El ballet independiente gana terreno y anima a acercarse a nuevos públicos
Con muchos menos integrantes de los que se precisan para poner en escena un Lago de los cisnes, sin talleres a su disposición para producir escenografías y vestuarios, y con partituras que suenan grabadas en vez de al calor de una orquesta, las compañías independientes de ballet salen a los escenarios propiciando un terreno que habilita la danza clásica a otros públicos. Aun cuando no se lo propongan, por sus propias características, esto es así; en contextos menos solemnes que las grandes salas públicas, estos grupos generan propuestas que transmiten la idea de cercanía y manejan un plus inestimable: cuentan en sus filas con varios de los artistas que bailan en los teatros más importantes del país. Como siguen la senda de la autogestión, no reciben dinero del Estado (excepto que obtengan un subsidio) e interpretan las obras que pueden pagar: nada de contratos por derechos de autor en dólares ni repositores superstars. En las redes sociales (¡que son gratuitas!) está su mejor cartelera de publicidad. ¿El mayor desafío? Responder al costo de una sala donde, claro, abrir el telón.
En el tope de esta gama de elencos está el Ballet Metropolitano, que el mes pasado, por ejemplo, llevó a Santiago del Estero, a pedido del gobierno local, las divertidas aventuras de Coppelia y Swanilda, espectáculo con el que hizo temporada de invierno en el ciclo "Vamos al ballet", donde es habitué, en el Konex. Decididos a que su senda será la de los infantiles, el Metropolitano –que dirige Leonardo Reale y depende de la Asociación Arte y Cultura, aunque ya no tenga su sede física – calienta motores para un 2020 que ya agendó veinte funciones de El Cascanueces (un dato para tener en cuenta: la compañía realizará audiciones el 15 de febrero, en el Ballet Estudio, con Igor Yebra como jurado invitado). De alguna manera, la experiencia de esta compañía (que inicialmente fue un ballet juvenil y que lleva quince años como profesional) es un faro y sube la vara: si al principio contaba con parejas invitadas del Teatro Colón y del Argentino de La Plata para cubrir roles principales, luego fue formando un plantel propio que ronda la quincena de artistas según el proyecto, y puede ya jactarse de un repertorio con producciones propias.
Sorprendido todavía por la respuesta de una temporada con una decena de funciones, el Buenos Aires Ballet que dirige Federico Fernándezhará su última presentación del año este sábado y ya avizora una gira por Córdoba, que los devolverá al Teatro Libertador, donde agotaron entradas hace unos meses, además de otras seis ciudades de esa provincia. El primer bailarín brinda así por los cinco años del BAB: un grupo formado por figuras y solistas mayormente que, como él, integran el Estable del Colón (Camila Bocca, Macarena Giménez, Maximiliano Iglesias, Ludmila Galaverna, David Gómez, Facundo Luqui, Emanuel Abruzzo y más), y que surgió para paliar la escasa cantidad de funciones de las compañías oficiales. Pero ese fue solo el germen de estos espectáculos con formato de gala (fragmentos de grandes éxitos del ballet) que recorrieron el interior del país y la provincia, y que mantienen como residencia porteña el ND/ Teatro. El "menú" que ponen en escena logra combinar pas de deux de repertorio con dúos de jazz y obras contemporáneas de nuevos coreógrafos locales. Y algo más: en su última función testearon en público un trabajo que fue tomando forma entre varios de sus integrantes, sobre textos de García Lorca (Un vago temblor de estrellas). "Experimentar, animarse a probar otras cosas, con respeto y calidad –dice Fernández– es otra ventaja de un espacio pequeño que da mucha visibilidad".
El caso del BAB es bueno para ejemplificar las características de ser independiente en este nicho. Trabajan a bordereau, es decir, que con la recaudación de las entradas como único ingreso pagan los cachets de bailarines y técnicos, más gastos. "Este fue el primer año que no hubo pérdidas y pude saldar deudas; creo que tiene que ver con que la compañía está más firme, que se hizo un nombre, y con la seguridad de tener una sala todo el año", reflexiona Fernández, que aprendió a ser director y gestor a la par de esta aventura. Cuenta, también, que en su casa tiene una habitación donde guarda el vestuario que van generando; mallas, torsos de tutús y otras prendas que sirven de comodines. A veces, encarga trajes a sastres del Colón que va pagando en cuotas; son diseños con la suficiente versatilidad como para que los usen diferentes intérpretes. "Pueden caber un montón de medidas en una misma chaqueta", revela.
Dónde y cuándo ensayar es un tema central para estos grupos, sobre todo porque sus integrantes tiene su trabajo estable en otro lado. Muy gráfica, Laura Fiorucci, directora del Ballet Inmigrante –agrupación principalmente formada por venezolanos, aunque su bandera latinoamericana es más amplia –, dice al respecto: "Organizar los horarios de todos es un sudoku, pero vale la pena". A ellos los engalana un valioso estandarte: los derechos de coreografías de Vicente Nebrada disponibles para sus espectáculos. Este año compartieron espacio en el Centro Cultural Borges con otro grupo independiente, el Baires Sur Novus Ballet.
Congeniar fechas y salas es también un desafío para el coreógrafo Jorge Amarante, que surca las aguas independientes con proyectos de autor como Carmen, su propia versión del clásico, que este año se vio en diferentes salas. También él acude a una cantidad de bailarines del Colón –él mismo integró el Estable, que codirigió con Olga Ferri en 2008 – y hace un mix con artistas freelance. Ahora, mientras comienza a ensayar una nueva revisión de otro título de repertorio al que le dará su impronta, una Giselle que mantendrá en gran medida el argumento original, pero con una ambientación, estética y lenguaje contemporáneo, reflexiona: "Si nos pusiéramos a contar la cantidad de profesionales de la danza independiente, somos más que en los teatros oficiales". Claro que el link más directo cuando se habla de "danza independiente" enlaza ese concepto con la "danza contemporánea", y aquí estamos hablando de ballet: un género que busca nuevos espacios y a la vez conquista otros públicos.
PARA AGENDAR
Buenos Aires Ballet. Última función de 2019, el sábado 30, a las 21, en el ND/ Teatro, Paraguay 918. Entradas. Desde $ 400.
Programa. Guillermo Tell, por Lucía Giménez y David Gómez; Raymonda pas de deux, por Ludmila Galaverna y Facundo Luqui; (In) fiel, estreno de Julieta Zabalza, a dúo con Emanuel Abruzzo; Don Quijote, por Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias; Melodía, por Ludmila Galaverna y Facundo Luqui; Ba-Babadup-Ba, un caballito de batalla jazzero de estas galas, también por Zabalza y Abruzzo; Valse Moskovskym por Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias, y Laurencia, por Camila Bocca y Federico Fernández.
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