Dancing Queen: la reina que dejó su marca grabada sobre un telón de terciopelo rojo
La relación de Isabel II de Inglaterra con el ballet viene de larga data y tuvo ahora su reconocimiento final en cientos de mensajes de compañías, bailarines y coreógrafos
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El estrecho vínculo que la reina Isabel II mantuvo con el ballet queda a la vista hoy de todos los mortales como quien abre un álbum de fotografías o su equivalente digital del siglo XXI, Instagram. La galería de imágenes muestra a artistas de todos los continentes en una imagen que parece coreografiada: con una inclinación de torso y cabeza, en protocolar reverencia, le tienden la mano a su alteza después de una actuación.
Desde una figura inolvidable de este arte -verdaderamente una reina- como fue Margot Fonteyn hasta la argentina más cotizada actualmente en Londres, Marianela Núñez, el arco que traza esta historia de encuentros se puede recorrer página tras página. Pero en verdad la afición había comenzado antes de que Isabel -Elizabeth- se convirtiera en la reina más joven del mundo; ya de princesa se ubicaba preferencialmente en el palco de la Royal Opera House para aplaudir a los bailarines. Así la muestra una toma en blanco y negro en la reapertura de Covent Garden, finalizada la Segunda Guerra Mundial.
“Las letras EIIR sobre el galón dorado de las lujosas cortinas de terciopelo rojo en la Royal Opera significan la importancia única de Su Majestad la Reina Isabel II en el arte de la danza”, señala el monograma real como elocuente prueba de ese vínculo Graham Watts, literalmente un caballero (por la Orden del Imperio Británico), miembro del Círculo de Críticos y Presidente de la Sección de Danza y del Comité de los Premios Nacionales de Danza en Reino Unido.
“Tres importantes instituciones contaron con su patrocinio exclusivo: The Royal Ballet, The Royal Academy of Dance y Birmingham Royal Ballet -sigue Watts en un intercambio sobre el tema con LA NACION-. Pero en verdad, la reina prefería las carreras de caballos al ballet (su hermana, su alteza real la princesa Margarita, era la bailarina seria), y en años posteriores rara vez se la veía en la ópera. No obstante, después de su fallecimiento el 8 de septiembre, muchos bailarines y coreógrafos recurrieron a las redes sociales para compartir fotos de ellos con la Reina después de una actuación”.
“La nueva reina consorte, Camilla, es una gran defensora de la danza y así continúa la conexión real”, remata el crítico, que en aquella parábola a través de las décadas que va de Fonteyn a Núñez hace un alto para referirse a las actuaciones que la reina presenció de Darcey Bussell, quien actualmente preside la Royal Academy of Dance. Tampoco olvida mencionar a su coreógrafo favorito, Frederick Ashton: la reina le otorgó la Orden del Mérito y lo nombró Compañero de Honor (dos de los títulos más altos que puede otorgar la monarca).
Por supuesto, en honor a la soberana, que murió el jueves pasado a los 96 años tras permanecer por siete décadas en el trono, directores y bailarines de las compañías de danza de Gran Bretaña expresaron su despedida con mensajes, fotografías y videos alegóricos. “Con su partida el mundo ya no será el mismo”, escribió Núñez para señalar “el final de una era de una entrega inigualable. Una figura irremplazable que estará en nuestros corazones para siempre, Queen Elizabeth II”.
De estricto luto y con un mensaje de profunda tristeza para manifestar la pérdida, el cubano Carlos Acosta grabó un video en su nombre y el de la compañía que dirige, el Birmingham Royal Ballet (BRB) para darle el adiós a una mujer que “inspiró a generaciones, no solamente en el Reino Unido sino globalmente, con su dignidad y compromiso”. Subrayó Acosta, quien tuvo en su carrera el “privilegio” de encontrarse frente a la reina en diferentes oportunidades, que “siempre demostró su gran interés en el ballet”.
No solo en Inglaterra, artistas de todo el mundo recordaron sus encuentros con Isabel II. Desde Argentina, Paloma Herrera compartió una imagen en la que se la ve junto con el español Ángel Corella, recuerdo de una gira con el American Ballet Theatre de Nueva York que los llevó hasta Londres a bailar en una función especial para su majestad.
Mientras el histórico cortinado de 2,5 toneladas de terciopelo bermellón sigue allí, en la sala de la ópera, con sus iniciales, en “este momento tan triste para el país” el teatro desempolvó de su archivo fílmico una verdadera perlita: el video de la primera visita de Isabel II en 1953. Una forma de manifestar su aprecio por tantos años de patrocinio y apoyo a las artes.
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