De Broadway a Buenos Aires
Gustavo Wons, Gustavo Zajac y Darío Petruzio apuestan por el musical porteño
Mayo de 1992. Gustavo Wons y Darío Petruzio eran dos de los coreutas más recurrentes en el ámbito de la comedia musical. Corrían del Metropolitan, donde hacían Los Muvis, al Lola Membrives, donde integraban el elenco de El diluvio que viene. Entretanto, Gustavo Zajac hacía lo propio, pero desde el estudio donde se grababa Hola, Susana hastael teatro Astral, para hacer Gypsy.
Así como muchos otros eran la nueva camada del género, esa que no sabía de reality shows musicales y sabía que la fórmula estaba en el trabajo y el perfeccionamiento. Pero les pasó mucho más que seguir pisando escenarios, y hoy son eslabones clave en el desarrollo de la comedia musical en la Argentina. Los tres emigraron a Broadway y allí se perfeccionaron hasta alcanzar niveles de excelencia. Y aunque siguen trabajando en el exterior, prefieren volcar todos sus conocimientos en aquellos teatros donde marcaron sus primeros pasos y dieron las audiciones que los ubicaron donde hoy están.
Podría decirse que hoy integran la "nueva camada" de directores y formadores del musical vernáculo. Gustavo Zajac coreografió Aplausos y dirigió El Hombre de La Mancha y Víctor Victoria (que se reestrenará el 27 de abril); Gustavo Wons, además de haber trabajado como coreógrafo adjunto de Víctor Victoria, es el responsable de la coreografía de Sweet Charity ; mientras que Darío Petruzio fue protagonista de Fiebre de sábado por la noche , trabaja en Sweet Charity y es el director de una de las escuelas de comedia musical más concurridas.
Cuando estaban haciendo El beso de la mujer araña , nada menos que dirigidos por Harold Prince y coreografiados por Rob Marshall y Rob Ashford, Petruzio y Wons se dejaban incentivar por este último de perfeccionarse en Broadway. Ya habían trabajado con varios creativos extranjeros en obras como Yo y mi chica, Cats o La inhundible Molly Brown. "Somos de una camada que, en los 90, tuvo la suerte de trabajar con excelentes directores y coreógrafos norteamericanos", afirma Wons.
Apenas terminó la obra, el 1° de enero de 1996, Darío Petruzio se tomó el avión a América del Norte. Había conseguido una beca para estudiar danza, teatro y canto, además de la carrera de inglés, en una universidad de Pittsburgh (Point Park College). Luego se quedó un buen tiempo en Nueva York, también becado por el prestigioso estudio Steps, en pleno corazón de Manhattan. Allí hizo su experiencia internacional, también trabajando en shows musicales de cruceros de primera categoría durante tres años. "Haber estudiado con grandes maestros y participar de decenas de audiciones te enseña muchísimo. Pero mucho se aprende con el trabajo. Lo que se adquiere arriba del escenario es invalorable, sobre todo si estás dirigido por gente talentosísima, como Jeff Lee, Richard Stafford y Rob Ashford, como también por Alberto Agüero o Elizabeth de Chapeorouge -explica Petruzio-. En la Argentina hay muchos talentos y mucha gente reconocida. Mi objetivo en la escuela es el laburo y formar actores integrales, porque nuestra generación tenía una gran capacidad de trabajo, pero le faltaba formación en lo actoral."
En el 97, su amigo y ahora coreógrafo de Sweet Charity consiguió la beca Fullbright, que otorgaban conjuntamente esa entidad y el Fondo Nacional de las Artes, para perfeccionarse en las mejores escuelas de Nueva York. Wons también optó por presentarse a audiciones y trabajó en las giras nacionales de Cats, Damn Yankees y The King and I , entre otras, e integró el elenco de El violinista en el tejado , en Broadway.
Por esas cosas de la vida, el comienzo de Zajac fue distinto. Su primera experiencia en los Estados Unidos fue para recibirse de licenciado en Relaciones Internacionales. Hizo un posgrado en Europa, pero el primer día de su primer empleo en Buenos Aires decidió que eso no era lo suyo y que debía volver a su carrera artística, sobre la que había puesto una pausa. Se postuló para la beca Fullbright y consiguió estudios por un año en Steps, en 1998. Luego volvió a Buenos Aires, convencidísimo de que iba a hacer de Marius en Los miserables , pero no se le dio. "Llamé a la producción y me dijeron que no había quedado. Se me vino el mundo abajo, pero a las dos horas me llamó Jonathan Butterell, a quien había asistido en Nine , en Buenos Aires, para pedirme que hiciera la asistencia de coreografía de Wise Guys , en Nueva York. A los pocos días estaba trabajando con él, con Sam Mendes, Stephen Sondheim, Nathan Lane y Víctor Garber. Se colgó el teléfono para ser intérprete y sonó para trabajar en el área creativa. Fue un indicio y lo seguí", cuenta el director. A partir de allí, hizo su carrera en Broadway como coreógrafo adjunto de Nine , en Broadway, protagonizada por Antonio Banderas y Chita Rivera, y en El violinista en el tejado . "Me encontraba dando clases de ricudín en el lobby de un gran teatro de Broadway, de frente a Times Square. Fue impactante", refleja. Y su tarea comenzó a dividirse entre Nueva York, Buenos Aires y Japón.
Ser un artista integral
Otros bailarines de su generación también hicieron sus experiencias como coreógrafos, directores, asistentes o repositores, como es el caso de Bebe Labougle ( Chicago, Los productores ) y Diego Bros ( La fiaca, Quiero llenarme de ti ).
Gustavo Wons hizo su primer trabajo como coreógrafo en el show de Nacha Guevara en Madrid. Ella lo vio en Chicago y se fascinó. Actualmente vive y trabaja en Nueva York, pero reparte su tiempo con las obras que le surgen aquí. "Estaba muy nervioso con esto de coreografiar para compañeros o amigos de toda la vida. Pero fue fuerte el respeto que sentí de mis pares. Cuando me ofrecieron Sweet Charity me asusté. Fue dirigido y coreografiado por Bob Fosse. Y cuando algo es una obra de arte, como la suya, no se tiene que cambiar. Por eso me basé en su trabajo, que, además, es un estilo que sé y considero una joya. Me gustó el desafío de ponerle lo mío. Lo único que respeté casi textual fue el «Frug del hombre rico». Es como colgar un cuadro", explica Wons. "Para mí fue una admiración total ser coreografiado por alguien con quien trabajaste tantos años. Me emociona que venga de Nueva York a trabajar con nosotros", agrega Petruzio.
Por su parte, Zajac acaba de volver de Osaka, y aunque tiene entre sus planes dirigir Cantando bajo la lluvia , en Buenos Aires, también viajará a Broadway en 2008, para sumarse al equipo de David Leveaux para un nuevo musical con Antonio Banderas. "No levanto un estandarte proselitista antinacional, pero este género tiene su cuna en los Estados Unidos, y allí es donde hay que ir a estudiarlo. Es como el que aprende tango en el exterior. Si no viene a Buenos Aires, se pierde el verdadero tango. Ellos manejan esto de la mejor forma, y si nosotros le podemos agregar nuestra pasión, el desenfado, el humor, la acidez y la intelectualidad argentina que confronta con lo plástico de Broadway, es maravilloso", explica Zajac.
"Aquí somos muy indisciplinados e irrespetuosos. Hay que lograr la excelencia en el trabajo y demostrar que el lugar que uno ocupa está bien aprovechado. La generación actual tiene poca paciencia y hay que apostar a la disciplina y el trabajo", sostiene Petruzio. "A veces dicen que algunos musicales con la fórmula hecha te condicionan, pero cuando vienen a montarlos hacen hincapié en que le demos nuestra identidad para enriquecerlos. Saben por qué está cada cosa, pero también vienen muy abiertos y se sorprenden", agrega Wons. "Es que aunque nuestra desventaja es la indisciplina y los incontables trabajos que deben tener los actores para sobrevivir, se compensa con la pasión, la entrega y el fervor. Los japoneses, por el contrario, empiezan a ensayar en punto, aunque hay que darles dos horas de clases diarias sobre cómo caminar sensualmente en el escenario. Son máquinas perfectas de hacer el trabajo y lo hacen mejor que en Broadway, pero con un grado de pasión mucho más bajo. En cambio allí, a veces, la gente se toma el trabajo como una oficina. Cumplen el horario, lo hacen y se van. Se guardan lo mejor para el momento del estreno. Hasta ese instante, no sabés cómo va a salir la obra", agrega Zajac.
De treinta y pico, con intensidades y carreras similares, trabajan en serio para nutrir al musical porteño de algo de la esencia de Broadway.