Cuarentena con Boquitas Pintadas: cómo se mantiene en movimiento el Ballet del San Martín
A pesar de que estos tiempos de cuarentena imponen el distanciamiento físico y posponen los proyectos colectivos, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín continúa sus ensayos de Boquitas pintadas, contra viento y marea. Es que el reestreno 2020 de la versión que Oscar Araiz y Renata Schussheim crearon en 1997 sobre la novela de Manuel Puig estaba planificado para mediados de mayo. Habían comenzado a trabajar en la sala de ensayo, hacia el fin del verano. Y entonces llegó la pandemia de coronavirus. Pero a pesar de todo pudieron escapar del aislamiento y, sobre todo, de la quietud.
"Los planes se fueron transformando con las circunstancias –sostiene Oscar Araiz–. El primer objetivo fue evitar la interrupción del proceso que se inició con gran fuerza y que tenía un 60 por ciento montado. Cuando se posterga un estreno se corre el riesgo de que el trabajo se pase, se mecanice y se pudra".
¿De qué modo se podía evitar la descomposición del proceso creativo? Con mucho trabajo cotidiano y algunas herramientas tecnológicas.
Mi marido me pregunta qué prefiero en Buenos Aires, si un departamentito en el centro o una casita con patio en las afueras. Ay, Mabel, estoy tan encantada que quiero quedarme en el centro –dice Nené en una de las cartas de Boquitas Pintadas–.Bueno, te cuento lo que hago a la mañana.
Lo que el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín está haciendo a la mañana es clase. Cada intérprete desde su casa, conectado a través de una plataforma de videoconferencia. Tres días por semana con técnica de clásico y dos de técnica de contemporáneo. "Las clases son un poco más cortas que lo habitual –explica Andrea Chinetti, directora de la compañía–; no podemos hacer un momento de centro, porque el espacio para el baile es reducido y además porque no pueden saltar, por el tipo de pisos que tienen en las casas".
De los 33 intérpretes, no falta nadie a las clases ni a los ensayos. "Hoy también hicimos un poquito de charla porque sentía que hacía días que no estábamos hablando como grupo. Y los felicité por el video que habían subido a Instagram como iniciativa de ellos, sólo por las ganas de hacer algo bello".
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En el momento de la selección de los intérpretes para cada personaje apareció el dilema de volver a la versión original, que incluía actores, o trabajar solamente con la compañía de bailarines y bailarinas. "Como se trata de un elenco de alta técnica de movimiento temía la confrontación con personajes y roles donde interviene una fuerte gesticulación, aunque ésta se rompa. Pero luego de los primeros encuentros para detectar las personalidades de los intérpretes y los personajes/situaciones, se reveló un potencial reconfortante. Quizás el actual repertorio, en especial las obras de Cervera, está generando una ampliación de ese potencial", señala con placer Oscar Araiz.
"Comenzamos probando cosas simples, monólogos, dúos, y fuimos buscando los límites del formato que finalmente nos permitió continuar haciendo escenas nuevas y grupales –enumera el coreógrafo–. La idea de registrar todo en video nos dio también una sacudida estimulante, la orden de trabajo de esta semana se parece a un script de cine".
¿Cómo es un ensayo por Zoom?
LA NACION fue invitada a espiar un momento de trabajo en la plataforma. El fragmento correspondía a una escena de la decimoquinta entrega del folletín, dada la estructura que eligió Manuel Puig para contar esa historia de Coronel Vallejos, el lugar imaginario donde se ubica la acción. "En estas bodas místicas, se contrasta sutilmente el mundo idealizado de Hollywood, con la cotidianidad del matrimonio en su convención o sordidez. En realidad denuncia la hipocresía de una época, aunque también con cierta ingenuidad conmovedora", explica Araiz.
"¿Quién soy? ¿quién fui? ¿Dios ha absuelto a mi alma de toda culpa y cargo? yo viví entre espinas herida sin saber de un momento de amor, si Juan Carlos se acerca y me dice «querida», todavía sangrante me arrancará cual flor. Juan Carlos, si puedes tú con Dios hablar, que olvidarte no pude te responderá... la vida, con sus platos sucios y pañales y los besos de otro que debí esquivar", se oye la voz en off sobre la que bailan Brenda Arana y Rodrigo Etelechea, encarnando a Nené y Juan Carlos, desde una habitación de su departamento. Y en medio de la escena cruza Roco, el caniche blanco de la pareja que, como si también estuviera coreografiado, circula y observa de cerca sin estorbar.
Además de Araiz y Renata Schussheim, asisten al encuentro Yamil Ostrovsky, Elizabeth Rodríguez y Diego Poblete. A veces bailan o marcan con las manos frente a la cámara detallando los movimientos esperados. Entre todas esas miradas detrás de la cámara se van sumando pequeñas correcciones: una sonrisa faltante en un bolero, una mano que debería moverse como bisagra, un arqueo de espalda que no tendría que ser tan profundo para que no desaparezca la cabeza. "Y nada más. Está fenómeno", felicita Araiz antes de despedirlos y volver a la conversación con el equipo creativo.
Todo el tiempo flota la sensación de que a Manuel Puig le hubiera gustado lo que está pasando con su obra. Así como él desarrolla la trama a través de cartas, diarios íntimos y descripciones minuciosas de una habitación de soltera, en esta experiencia se pone en juego un procedimiento voyeurista colectivo: toda la compañía puede ver el lugar de ensayo de los demás.
La estructura epistolar que Puig le dio a Boquitas pintadas facilita el trabajo ahora por videoconferencia. "El puzzle de Puig es magistral, cruza, descruza, superpone, invierte, y finalmente se trata de otra nueva linealidad –subraya Oscar Araiz–. Para mí la danza constituye un potente foco de subjetividad, y rozar con ella el naturalismo, la ilustración, los lenguajes cotidianos o populares y el folletín, es descubrir una zona sin explorar. Más que excitante".
¿Cómo será el montaje de esta puesta cuando vuelvan a habitar el mundo? Mucho más amplificado que la puesta original en la sala Casacuberta. El pasaje a un escenario a la italiana implica "una vuelta de tuerca más en temas maquillaje y peinado. Todo más exaltado, más exagerado –advierte Renata Schussheim–; la sala tiene otras características, entonces hay que trabajarlo a todo nivel". Además de los módulos escenográficos de Alberto Negrín, se suman Matías Otálora y Noelia González Svoboda y una propuesta con proyecciones. En cuanto al vestuario, como hay algunos personajes nuevos y varios repartos, tuvieron que replicar algunas piezas originales que el centro de vestuario teatral del Complejo Teatral de Buenos Aires ha conservado en muy buenas condiciones.
"En el plan original mi rol hubiese sido el de siempre junto a Oscar, pero a esta altura del proceso tendría que estar trabajando con los talleres de vestuario, integrando eso a los ensayos", se lamenta Renata Schussheim, pero se ilusiona por la capacidad de resiliencia de la compañía. "Estas videoconferencias me abrieron un mundo, una mirada distinta y muy abarcadora y emocionante sobre todo. Es fantástico ver toda esa energía. La compañía está hermosa.".
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