La Cenicienta: por qué el cuento del zapatito sigue teniendo vigencia
Con Marcelo Gomes y Dorothée Gilbert como invitados estelares, vuelve al Colón el clásico, con diferencias que van a tono con la época: "Lo que ella busca es su libertad", dice él
En un mundo que cuestiona permanentemente los estereotipos de género, ¿cuál es el sentido de volver a ver la historia de un zapatito perdido? La pregunta flota en el aire mientras en el Ballet Estable del Teatro Colón preparan el estreno, el próximo sábado, de La Cenicienta, con música de Sergei Prokófiev y en la versión que el coreógrafo británico Ben Stevenson creó en 1970. Los bailarines invitados para estas funciones son el brasileño (neoyorquino por adopción) Marcelo Gomes y la étoile de la Ópera de París Dorothée Gilbert.
"La coreografía de Stevenson es muy inglesa y orgánica a la vez. Los pasos son exactos y limpios y siempre tienen un porqué", señala Gomes, con vasta experiencia en esta obra. "La hice muchísimas veces en el American Ballet Theatre (ABT) y fui pasando por diferentes roles: pareja del vals, una hermanastra y un día llegué a ser el príncipe".
Stevenson alteró el orden de algunos temas de Prokófiev para crear una versión más centrada en las emociones. "Que el Príncipe baile para Cenicienta antes que ella para él me parece un detalle interesante. Creo que ella no está buscando a su Príncipe: está buscando su libertad", sigue él en lo que podría ser una primera respuesta a la pregunta inicial. Y, a propósito de libertad, el bailarín proyecta lo que siente en esta etapa freelance de su carrera.
Desde su intempestiva salida del ABT, en 2017, cuando una ola de denuncias por conductas sexuales impropias afectó el ambiente artístico, Gomes nunca quiso hacer declaraciones públicas al respecto. Esta vez no es la excepción: tampoco quiso mencionar el tema en la entrevista con LA NACION. Sin embargo, admite que en ese momento fantaseó con bajarse de los escenarios. "Pensé seriamente en retirarme un par de años atrás. Pero ahora siento que esta etapa es como una segunda vida en la que soy dueño de mi agenda y mi repertorio".
Gomes bailó recientemente un pas de deux de La Cenicienta, también junto con Dorothée Gilbert, pero en la versión de Nureyev, ya que aprovechan cada oportunidad que se les presenta para volver a bailar juntos. ¿Cómo es trabajar con el otro? "Yo voy a estar de acuerdo con todo lo que él diga sobre mí", se ríe ella. "Así es como funciona: del mismo modo que hablamos es como bailamos juntos -sonríe también él-. Tenemos el mismo sentido del humor. Nos respetamos mucho. Hace unos diez años nos conocimos en el escenario, en Río de Janeiro, y conectamos como si viniera de antes. Ella es una bailarina muy fuerte y segura. Trabajamos tan bien juntos que eso nos hace querer hacerlo más seguido", avanza Gomes, señalando los próximos proyectos de a dos con la francesa. Tienen una gala de ballet en Hong Kong y otros borradores para el calendario 2020.
Justamente hacia el sur de China emprenderá viaje él cuando termine las funciones en Buenos Aires. Trabajará un mes junto al Ballet de Sarasota en Florida, bailará El Cascanueces en San Pablo con la Compañía Cisne Negro, aprovechará para pasar un mes entero con su familia en Brasil y luego hará Carmen y Don Quijote en la Ópera de Dresden. "Me entusiasma bailar con diferentes compañías. Es hermoso poder conocer otras culturas y tener diferentes compañeros y coreógrafos, eligiendo exactamente qué es lo que quiero hacer, lo cual es muy bueno cuando estás en los cuarenta", admite.
"Siempre digo que él no se tiene que retirar hasta que yo no me retire de la Ópera de París", advierte Dorothée mientras enumera los proyectos para los próximos meses en esa compañía: Raymonda y Giselle, en París, Mayerling en Japón, y un Lago de los Cisnes, en Australia.
La vida sobre los escenarios y los aviones los hace extrañar mucho sus momentos en familia. Gomes añora su casa en Nueva York, a su marido y la posibilidad de cocinar salmón y hacer bonitas ensaladas. Gilbert recuerda con nostalgia las noches de películas en el sofá junto a su esposo, ocuparse de las tareas de la casa y llevar a la escuela a su hija de cinco años. "Esta es la primera vez que nos separamos por tanto tiempo con ella; son tres semanas a las que sobreviviremos gracias a las videollamadas. Ella entiende que, aunque nos extrañemos, es bueno tener una mamá que es feliz bailando", cuenta Dorothée.
Este clima emotivo alrededor de la visita de los invitados también se vio en las redes sociales; Paloma Herrera, en Instagram, recordó sus funciones junto a Gomes cuando ambos eran estrellas del ABT. "Es genial poder reencontrarla después de tantos años, en otro rol -dice él-. Y volver a compartir risas, lágrimas, todas las emociones. Verla como directora me conmueve. Me saco el sombrero por el trabajo de Paloma, que armó un repertorio hermoso para el Ballet Estable, que lo fortalece como compañía. Lo que yo noté es que están hambrientos de estar en escena, tienen muchas ganas de bailar".
Dos siglos de hermanastras y calabazas por doquier
Charles Perrault escribió La Cenicienta en 1697 y siglos después el ballet comenzó a regar de zapatitos de cristal la historia. Los inicios remiten a principios del XIX sin que existan registros coreográficos ni de un estreno en Viena en 1813 ni otro en Londres en 1822. Incluso el prolífico Marius Petipa creó la suya, junto a Lev Ivanov y Enrico Cecchetti, para el Ballet Imperial de Rusia, en 1893, sobre la música del barón Boris Fitinhof-Schell. Dicen que fue en ese contexto donde se vio por primera vez la hazaña de los 32 fouettés.
Sin embargo, el estreno de La Cenicienta con música de Prokófiev se realizó con coreografía de Rostislav Zakharov en el Teatro Bolshoi en plena Segunda Guerra Mundial. Poco después, en 1948, el británico sir Frederick Ashton retomó la partitura para crear su primer larga duración, que dejaba de lado el papel de Cenicienta eran las hermanastras, interpretadas por varones.
Además de producciones sobre Prokófiev existen otras con los valses de Strauss. En este grupo se encuentra la del italiano Renato Zanella que se bailó en el Teatro Colón en 2013. Allí la protagonista quiere ser diseñadora de modas y el padrino es el mismo Strauss que no tiene carroza, sino nube.
Stevenson mediante, una de las versiones occidentales más visitadas es la de Rudolf Nureyev, de 1986. El coreógrafo no profundiza en los aspectos psicológicos como es su sello, pero resignifica el cuento: Cenicienta quiere brillar con luz propia.
Este siglo ha dado, entre otras, dos nuevas producciones para destacar: la de Alexei Ratmansky, de 2002, se baila tanto en Rusia -su patria- como en los Estados Unidos y Australia; la de Christopher Wheeldon, que algunos definen como "antisentimental", y que le valió el Benois de la Danse. tiene una puesta "en redondo", montada en el Royal Albert Hall, para ser vista en 360 grados.
Para agendar
La cenicienta, con coreografía de Ben Stevenson, por el Ballet Estable del Teatro Colón, y dirección de Paloma Herrera.
Estreno: 19 de octubre, a las 20, con Macarena Giménez y Maximiliano Iglesias en los roles principales (repiten el 25).
Bailarines invitados: Dorothée Gilbert y Marcelo Gomes bailarán en las funciones del 20 y el 22.
Más repartos: Nadia Muzyca y Juan Pablo Ledo (23 y 26) y Camila Bocca y Facundo Luqui (el 24). En el Teatro Colón, Libertad 621. Entradas desde $150.
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