El Cascanueces: un ballet inagotable, en una nueva versión para chicos
El desafío de conquistar al público infantil con obras clásicas, en cinco novedades claves de la adaptación que este domingo se estrena en la Ciudad Cultural Konex
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Generar nuevos públicos para las obras clásicas es una tarea que hay que asumir de manera sostenida para obtener buenos y duraderos resultados. Sobre todo en artes como el ballet y cuando la misión implica, a la par, derribar un prejuicio elitista que, aunque está cada vez más resquebrajado, todavía existe. El ciclo Vamos a la Música de Fundación Konex lleva más de tres décadas apuntalando esta causa y, específicamente en el caso de la danza, de la mano de la Asociación Arte y Cultura, renueva cada temporada títulos que son verdaderos colosos para acercarlos a una platea juvenil poblada de nativos digitales. Sin romper con la tradición que por siglos representan las obras del repertorio -es decir, con el debido respeto-, incorporan lenguajes y personajes que hacen un link con el tiempo presente y establecen, así, una suerte de mediación entre las épocas para mostrarles a los más chicos un mundo fascinante.
En este marco regresará el domingo El cascanueces, un favorito de la Navidad, en junio, pleno invierno austral. ¡Qué importa! ¿Acaso no vemos a Alicia tomando el té de la tarde en una función nocturna o escuchamos la Consagración de la primavera en otoño? En esta versión –que no es la misma que ya había presentado este ciclo hace diez años del sobre la historia de Clarita, el muñeco y un viaje soñado- se despliega una serie de cambios que renuevan el interés y la atracción de las familias.
Las cinco diferencias
Imposible contar y describir como si fuera un inventario cuántos Cascanueces se llevaron a escena desde que a finales del siglo XIX la imbatible dupla de Petipa-Tchaikovsky lo estrenaron en San Petersburgo. En ese sentido, podría decirse que la obra es tan perfecta como inacabada. Todas las compañías del mundo suben a escena este exitazo, más o menos ceñidos a la historia original, que proviene –claro- de un cuento de Ernst T. A. Hoffmann, versionado a su vez por Alejandro Dumas. En Vamos al Ballet, existía una versión que daba la nota, por ejemplo, con los famosos ratones bailando un rap. Este año, barajan y dan de nuevo, sin negociar ingredientes innegociables: como el árbol de Navidad que se agiganta y el bellísimo “Vals de las flores”, muchas cosas permanecen en su debido lugar. Hacen falta más que los dedos de una mano para contar las novedades, pero los que conocen bien la obra pueden jugar a encontrar al menos “las cinco diferencias”, mientras otros disfrutan por primera vez de un clásico adaptado para ver en familia.
Mapping. Ni telones ni grandes despliegues de objetos. Excepto por algunos sillones, el trineo y los regalos, la escenografía está íntegramente creada con un mapping de proyecciones y animaciones, que interactúan con los bailarines y el texto. Por ejemplo, la batalla entre los soldados y los ratones transcurre en imágenes mientras que en escena solo luchan el Cascanueces y el Rey Ratón. O en el “Vals de las flores”: todo relato de la narradora se traduce en un mapping floral que baña la escena.
Abuela Clara. En las versiones de ballet para público infantil, la incorporación de un narrador es fundamental para que la platea no pierda el hilo de lo que se quiere contar (a veces la pantomima no alcanza). Esta nueva propuesta, que como siempre en el ciclo de Konex tiene guion y adaptación de Juan Lavanga, incorpora al argumento un personaje que habitualmente no forma parte del fresco familiar de la nochebuena en casa de los Stahlbaum: la Abuela Clara. Vale la pena recordar que la fiesta tiene un invitado muy especial, el tío Drosselmeyer (un mago), que llega con regalos para los niños. Padrino de Clarita, la protagonista, a ella le entrega el muñeco cascanueces, motor de la trama.
Los tres mundos. Aquí la historia transcurre durante poco más de una hora y media en dos actos, cuatro cuadros y ¡varios mundos! Disney, en su película de 2019, hablaba de “Cuatro Reinos”. Cada adaptación aporta lo suyo. De cualquier forma, siempre el principal terreno donde se desarrolla la acción es el de los sueños (literalmente: Clarita está dormida). La travesía en trineo la emprenderá en compañía de su abuela y con la custodia del Cascanueces. Se detienen primero en “El reino de las nieves”, donde sorprenden el Oso Polar y la Osa Blanca, guías de los viajeros a través de una tormenta. Tras el intervalo, arriban a “El país de las golosinas”, donde los recibe el Hada Confite y su Caballero, y luego a “El mundo de los personajes”.
Como una mamushka. Es en este último cuadro donde la versión hará foco en un enorme ser de encanto: Mamá Gigogne (conocida también como Mamá Jengibre), que guarda a sus “hijos” debajo de un enorme miriñaque. Como una Mamushka. En la literatura como en el teatro, por los siglos de los siglos, esta mujer es la representación de la fertilidad. Ahora, cada uno de los personajes que aparecen de su vestido traen una ofrenda a los recién llegados: chocolate, té, café, helados. “Es el símbolo de la madre generadora de magia y fantasía”, subraya Lavanga, que recupera a un personaje que varias versiones descartan, pero es justo reponer en un marco adecuado como este último cuadro: “de su regazo van a salir los personajes de la danza española, árabe, rusos, chinos, los mirlitones”.
Se baila todo. Un clásico… ¿de clásicos? La nueva propuesta de Emanuel Abruzzo para este Cascanueces trae un mix de técnicas, más allá de las zapatillas de punta y los tutús, que por supuesto están y en primer plano. Pero quien conoce las inquietudes de este versátil bailarín y coreógrafo no se sorprenderá si de pronto un personaje hace un solo de tap o de flamenco, y deberá estar listo además para que el ballet le deje lugar a las danzas típicas del mundo que ya originalmente incorporaron Petipa-Tchaikovsky. La flamante rama “juvenil” del Buenos Aires Ballet que dirige Federico Fernández, con la codirección de Nina Zaera, tendrá dos parejas invitadas: Ayelén Sánchez y Nahuel Prozzi, del Teatro Colón, y Romina Panelo y Emanuel Gómez, del Teatro Argentino de La Plata.
PARA AGENDAR
El Cascanueces, versión adaptada para chicos en la Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131. Estreno: domingo 5 de junio, a las 11. Próximas funciones: domingos de junio y julio y sábados 23 y 30 de julio. Entradas desde $1000.
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