elisa Carricajo; y los bailarines y coreógrafos Melina Seldes y Juan Onofri Barbato estrenan este jueves la sala virtual de Planta con varios estrenos y con materiales audiovisuales gestados durante la pandemia. A mediano y largo plazo, imaginan a la sala virtual como complemento de la actividad presencial que pueda tener lugar en el bello galpón reciclado de 19 metros de fondo y 8 de ancho.
En mayo de 2019, Elisa y Juan abrieron este espacio después de infinidad de marchas y contramarchas. En pleno proceso expansivo llegó la pandemia, pero Planta se las ingenió para no detenerse. Mientras los mayoría de los teatros o plataformas ya han gastado sus reservas para la Red el equipo curatorial de la sala inicia este nuevo desafío con el estreno de Tridente, coreografía de Onofri Barbato, el mismo creador de Los Posibles, Tualet, Caravana y Duramadre. A partir de ese momento, el ciclo continuará hasta agosto e incluye tanto estrenos como materiales que ya tuvieron alguna circulación en estos tiempos pandémicos. En la sala virtual de Planta Inclán se podrá ver Si es para mi no estoy solo, una coproducción suizo/argentina de Pablo Ariel Brusztyn; El agujero de la danza, la conferencia “perforada” de Juan Onofri que se presentó en la plataforma del CCK; Otro trabajo, con la actuación, dramaturgia y dirección de Elisa Carricajo y Lisandro Rodríguez; o Raza y ficción, los diversos encuentros y contenidos que se realizaron en noviembre en los que diversos creadores reflexionaron sobre las múltiples formas del racismo en Argentina.
“Todo lo hacemos a puro pulmón, deseo y magia; no hay otra respuesta. La sala tiene un subsidio del Instituto Nacional del Teatro que nos permite pagar algunos gastos. Pero el pago de la web máster, como del diseñador como nuestros trabajos salen de la nada, del malabarear. De obtener el subsidio de Prodanza, que es muy limitado, algo nos ayudaría; pero no define la cosa. En nuestro caso, todo el año pasado tuvimos una producción muy alta que se inició con 16 audioguías y que, desde ese momento, no paró. Mostramos muy poco lo que hicimos porque estábamos indagando, viendo cómo era todo esto. Cuando estábamos por estrenar la nueva versión de Tridente vino el nuevo cierre de salas. Como venía de filmar con Lucrecia Martel un corto de danza, me quedé con ese impulso y decidimos hacer una versión audiovisual de la obra. Ahora bien, más allá de eso, me queda claro que, para las salas, para el deseo; es un momento de fatiga extrema. Todos queremos volver ya, pero no podemos. Y la vuelta del público va a ser lenta, muy lenta. Pero si no hicimos la plancha durante la cuarentena dura ni durante el corto tiempo de presencialidad, tampoco ahora”, se sincera Onofri Barbato quien es el brillante perfomer de El agujero de la danza que estará disponible a fin del mes próximo.
Martel formó parte de Raza y ficción, que organizó la sala junto a los colectivos Escena e Identidad Marrón. En un conservatorio con la cineasta Florencia Mamaní, descendiente indígena, profesora de artes visuales y gestora; que coordinó el abogado Alejandro Mamani, de Identidad Marrón, le permitió a la creadora de La niña santa, La mujer sin cabeza o Zama recordar su frustrada régie de Andrea Chénier, la ópera de Umberto Giordano que se iba a estrenar en la temporada del Teatro Colón en 2017. En ese marco, la creadora contó que, como parte de su idea de puesta, intentó no trabajar con extras típicos de la clásica y, para resolver algunas ideas coreográficas de manera más rápida y orgánica, pensó en convocar a los que suelen formar parte de las festividades andinas que había visto en Bolivia como un distintas localidades del conurbano. Pero la idea no prosperó. “La dirección de sala no me generó problemas, pero la institución Teatro Colón no tiene forma de ‘desblanquearse’ porque no tiene en su concepción formas de contratación que permita que personas sin facturas puedan ser contratadas. No está en la cabeza de esa institución acceder al mundo marrón” afirma la creadora en este conservatorio que se podrá volver a ver a partir del 24 de este mes.
De este tipo de reflexiones como de propuestas performáticas pensadas para el lenguaje audiovisual se nutre la sala virtual de Planta Inclán. La apuesta de los curadores también apunta estrechar el vínculo con el potencial público. Elisa Carricajo -la actriz de Petróleo, la ganadora de tres premios a mejor actuación en el Bafici, la intérprete de esa inquietante propuestas llamada Otro trabajo que reflexiona sobre el acoso que realizó junto a Lisandro Rodríguez, cuenta a LA NACION: “Desde la curaduría del espacio la reflexión sobre el espectador tiene que ver con pensarse como comunidad, algo que apareció el año pasado durante los cierres de Fase 1 con las audioguías y la idea de crear eventos en vivo en plena cuarentena. Hasta ese momento, a lo comunitario lo habíamos pensando territorialmente, en la relación con el barrio, con los dos centros culturales que están próximos (FASE y Víctor Jara); pero, a partir de ese momento, empezamos a sentir que la virtualidad habilitaba también pensar algo federal como con público de otros países. Saber de los espectadores, de entenderlos responde a la idea de ver cómo, todos, nos vamos constituyendo”.
La coreógrafa e investigadora Melina Seldes completa el tríptico curatorial de Planta. Por fuera de la lógica de cierres y aperturas determinada por las medias sanitarias, piensa en el mediano y largo plazo. “La sala virtual debe convivir con al física y que se genere una programación que contemple a los diversos modos de intercambio –asegura–. La idea es que la experiencia escénica no solamente dependa del hecho catártico que tiene el teatro presencial y que lo virtual no sea un paliativo del hecho presencial porque, de hecho, requiere de un gran trabajo filmar para la cámara. Será algo medio como un video club, y de un club en el cual uno se encuentra con el otro y como un peepshow en el cual mirás a través de la mirilla lo que se está haciendo”. En la programación prevista ella será una de las bailarinas del espectáculo Si es para mí no estoy solo, una coproducción suizo/argentina de Pablo Ariel Brusztyn que trata sobre el amor y la virtualidad como modo de supervivencia; y luego presentará pequeños episodios de una producción suizo-argentina suya que, en perspectiva, espera estrenar de manara presencial el año próximo. Mientras tanto, los tres creadores y curadores están imaginando ciclos con creadores internacionales y nacionales para que la sala virtual vaya “acumulando una programación amplia, arriesgada, amorosa”, como define Melina Seldes.
En lo inmediato, el punto de partida será Tridente, la idea y creación de Juan Onofri Barbato que ya tuvo varios intentos presenciales (de hecho, llegó a realizar algunas funciones ante de la pandemia). En esta nueva versión que se estrena el jueves y que estará disponible 10 días decidieron apostar al registro audiovisual en base al movimiento libre de dos cámaras, la música original compuesta por Ismael Pinkler y el trabajo de 4 performers. En la página de Planta Inclán figura la programación completa del lanzamiento de su sala virtual. Algunas propuestas son pagas (hay variedad de precios para contenidos que quedan disponibles durante 24 horas) como otros que son gratuitos. Lo concreto es que el jueves se abre el video club, el club barrial o el peepshow de este laboratorio de creación de Parque Patricios.
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