El Colón viaja al Teatro del Lago, una joya contemporánea en el fin del mundo
Así como no todas las joyas valiosas son doradas y brillantes, varios ejemplos confirman en el mundo que existen verdaderos tesoros contemporáneos para la música y el ballet más allá de las salas palaciegas con un siglo de historia. Los hay muy famosos: del Lincoln Center de Nueva York y el maravilloso Walt Disney Concert Hall que levantó Frank Gehry, en Los Ángeles, a la Ópera de Oslo o la nueva Philharmonie de París, por trazar un arco caprichoso de Norteamérica a Europa. Mucho más cerca de la Argentina, aunque prácticamente en el fin del mundo para los ojos de la mayor parte de la escena internacional, "surgió" en un paisaje encantado, no hace todavía diez años, el Teatro del Lago de Frutillar. "Surgir", como "emerger", refiere con literalidad a su ubicación: sobre las aguas del Llanquihue, de cara a una cadena de volcanes donde destaca el Osorno.
Hasta ese paisaje y, sobre todo, hacia ese proyecto que late con un corazón artístico ligado a la educación y la función social viaja esta semana el Teatro Colón . Hacer las valijas y salir de casa, en una gira breve y cercana, pero desafiante, es un proyecto que renueva el aire del Ballet Estable por estos días. El sábado tendrán en ese recóndito rincón de Chile su primera función y podrán comprobar por experiencia propia por qué muchos hablan de "una locura" cuando se refieren a esta sala.
¿Cómo es que estrellas de la talla del violonchelista Yo-Yo Ma, la bailarina Alesandra Ferri o la soprano Sonya Yoncheva –la diva búlgara es la figura de este año– llegan incluso sin pasar por otros escenarios chilenos hasta este lugar donde dobla el planeta? ¿Quién es el filántropo dispuesto a destinar varios millones de dólares al año para sostener este sueño tan "descentralizado"? Y sobre todo: ¿cuánto vale formar en la región a nuevas generaciones de chicos artistas, apostando a la integración con estándares del Primer Mundo? A todas estas preguntas los visitantes se contestan un poco con aquello "mágico" que tiene el caso, aunque hay respuestas más certeras.
Frutillar tiene tradición musical, además de estirpe alemana. Por ejemplo: existe aún hoy en la ciudad, que crece sobre el verde y en escalera desde la orilla del lago, un coro de hombres de más de cien años. Hace medio siglo se realizan en verano las Semanas Musicales, que de alguna manera son el referente más directo a la creación de este edificio levantado un poco entre todos los oficios de la comuna. No por nuevo al Teatro del Lago le falta historia. Allí donde había un hotel, que se incendió en 1996, un inmigrante, Guillermo Schiess, quiso hacer la primera sala de conciertos para darle un escenario formal a esa pujante villa que recientemente se ganó el nombramiento de ciudad creativa de la música por la Unesco. "Después de que se quemó el Hotel Frutillar, que estaba aquí mismo, en 1998 mi padre puso la primera piedra del teatro y medio año después falleció. Entonces dejé la Filarmónica de Viena y me vine. Armé una agencia de conciertos y me metí en la empresa familiar, un holding inmobiliario, con hoteles, inversiones, energías renovables. Él siempre soñaba con devolverle a este Chile increíble mucho de lo que le había dado. Creía que no bastaba con venir a visitar la naturaleza, sino que debíamos tener encuentros culturales", contaba Nicola Schiess a LA NACION en su última visita. Esta mujer, inteligente, muy formada y conectada, preside la fundación Teatro del Lago y llevó aquel ideal que heredó a un límite originalmente insospechado. Aun cuando no logre autofinanciarse con la venta de entradas y el aporte de una comunidad internacional de amigos que lo patrocinan, el impacto económico que genera en la región es muy alto y la misión educativa, un eje innegociable. "Esa conexión entre las estrellas mundiales con un trabajo social local quiere decir que vienen de todas partes a entregar algo, a dejar algo de verdad, y eso es lo potente", enfatiza Nicola.
El contexto es pequeño, pero hay que verlo en escala. En el entorno del teatro viven unas mil personas, aunque se alcanzan unas 16.000 en la región y reciben 250.000 visitas al año, lo que significa casi veinte veces la capacidad de la sala principal: construida en madera de haya, tiene un diseño tal que –se enorgullecen en proclamar en la visita guiada– "con una o 1176 personas, no afecta la acústica, se escucha igual". A la Escuela de las Artes, que comprende la danza, el área vocal y de instrumentos, asisten unos 450 chicos, desde Chiloé hasta Osorno (ese corredor corre paralelo al que va entre San Martín de los Andes y Esquel). Muchos están becados. Una alumna de Valdivia, por ejemplo, hace un trayecto de tres horas para tomar sus cursos de canto lírico, y en las clases de Macarena Montecino, responsable del ballet, hay una niña que viaja más de cuatro horas en bus y llega de vuelta a su casa a la medianoche. "Conviven aquí la hija de la señora que atiende el café con la hija del gerente general de la minera. La integración social cuenta mucho en nuestro país", sostiene la docente, que otorga diplomas con la certificación de la Royal Academy of Dance. Pero también están las hermanas Contreras, que viven muy cerquita, a tres cuadras y que desde que abrió la escuela ensayan en ese salón increíble, con el lago en el cielo que se mete por la ventana. No saben si serán bailarinas –también les gustan el fútbol y el karate–, pero el año pasado no cabían en su cuerpo de la alegría por participar de las funciones de La Sylphide, que protagonizó la étoile de la Ópera de París, Ludmila Pagliero .
La conexión argentina
Lo de Pagliero no es una casualidad, como tampoco lo es que el Ballet del Colón esté a punto de hacer su desembarco: Paloma Herrera presenció aquellas funciones de La Sylphide y entonces empezó a fraguar este viaje. Pero en verdad la conexión Buenos Aires-Frutillar es evidente incluso desde antes. En 2013, Julio Bocca dirigió con Marcia Haydée una gala de ballet en la que, entre otros, bailaron Federico Fernández y Julieta Paul. Luego, a instancias del productor Juan Lavanga, el Ballet Metropolitano llevó un Cascanueces infantil (como el que se vio en el Konex) y más tarde bailó Marianela Núñez, figura en el Royal Ballet de Londres y madrina de la escuela de danzas del Teatro del Lago. En ambos casos, las estrellas argentinas (Pagliero y Núñez ) se presentaron junto con el Ballet del Sur, compañía oficial de Bahía Blanca. Y los créditos siguen.
Exbailarina en la compañía del Teatro Municipal de Santiago, primero, y periodista, después, Carmen Gloria Larenas no disimula su "vínculo cercano y su amor grande con la Argentina". Sin embargo, en su tarea de directora artística está mantener una programación atractiva y competitiva de manera internacional. "Viajo, contacto asesores internacionales, agentes que entienden nuestro proyecto. La gente ya empieza a identificar el trabajo que se hace. Si vamos a traer un artista y la parte educativa no le interesa, nuestra respuesta es que no, gracias. Y todo lo que programo lo miro antes, para no llevarme sorpresas". Al desafío de darle identidad a un teatro joven que quiere atender un público ecléctico (ballet, conciertos, lírica, circo contemporáneo) responde también con un estándar de calidad que deja entrar espectáculos populares (de un show de Jorge Drexler a un espectáculo internacional de magia), que convocan gente de la región chilena y de Bariloche, nuestra ciudad vecina más cercana. La fómula sería algo así como "proyectos amplios que resultan estratégicos, porque tienen un valor educativo enorme, porque son big names, porque nunca han venido a Chile o porque nos van a posicionar internacionalmente".
Si las nubes se apiadan –el factor meteorológico es un tema clave de conversación en Frutillar y anuncian lluvias para esta semana–, cuando el Colón llegue al Teatro del Lago se podrá apreciar el paisaje. Si no, lo encontrarán por dentro: todos los salones llevan nombres de volcanes y lagos. El atardecer, mejor esperarlo en el anfiteatro y la noche, en el foyer: tiene un aire al gran comedor de la escuela Hogwarts de Harry Potter, con sus luces voladoras. Otra vez la magia metiendo la cola.
- UN BALLET EN LA RUTA
Aunque para algunos bailarines no será la primera vez, oficialmente el Ballet Estable del Teatro Colón llegará por primera vez el sábado y domingo próximos al Teatro del Lago de Frutillar, en Chile. Viajan en una gira que, a la vuelta, los traerá por otros destinos en el interior de la Argentina y llevan, además de zapatillas clásicas de punta y media punta contemporáneas, tutús multicolores y máscaras teatrales, una carta ganadora: un espectáculo variado y portátil, con versatilidad de lenguajes, para atraer a un público igualmente amplio.
Ya presentado en Buenos Aires, la propuesta incluye Bruch, Violín Concierto N° 1, con música de Max Bruch y coreografía de Clark Tippet; Por vos muero, de Nacho Duato, con textos de Garcilaso de la Vega y música de Jordi Savall, y Tema y Variaciones, de Chaikovski y Balanchine.
"Es un paraíso ver ballet ahí", recuerda Paloma Herrera, directora del Ballet Colón, que también dará una master class para alumnas de la región. "Más allá de la estructura y la historia, los teatros son valiosos por la gente que ha pasado por ellos. Yo estoy acostumbrada a esa idea de teatro contemporáneo por el Met, en Nueva York. El Teatro del Lago es un teatro nuevo, divino, como el Bicentenario de San Juan, donde también estaremos (el jueves 25)".
En el Teatro de la Ciudad de La Rioja, el sábado 27, harán una función junto con un ensamble del Instituto del Colón, e incluirán otros títulos: pas de deux de El lago de los cisnes y El corsario, Adagietto, de Oscar Araiz, y el piazzolliano A Buenos Aires, de Gustavo Mollajoli.
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