“El Cascanueces” de Nureyev, en el Teatro Colón: una obra interesante con una actuación correcta
Continúan hasta el 30 de diciembre las funciones del clásico navideño por el Ballet Estable y con la participación de varios cuerpos artísticos: la Orquesta Filarmónica, el Coro de Niños y alumnos del ISA
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El Cascanueces. Ballet en dos actos. Música: Piotr Ilich Tchaikovsky. Coreografía: Rudolf Nureyev. Reposición coreográfica: AlethFrancillon. Ballet Estable del Teatro Colón. Director: Mario Gallizi. Escenografía y vestuario: producción del Teatro Colón sobre el diseño original de Nicholas Georgiadis. Diseño de Iluminación: Rubén Conde. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dirección: Ezequiel Silberstein. Coro de Niños del Teatro Colón. Director: César Bustamante. En el Teatro Colón, hasta el 30 de diciembre.
Nuestra opinión: Bueno
Un año más ha regresado El Cascanueces al Teatro Colón. El hit navideño de todas las compañías de ballet en el mundo está basado en El cascanueces y el rey de los ratones, un cuento escrito por Ernst Theodor Amadeus Hoffmann en 1816. En el final del Siglo XIX lo retomaron Tchaikovsky y los coreógrafos Marius Petipa y Lev Ivanov para crear el epítome de la navidad con muñecos y golosinas danzantes. Pero la versión de RudolphNureyev va por otro lado.
Aunque sea anunciada como un “paseo por el imaginario infantil” en medio de “un mar de golosinas”, esta versión es onírica y oscura. Y eso se subraya enormemente en el diseño de escenografía y vestuario de Nicholas Georgiadis. Sólo brillan las coronas plateadas de los copos de nieve. Todo lo demás es sombrío y con la iluminación disponible en tiempos decimonónicos. ¿Es un espectáculo para toda la familia? Sí, no tiene ningún tipo de contraindicación para la platea menuda. Pero carece del brillo y la alegría de otras versiones más lúdicas y menos intrincadas.
Nureyev ajustó en la década de 1960 el argumento para contar otra fantasía, tan llena de sustituciones y condensaciones que se podría hacer un congreso de psicoanálisis. Además del nada pequeño detalle de que el interés romántico de la protagonista está encarnado por el mismo bailarín que interpreta a su padrino, Clara ve en su pesadilla a sus parientes como murciélagos, tal vez no entendiendo la nocturnidad que a los adultos les fascina y que ella se está perdiendo al caer dormida en medio de la fiesta. La Navidad termina siendo entonces, un telón de fondo para una concurrida reunión social en una casa muy grande. Y como en todas las celebraciones coreografiadas por Nureyev, la fiesta tiene varios planos de acción: nadie deja de bailar o de moverse, aunque se encuentre cerca del foro.
En El Cascanueces se baila mucho, pero es un banquete repleto de platitos pequeños y poco profundos. En la sucesión de escenas cortas se destacaron la elegante sensualidad de Paula Cassano en la danza árabe y la gracia de Julián Galván como el abuelo sorprendentemente ágil.
Carla Vincelli encarna una Clara invadida permanentemente por el asombro ante un mundo desconocido. Los años de trabajo junto a Juan Pablo Ledo les dan la solidez para encarar todos los desafíos técnicos con solvencia. Y a Ledo se lo ve disfrutando más de los matices de su rol misterioso y adulto, que del superficial príncipe de cuentos que Clara se crea para ella.
Tal vez lo que le da más frescura a la reposición coreográfica de Aleth Francillion es la intervención de varias decenas de alumnos del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, encarnando con profesionalismo y candidez, los soldados, ratones y amigos de Clara. Y la esperada participación del Coro de Niños del Teatro Colón, dirigido por César Bustamante, con varios integrantes de corta edad en la primera fila de los palcos avant scène.
Este Cascanueces es, entonces, casi un inventario de todos los cuerpos artísticos que contiene el Teatro Colón. Y del gran trabajo de fábrica del que es capaz, construyendo 18 cabezudos, trajes de autómatas, murciélagos y un cuerpo de caballería. A lo que se suma el bosque helado, la nieve cayendo y un árbol navideño que cambia de tamaño. Todo esto hace comprensible en esta época del año llena de balances y con la visibilidad que dan los grandes tanques de Tchaikovsky que los cuerpos estables hayan decidido comunicar a los espectadores sus reclamos de recomposición salarial. De modo que desde el foso de la orquesta y arriba del escenario se vieron al inicio y al cierre de la función carteles que llaman la atención sobre la realidad laboral que atraviesan los trabajadores de la casa. Un momento que el público acompañó con aplausos de más compromiso emocional que el de los que se escucharon al cerrarse el telón. En síntesis, se trata de una obra interesante con una actuación correcta.
Función reprogramada. Por la final del Mundial de fútbol, la función inicialmente prevista para este domingo, a las 17, con invitados internacionales, fue reprogramada para el viernes 30 de diciembre, a las 20. Esa presentación también contará con las actuaciones de los primeros bailarines Juan Pablo Ledo y Carla Vincelli en los roles protagónicos.
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