Danza 2023: una temporada consistente, con variedad y calidad
El Ballet del Teatro Colón tuvo un muy buen nivel artístico, con localidades agotadas casi en todos sus títulos, mientras que el del San Martín, a pesar de un arranque tardío, estrenó dos piezas internacionales: “Folia” y “Colossus”
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La sensación de estar llegando a la meta de un año fructífero se impone para la danza en este 2023, que ahora da sus últimos pasos. Nunca es suficiente para los protagonistas ni para el público más apasionado, es cierto, pero en perspectiva, y más aún desde la vuelta de la pandemia, las últimas dos han sido temporadas consistentes. Y esto no tiene que ver necesariamente con el volumen de la oferta; sino, sobre todo, con la calidad y la variedad de las propuestas.
Acostumbrados a que las compañías oficiales establecen un piso de espectáculos para saciar la sed del espectador más fiel (el abonado), y que lo hacen -o deberían hacerlo- con la ambición de multiplicar y renovar las audiencias, partimos del caso del Ballet del Teatro Colón, que por segundo año a cargo de Mario Galizzi logró sostener a un cuerpo de baile en un muy buen nivel artístico, con localidades agotadas prácticamente para la totalidad de sus títulos, que fueron cinco en menos de 50 funciones (un número bajo para el promedio que se maneja en la liga internacional donde debería ponerse a jugar al Colón). Hubo figuras invitadas muy esperadas y reconocidas (empezando por la excelsa Marianela Núñez, que bailó El lago de los cisnes con el coreano Kimin Kim, y por supuesto Roberto Bolle, que con Caravaggio demostró que la tercera es la vencida), pero también visitantes de primera vez que fueron una gran revelación (Osiel Gouneo, en La fierecilla domada, nos recordó cuán grata puede ser la sorpresa de descubrir a un artista nuevo que nos conmueve).
En cualquier caso, merece la pena destacar la posibilidad de ver en varios repartos a los artistas de la casa asumiendo los roles protagónicos. En este sentido, Camila Bocca (en todos los papeles principales) ha tenido un año sobresaliente como primera bailarina, así como Ayelén Sánchez, y entre los solistas no es posible eludir la mención de David Gómez (especialmente en Windgames), Emanuel Abruzzo (sobre todo en La fierecilla) y el virtuoso Jiva Velázquez (del Bufón de El lago a Alí en El corsario). A propósito de este último título, que reemplazó sin mediar explicaciones el prometedor arribo de La bayadera de Nureyev, cabe recordar el respeto que se le debe a un público que había agotado con meses de anticipación las entradas para ver no solo la nueva producción de este ballet sino a las estrellas invitadas Natalia Osipova y Daniel Camargo, que por diferentes motivos brillaron por su ausencia.
El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, por su parte, tuvo una temporada tardía: recién ingresó a la sala Martín Coronado en junio para estrenar el primero de los dos títulos internacionales, Folia, al que le siguió Colossus, que por distintas razones resultaron muy efectivos en términos de impacto. Antes y después se vieron reposiciones en el hall (que supo también convertirse en una suerte de café concert para programar Mujeres en red, de la directora de la compañía, Andrea Chinetti); hubo un par de breves salidas al interior del país y a Uruguay, a caballo del gran hit de 2022: Cantata, de Mauro Bigonzetti, con el que además llegaron a la recuperada sala del Teatro Alvear para cerrar el año en el Anfiteatro del Parque Centenario. Afortunadamente la apuesta módica no modificó la vara alta de una compañía que es orgullo nacional y que se nutre de un Taller de Danza que en varias oportunidades salió a pisar el tapete para mostrar la actividad de los profesionales que están en formación.
A propósito de las salas porteñas, el Centro Cultural 25 de Mayo siguió apostando por la danza en Villa Urquiza con trabajos que fueron una verdadera oda al acto de bailar, representada en los cuerpos de mujeres en los dos extremos de la vida: por un lado, Bailar, bailar contó en su elenco con una intérprete de más de 90 años mientras que Instrucciones para bailar subió al escenario a un grupo de estudiantes de la UNA. Los dos trabajos se expresan con la sensibilidad de Damián Malvacio.
El Teatro Argentino de La Plata reabrió su sala principal después de seis años de inactividad y, con ello, regresó el Ballet, que puso en escena una versión aggiornada de Romeo y Julieta con la factura de Iñaki Urlezaga. Bien lejos llegó la Compañía Nacional de Danza Contemporánea, que formó equipo con el Ballet Folklórico Nacional para viajar a la Antártida y poner al continente blanco en movimiento. Ambos elencos hicieron pie durante el año en la sala principal del Teatro Cervantes, con creaciones de Gustavo Lesgart (Algo inútil) –flamante codirector del elenco junto a Marina Giancaspro- y el imparable y versátil Emiliano Dionisi animándose a una obra familiar para el BFN, un team fenomenal. Hubo también este año un programa, Situar Danza, que nutrió al CCK, Tecnópolis y el Centro Cultural Borges con proyectos seleccionados de todo el país (habría que recordar que más es menos: participaron gran cantidad de obras, cierto, pero lamentablemente con una o dos funciones cada una), y después de un multitudinario encuentro que condujo al tratamiento y la unificación de dos proyectos de larga data en la Comisión de Cultura del Congreso, la Ley Nacional de Danza quedó a las puertas del recinto.
La escena independiente dio interesantes demostraciones de vigor en salas medianas y pequeñas de diferentes barrios: audaz, original y bien jugada, Noestango se estrenó en el marco del FIBA en Boedo (Timbre 4) y luego hizo temporada en Chacarita (El Galpón de Guevara), donde se vieron también varios trabajos para destacar como No estoy solo, de Iván Haidar (originalmente también estrenado en el festival porteño), Estación Serrat, de Laura Roatta, y la reposición de Un instante, obra que ilumina los gritos de la guerra, creada por Analía González, una coreógrafa que en 2023 se destacó además por su trabajo para el musical Matilda (volverá a incursionar el año próximo en el rubro con School of Rock). Del Parque de la Estación, en Balvanera, con las piedras de La gravedad del encuentro, al subsuelo del CETC para Hacer un pozo, la inquieta Alina Marinelli transitó hacia su metamorfosis líquida. Casualmente también con barras de hielo trabajó Mariana Bellotto y el Grupo Performático Sur en Mundo de mierda, montaje que viajó de Parque Patricios a Milán representando a la Argentina en el marco de una muestra de artistas visuales. También de Parque Patricios (Planta Inclán) es oriunda Vendo humo, otra obra que hizo temporada en Europa, y de vuelta en Chacarita, vale destacar en clave electrónica Frenkeltronic en Fundación Cazadores, así como en el terreno de cruce con lo digital Artlab se abrió como una plaza interesante para la danza y la performance. Este panorama -es imposible ser exhaustivo- no puede dejar afuera a dos coreógrafas de larga trayectoria que dejaron su marca: Teresa Duggan hizo Las Bernardas, en el Celcit de San Telmo, y Mónica Fracchia celebró los 25 años de su grupo independiente, Compañía Castadiva, en el Centro Cultural de la Cooperación.
Acercar la danza a los niños y hacerlo con calidad no es una materia nada fácil y por eso merecen especial mención en este balance El Cascanueces, con nueva coreografía de Emanuel Abruzzo, que hizo una exitosa temporada de invierno en el Konex y la reposición de Sueño de una noche de verano, de Oscar Araiz, en el ciclo Colón para chicos, por apenas un par de funciones.
Es imposible no consignar a las galas, ese formato que congrega a creadores de todos los estilos y generan comunidad. El Consejo Argentino de la Danza redobló su agenda y sumó al tradicional festejo del Día de la Danza un espectáculo titulado “Homenaje”, en el Teatro San Martín, en el que confluyeron artistas y compañías del ámbito público y privado. En el Teatro Coliseo, Danzar por la Paz conmemoró diez años de actividad a beneficio de Unicef con bailarines clásicos, contemporáneos, folklóricos y de danza española. Mientras que Buenos Aires Ballet, la compañía que dirige Federico Fernández e integran de manera independiente bailarines del Teatro Colón y el Teatro Argentino de La Plata, diversificó los programas de sus galas en el Teatro Avenida y continuó con numerosas giras, en la auspiciosa senda de llevar la danza a todo el país.
Absolutamente fuera de libreto, pero bien pertinente, es un último párrafo dedicado a considerar el feliz casamiento de danza y artes visuales que celebró el Museo de Arte Moderno con la exposición Danza actual, dedicada a la experimentación de la década del 60 en la Argentina (allí está presente en fotografías y documentos María Fux, una pionera que nos dejó en julio, a sus 101). En este sentido se anota también una multiplicidad de intervenciones que la obra del coreógrafo William Forsythe hizo en espacios de exhibición y salas del Museo Bellas Artes, el Muntref y el foyer del Colón en el marco de Bienalsur, así como el desembarco por primera vez de Nicola Costantino en el subsuelo del CETC con Artista ex machina, sobresaliente propuesta performática en el último tramo de la temporada.
Los mejores espectáculos de danza según los críticos de LA NACION
1. El lago de los cisnes, con Marianela Núñez, Kimin Kin y el Ballet Estable del Teatro Colón
2. Querencia, por la compañía de Antonio Najarro, en el Teatro Coliseo
3. Folia, de Mourad Merzouki, por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín
4. Noestango, de Lisandro Eberle, Ollantay Rojas y Milagros Rolandelli, en el FIBA y El Galpón de Guevara
5. Colossus, de Stephanie Lake, por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín
6. Romeo y Julieta, estreno de la versión de Iñaki Urlezaga, con Wilma Giglio y Ryan Tomash, del Royal Danish Ballet, en el Teatro Argentino de La Plata
7. Suite en blanc y Windgames, de Serge Lifar y Patrick de Bana, por el Ballet Estable del Teatro Colón
8. La fierecilla domada, con reposición de Marcia Haydée y el bailarín invitado Osiel Gouneo (Ópera de Munich), con el Ballet del Colón
9. Dancing in pansori: a letter, de Hoo Dance Company, de Corea, en el FIBA (Parque Centenario)
10. Vendo humo, de y por Juan Onofri, en Planta Inclán
* Según los votos de Constanza Bertolini, Laura Chertkoff, Alejandro Cruz y Néstor Tirri
“Me pareció fascinante la visita al país del bailarín cubano Osiel Gouneo, de la Ópera de Munich, que se presentó en el Teatro Colón; incluso lo destaco más allá de la obra, La fierecilla domada, de John Cranko. Es por supuesto un bailarín superlativo, pero sobre todo desde el punto de vista artístico alguien que le brindó al público una experiencia emocional y generó una complicidad tan grande que me sorprendió. La verdad es que no tenía expectativas, porque no lo conocía, y fue amor a primera vista. Sin dudas, un highlight de esta temporada y uno de esos casos cada vez menos frecuentes de esos artistas que cultivan a la gente humanamente”, dice Iñaki Urlezaga sobre su elegido de 2023.
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