Diana Szeinblum: danza subterránea
La destacada coreógrafa estrena mañana, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, la pieza "34 metros", que elaboró junto con Luciano Suardi
Una entrevista con Diana Szeinblum se convierte en una fluida charla. Ella, seguramente por cuestiones ligadas a su forma de ser, impone ese ritmo. Mientras habla, constantemente entrecierra los ojos como buscando en su propio cuerpo algo más que lo evidente. Esa misma búsqueda estaba presente en "Secreto y Malibú", ese maravilloso trabajo que estrenó hace ya unos años y que tuvo una excelente repercusión tanto puertas adentro del país como afuera. Esa misma intensidad que tiene Diana estaba presente en su composición de Silvina Ocampo en "Divagaciones", el delicioso trabajo de Inés Saavedra que el año próximo volverá a habitar el espacio de La Maravillosa. Y, aunque ella no esté del todo conforme con la coreografía que montó el año pasado para el Ballet del San Martín, "A la hora de oro", tampoco pasó inadvertida. Tanto que ganó el premio Trinidad Guevara a la mejor coreografía de 2003.
Casi despidiendo el año, esta talentosa actriz, directora, coreógrafa y bailarina estrenará mañana, en el Centro de Experimentación del Colón, "34 metros", un ensayo sobre el espacio que elaboró con otra figura indiscutida del teatro local: Luciano Suardi.
En el antiguo bar que tenían los trabajadores del Colón, un espacio vacío de enorme teatralidad, Szeinblum reflexiona sobre la fascinación que le despertó trabajar en el sótano del primer coliseo donde funciona el CETC, un sitio fundamental para la investigación, con futuro lamentablemente incierto. "Cuando me encontré con la posibilidad de hacer algo en este espacio -apunta Diana-, lo único que podía ver es hacer algo justamente con el espacio. El sótano del Colón te inspira mucho. Por eso me pareció bueno tener muchas miradas de gente que viene de disciplinas distintas. Por eso llamé a Luciano Suardi, al iluminador Gonzalo Córdova, al escenógrafo Alberto Negrín, a los músicos Claudio Peña y Ulises Conti y a los bailarines Noelia Leonzio y Lucas Condró. A todos les propuse hacer un trabajo en conjunto".
-¿Cómo fue ese camino?
-Empezamos hace unos tres meses y la cosa fue bastante rápida. Desde el principio, aparecieron diferentes puntas de trabajo. Apareció la idea de investigar la perspectiva de ese largo pasillo de 34 metros de largo y 5 de ancho. En un principio, tenía la idea de hacer algo más teatral pero, ya dentro del lugar, me di cuenta de que nada de lo que pudiera hacer fuera de este espacio funcionaría. Es como si el espacio nos hubiera dirigido a nosotros.
-Parece ser que el trabajo sobre el espacio es algo que termina definiendo a la mayoría de las propuestas que se presentan en el CETC: el montaje de Alfredo Arias, del grupo Krapp, de Enclaves?
-Seguramente. Es que el sótano te pone a prueba. Es un lugar muy sugestivo.
-¿Cómo fue el proceso con Luciano Suardi, alguien ligado a lo teatral y no al lenguaje coreográfico?
-A medida que comenzamos a trabajar, el espacio empezó a dictarnos algo. Y poco importaba el hecho de que él fuera director teatral. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que "34 metros" termina siendo un trabajo bastante coreográfico. En lo particular, el trabajo de Luciano siempre me interesó porque tiene una mirada primordial sobre el espacio. Todas sus observaciones aportaron mucho al trabajo. Es un espacio tan particular que siempre hay nuevos descubrimientos. Mucho más para mí, que es la primera vez que trabajo en el CETC, aunque ya había hecho la coreografía de una ópera que se estrenó en la sala principal.
-En el nivel de la producción, ¿hay muchas diferencias entre trabajar en la sala mayor y en el CETC?
-Enormes. Cuesta mucho trabajar abajo y les cuesta mucho a los organizadores del lugar. Arriba, participé de una ópera con un nivel de producción feroz para apenas 4 o 5 funciones.
-¿Qué se siente estar trabajando en un sótano dedicado a la vanguardia, que, como dijo una vez León Ferrari, es la que sostiene el peso de la tradición?
-Es divertido. Es como estar en el infierno y ellos, los de arriba, pareciera que están en el paraíso. Pero a mí no me molesta estar en el infierno. Al contrario, me divierte.
-Siguiendo esa línea de pensamiento, se podría decir que tu última obra, "Secreto y Malibú", la pariste en el infierno. Sin embargo, por el nivel de aceptación que tuvo, alcanzó al paraíso.
-"Secreto..." no fue mi último trabajo. Lo último que hice fue una coreografía para el Ballet del San Martín.
-Es cierto. El error debe venir porque me da la sensación de que, en general, lo que determinados creadores producen en el circuito alternativo tiene mucha más marca que cuando son convocados por la escena oficial. Como si lo que producen en la escena alternativa tuviera más identidad, más sello personal.
-Totalmente. Con "Secreto..." trabajamos muchísimo; ensayamos durante un año.
-Y más allá de la crítica, fue una obra que creó público.
-Sí, ése fue el gran mérito del trabajo, que me llena de orgullo.
-¿Qué otra cosa te dejó ese montaje?
-Entendí mi lugar en la dirección. Me dio como mi identidad; me di cuenta de por dónde voy, por dónde me interesa contar algo, por dónde quiero trabajar con los intérpretes.
-¿Y por dónde vas? ¿Por dónde te interesa trabajar con los intérpretes?
-Yo no me denomino coreógrafa; me llamo directora. El coreógrafo es un creador de movimientos; yo trabajo desde los intérpretes que tengo; trato de crear algo con lo que esa gente me devuelve. A partir de ahí, voy entendiendo la dramaturgia de una obra. Y como tengo ese mecanismo, necesito que el intérprete me interese mucho. No puede ser sólo un buen bailarín o un virtuoso. No es lo que busco, lo que me interesa.
-¿Cómo se descubre eso que le pedís a un bailarín? Porque, seguramente, sería mucho más fácil encontrar a un virtuoso.
-Pina Bausch decía que ella miraba a los ojos de los bailarines. De ahí sacaba la información. Obviamente que, a esta altura de la vida, al ver bailar a alguien ya puedo vislumbrar por dónde anda su cabeza. Pero no es fácil de explicar. Creo que tiene que ver con algo ligado a la intensidad, con gente de cierta apertura.
-¿De qué manera se aplica ese método de creación cuando, por ejemplo, te llaman del Ballet del San Martín para trabajar con gente que no podés elegir, con la cual tenés un tiempo acotado de ensayo?
-Para mí fue muy difícil trabajar en el San Martín. Las nueve personas que elegí estaban muy abiertas y con ellos fue encantador el trabajo. El resto fue un problema.
Funciones
- "34 metros", de Diana Szeinblum y Luciano Suardi. Mañana, el viernes y el sábado, a las 20.30 y 21.30; y el domingo, a las 17 y 18.30. Entradas a 5 pesos. En el marco del Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, habrá funciones pasado mañana y el jueves, a las 20.30 y 21.30, con entrada libre y gratuita (se podrán retirar en la boletería del Colón desde las 10 de la mañana).
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