Cuatro nuevas caras para Carmen. ¿Puede verse igual hoy la emblemática obra de Bizet a la luz de los femicidios?
El coreógrafo Alejandro Cervera creó para el Teatro Colón, con música de Bizet, esta versión que le permite dar un paso al frente a una generación joven de bailarinas; un anticipo del estreno de mañana
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Supongamos que Prosper Mérimée y Georges Bizet –contemporáneos a mediados del siglo XIX- se encontraran por un día y se enteraran de que aquí, como ocurre cada tanto en todo el mundo, la mayor compañía de danza prepara una nueva versión de su obra insignia. Y supongamos también que ese mismo día –ayer, mañana, lamentablemente es igual- leyeran ellos en el diario la noticia de un “femicidio”, un término político que lógicamente desconocerían, y preguntaran por qué se lo llama así y cómo puede ser que cada treinta y ocho horas muera una Carmen en este país. ¿Qué pensarían de la naturalización de esta violencia extrema? ¿Reescribirían la historia del hombre que mata a la mujer que considera de su propiedad?
Amante de la ópera, Alejandro Cervera crea otra vez un ballet para el elenco estable del Teatro Colón (hizo Itinerario Piazzolla en 2021; Alicia en el país de las maravillas, antes). Es la obra que iba montar cuando una pandemia feroz paralizó todo. Ahora sí, llega esta semana la paciente Carmen que había quedado en espera. “Es fuego y pasión”, dice el coreógrafo en el video promocional que gira en las redes sociales para invitar al público: “queremos que vengan”. Y es bastante más que eso.
En siete funciones podrán verse al frente de esta producción a cuatro bailarinas del cuerpo de baile. La elección permite dar a conocer algunos de los valores más jóvenes de la compañía: estrena el martes Manuela Rodríguez Echenique, de 27 años (fue la Mirtha de Giselle en el programa anterior y tuvo otros roles de solista, como Mercedes, en Don Quijote, o hermanastra, en La Cenicienta, pero desde que baila con el BETC, nunca un protagónico). Al día siguiente será el turno de Rocío Agüero, de 23, y después Lola Mugica, la menor, con 20, también convocada al desafío de encarnar a la mujer indómita. Rocío y Lola fueron transitando los primeros años de su camino profesional juntas en el Colón, desde 2017 como refuerzo y a través del último concurso internacional, en 2019, ambas se incorporaron como integrantes estables. Para las dos este es su gran debut. Pero en total son cuatro nuevas caras para Carmen. O casi nuevas, porque la cuarta, Cecilia Lucero, ya la interpretó hace una década cuando Mauricio Wainrot hizo su versión (en zapatillas de punta, no en zapatos como esta) y tiene en su background la psicología del personaje que creó la gran Marcia Haydée para el Ballet de Santiago, en Chile.
Cervera ubica la acción en la España de los años 40, tras la Guerra Civil, en los comienzos del franquismo. No obstante, estas artistas del siglo XXI le permiten –cree él y repiten ellas- acercar la obra a nuestro tiempo. “Alejandro nos dice que nosotras, siendo tan jóvenes, podríamos representar lo que pasa hoy con el movimiento feminista” abre el juego Rocío. “Es contar que por más que pasen y cambien las culturas, el feminismo es un tema que ahora con el surgimiento de esta nueva corriente toma más fuerza –completa Manuela-. Está en nosotras también mostrar la identidad que tiene Carmen, una mujer que quiere lo quiere cuando quiere. Creo que un poco es traer a la actualidad el personaje”.
Desde la diferencia generacional Cecilia, que ya pasó los 40 hace un tiempo, cree disentir, aunque en realidad suma sentido: “Pienso que Bizet fue futurista, que se anticipó a la historia, porque ella representa a una minoría –los gitanos-, está al límite de la ley, los juicios y prejuicios sociales los transgrede, es avasallante en todos los aspectos. Imagínense lo que significó Carmen en su época. Hoy no sería novedad”.
Las cuatro tienen en claro el valor y el precio de la libertad. Y a propósito de libertades coinciden plenamente en la oportunidad que significa trabajar no solo como cuerpo –materia: la arcilla para el escultor- sobre el cual el coreógrafo crea sino con la posibilidad abierta para hacer un aporte propio. “Desde el comienzo Alejandro vio nuestras diferencias (porque están a la vista y bailando se notan más) y nos dijo que no quería que homologásemos a las Carmen. Nos describió a cada una como nos veía e indicó que estaba bien que siguiéramos nuestra línea”, dice Cecilia. Rocío sintetiza: “Justamente nos dio libertad. Es muy distinto de lo que hacemos habitualmente: venimos del clásico, tan estructurado, así que también significa un desafío”.
“A mí me gustó trabajar con mis compañeras, tomando cosas de cada una: eso hace que me inspire. Es lindo ver al resto. Y también saber decir: eso no es para mí”, observa Lola. Entonces, ¿cuál es el ingrediente personal que cada una le imprime a la personalidad de Carmen? “Yo hablo y camino con mucho desparpajo, es mi manera de ser, relajada, desfachatada, eso le aporto”, piensa la marplatense, la más joven del grupo. Cecilia Lucero cree que con su experiencia de vida ella le pone una cuota de “madurez y fuerza espiritual”. Rocío Agüero trae al personaje un aire de las milongas que viene frecuentando en la noche porteña: la sensualidad, las miradas, el cabeceo, ese código tanguero –revela- le dio herramientas para su toque particular. Y Manuela Echenique la define como alguien libre, despojada, sin importar los prejuicios.
Para entender que la misma Carmen, sin embargo, no es igual para las cuatro, lo mejor es verlas. Un mediodía de la semana pasada, en la Rotonda del subsuelo del Teatro, se dan cita las parejas principales para una pasada musical –también interviene en el ensayo un Escamillo que se las trae: Jiva Velázquez-. Entonces esa misma libertad para poner la personalidad en juego de la que hablaban antes se advierte enseguida también en los Don José de Federico Fernández, Juan Pablo Ledo, Marcone Fonseca y Matías Santos. Cervera los conduce casi como un director de orquesta, marcando el inicio de una secuencia con el sonido de los vientos, destacando la importancia de un timbre. Y munido de un frondoso ramo de adjetivos corrige la cualidad que espera de cada movimiento. Van escena por escena, corriendo con las manos el aire que se va poniendo denso, y reparando en los detalles: “El corazón más frío es el corazón de tu examante -les recuerda en un parate-. Y acá ella está fría, dura”. En la sala, es el primer encuentro para todos con la música tal como la tocará la orquesta, es decir, sin la voz de los cantantes. Para algunos bailarines haber aprendido la obra usando de base la ópera fue una gran ayuda para entender bien qué pasaba en cada tramo de la historia de la cigarrera y el soldado.
En este sentido, Alejandro Cervera tuvo en cuenta dos cosas: el momento narrativo de la obra y la posibilidad de movimiento que esa música le generaba. “Algunos fragmentos, como el preludio o el torero, tienen una fuerza bastante clara con respecto no solo a lo escénico sino en una instancia coreográfica. Luego están otras partes, como lo que antecede al dúo final, que es como una secuencia de todos los sectores que van ingresando a la plaza en una suerte de desfile -el pueblo, las cigarreras, los soldados, Zúñiga, Lilas Pastia, los toreros, las acompañantes de los toreros y finalmente Escamillo- y el final, que es cuando llega Don José y le interrumpe el camino a Carmen. Ella le dice en la ópera: ‘déjame pasar’. Es un momento fantásticamente escrito de Bizet”.
Cervera incorpora un cantaor. “Quería hacer algo con unas castañuelas para uno de los nexos y me encontré con un martinete, una música fabulosa propia de los herreros de Andalucía que hacen un cante acompañándose de un yunque; es de un dramatismo extraordinario. Eso abre la obra y aparece otra vez justo antes del trágico encuentro del final, casi como una premonición”. En estas secciones, además, intervienen dos integrantes experimentados de la compañía, Omar Urraspuru y Julián Galván, muy conocedores de las danzas españolas. “Esto trajo un color distinto, porque por un lado está la música de Bizet, pero por otro aparecen este martinete, el cantaor y luego las palmas y los taconeos y las castañuelas que ponen a la obra en un lugar más popular. Este es el camino que tuve con la música”. Esto, claro, más el coro de niños que rescata en la primera parte.
Es insoslayable recordar que el coreógrafo y regisseur montó Carmen en Tucumán, en 2018, y que, por lo tanto, al momento de empezar a trabajar esta pieza para el programa contemporáneo del Colón, la ópera todavía estaba en su piel.
Otras cuatro Carmen y un bonus track
- Cuando en 1949, en París, el coreógrafo Roland Petit estrenó Carmen, él mismo hizo de Don José (imperdible registro posterior es el que guarda el film Black Tights, de 1961), pero lo verdaderamente inolvidable serían la versión y la protagonista que lo inspiró, su mujer, Zizi Jeanmaire, en el emblemático rol que bailaría ella por muchos años. Por ejemplo, en la década del 80, con Mijail Baryshnikov, disponible en YouTube.
- En 1967, Maya Plisetskaya convocó a Alberto Alonso a crear en Moscú el ballet que le significaría un gran caballito de batalla. Se estrenó en el Bolshoi y en agosto del mismo año lo montó para el Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso. Fue el bailarín Azari Plisetski -hermano de la gran estrella rusa- quien puso la Carmen de Alonso en los ‘70 en el Teatro Colón, que fue bailada por varias artistas locales, según pasaban las generaciones. En persona el cubano, a sus 84 años, vino en 2001 a ratificarlo. Entonces interpretó a la cigarrera Eleonora Cassano.
- Después de que Antonio Gades y Carlos Saura dejaran su marca en los años 80, llegó la Carmen de Mats Ek (1992), con una habanera que literalmente pone entre los dedos de los bailarines un cigarro. Inicialmente con el Cullbert Ballet y una siempre magnífica Ana Laguna en el rol protagónico, la obra del sueco se incorporó al repertorio de Royal Ballet y la Ópera de París entre otras compañías.
- Musa de John Cranko, la brasileña Marcia Haydée fue Carmen en los años 70 en Stuttgart. En 2004 crea su propia versión, que salió del Ballet de Santiago, en Chile, al mundo. En 2005, con Luis Ortigoza y Marcela Goicoechea, llegó al Luna Park y en años sucesivos la hizo el Ballet del Teatro Argentino de La Plata. Su famoso pas de deux montado por Haydée a través de un iPad, toda una marca de la pandemia, se vio recientemente en la gala de la compañía independiente Buenos Aires Ballet.
Bous track. También como una reflexión sobre la época y los femicidios, en 2019 Jorge Amarante estrenó una versión independiente de Carmen en Buenos Aires; el británico Matthew Bourne tiene una superproducción, The Car man, que traslada la acción en torno de un taller de autos, y hace apenas unos meses Natalia Osipova, Jason Kittellberger e Isaac Hernández estrenaron otra versión moderna. Carmen sigue viva.
PARA AGENDAR
Sinfonietta, de Jiří Kylián, y Carmen, de Alejandro Cervera. Programa contemporáneo del Ballet Estable del Teatro Colón, con la dirección de Mario Galizzi, con la Orquesta Estable del Teatro Colón, con la conducción de Javier Logioia Orbe. Desde el martes 28 de junio, a las 20, son siete funciones: el miércoles 29 y 30, a la misma hora; el sábado 2, miércoles 6 y jueves 7 de julio, a las 20, y y el domingo 3 de julio, a las 17.
Sobre “Sinfonietta”
Cuando en 1978 Jiří Kylián estrenó Sinfonietta (del compositor Leoš Janáček) -obra que dedica a su abuela-, el coreógrafo checo tenía 31 años y llevaba poco tiempo al frente del Nederlands Danse Theater (NDT). Es decir que esta pieza que incorpora ahora al repertorio el Ballet del Teatro Colón, “probablemente la más espontánea” de sus creaciones, en sus propias palabras, nos transporta al surgimiento de un genio que a estas alturas absolutamente todo el mundo de la danza venera.
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