El desafío de dirigir una compañía de ballet con los pies en la tierra
Primera figura del Colón, Maricel De Mitri conducirá a los bailarines del Argentino de La Plata en un ciclo que abre con Giselle
Que no todo siempre resulta como se planea y que a veces la vida te da sorpresas son dos lugares comunes que si se presentan juntos pueden traer consigo una buena historia. La de Maricel De Mitri, por ejemplo.
El año pasado, la primera bailarina del Teatro Colón preparaba su despedida de los escenarios después de 25 años cuando una lesión se complicó más de lo previsto y dejó su último baile en compás de espera. Elipsis mediante, esta noche, debutará en el rol de directora de la otra gran compañía de ballet de Buenos Aires, la del Teatro Argentino de la Plata. El desafío es grande. "Pero así se han dado todas las cosas en mi carrera y he podido alcanzar unos cuantos planos interesantes. Entiendo que la danza tiene muchas formas y me interesan varias. Esta propuesta habla claramente de un futuro para mí ."
Sin mayores pretensiones que atravesar un momento afectivo y profesional intenso, el merecido adiós reservaba para ella a sus entonces 47 años el último encuentro en escena con dos hombres y dos obras que le dejaron huella. Oscar Araiz iba a llevarla de una mano para hacer su Adagietto y su compañero Alejandro Parente, el principal de todos los partenaires que ha tenido, le habría tendido la otra en el pas de deux de Oneguin. Pero el volantazo que le dio el destino la dejó a 60 kilómetros de su escenario habitual, con su compañero de siempre cerca. Porque Parente, así como el coreógrafo Carlos Trunsky, integra el triunvirato, con ella al frente, que conduce la compañía platense hace escaso mes y medio. En verdad, la carambola -relata De Mitri lo que podría ser una jugada de fútbol maestra- tuvo otro orden: el nuevo director del Argentino, Martín Bauer, llamó primero a Trunsky para ofrecerle las riendas del Ballet, quien dijo a De Mitri: "Si hay algo aquí, tenemos que estar juntos". Y ella a su vez llamó a Parente... Y gol. "Entre los tres tuvimos que encontrar cuál era el proyecto artístico para esta compañía. Si bien es muy similar, es una hermana de la nuestra [la del Colón], había que pensar de cero qué podíamos hacer conociendo las circunstancias de una transición muy grande. No era un momento para decir: yo tengo un sueño. Había que pensar en concreto, lo posible de hacer. Y estamos claros. Nos conocemos personal y artísticamente de hace muchos años, nos formamos juntos, y hemos reflexionado y criticado los sistemas de nuestras compañías, de arriba a abajo. Ahora estamos movilizados amorosamente hacia el medio y los bailarines".
Una bella música de cuerdas que toca su marido se oye de ringtone en su celular. Bien lo dejaría seguir sonando. Pero no. De Mitri se mira en el espejo de su propia infancia para contar los pasos que venía dando en la docencia, justo antes del retiro y la lesión. Más aún: se rehabilitó de la rotura de ligamentos siendo maestra de danza de niños. Primero con las pequeñas del Instituto Superior de Arte y luego -todavía hoy-, en el taller de la Villa 21 donde enseña a más de 50 chicos. "Tengo muy fresco en mí los inicios. No se me marchitó ni un poquito esa vivencia, de los 7 años. Había llegado de casualidad cerca de mi casa, en Caseros, a un salón que tenía actividades artísticas gratuitas. Me encontré con esos movimientos y nunca más me separé. Fue muy claro que mi manera de expresarme pasaba por el cuerpo y la música. Eso era la plenitud".
De vuelta a hoy, De Mitri quiere entusiasmarse con las posibilidades de "un teatro de estas características" -no importa si el Colón o el de La Plata-; es decir, con una usina más que una sala, donde hay producción propia, adonde se "cocina" un espectáculo desde todas sus partes. Quiere creer y ser parte de una nueva gestión que habilita al cambio. Porque tanto conoce las posibilidades como las dificultades propias de este tipo de estructuras "llenas de trampas que la historia fue plantando". Por eso no es grandilocuente en sus metas y, sin desdibujar la sonrisa, se apoya firme y cauta en lo mejor que tiene para ofrecer: su experiencia.
"No es la programación que hubiera soñado tener", vuelve a decir, cuando muestra una a una sus cartas para este año: Giselle -repuesta y montada por un estudioso de la obra, su compañero Martín Miranda, que se sumó al equipo "coloniano" como maestro y ensayista-, Don Quijote -en versión de Víctor Filimonov, del Argentino- y un tríptico formado por Estancia de Trunsky, el pas d'action de La bayadera y Bésame, de Ana María Stekelman (con Marianela Núñez, la argentina que brilla en el Royal Ballet de Londres, que vendrá en septiembre).
El juego no está nada mal para empezar, con una veintena de funciones que espera duplicar rápidamente, pero tampoco es un póker de ases. Hubiera subido la apuesta con un cuarto título como Carmen, de Marcia Haydée, pero por razones concernientes a las obras edilicias del teatro que depende de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, no entró en esta temporada que terminará en octubre. La versión magistral de la coreógrafa brasileña llegará para abrir 2017. Ese título es el primero que anotaría De Mitri en la lista de compras si se le diera un cheque en blanco. Y un Balanchine. ¿Cuál? Sueño de una noche de verano, para seguir con el tema de soñar... y no soñar tanto.
Giselle
Ballet romántico de Coralli, Perrot y Petipa, versión de Martín Miranda.
Hoy, el 5, 6, 7, 8 y 9, a las 20.30; domingos 3 y 10, a las 18.30. Teatro Argentino
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