Coronada de gloria, Marianela Núñez regresa en dos noches imperdibles
Primera figura del Royal Ballet de Londres, la bailarina argentina vuelve al Teatro Colón con toda su elegancia y técnica al servicio de un papel por el que la aclaman en el mundo: Aurora, la bella durmiente
Hay que saber que lo que muestra Marianela Núñez en el escenario no sale naturalmente, aunque lo haga con extrema naturalidad. Es con esfuerzo y con dolor. No con sufrimiento. Con entrega, sí. Si se la espiara por una mirilla durante un ensayo o una clase, no habría que sorprenderse por ver que esta bailarina, la argentina que lleva la corona del Royal Ballet inglés, también se agita, se arquea con las manos en la cintura, descansa en un resoplido apoyando las manos en las rodillas; persigue con pasión una perfección que, aunque otros se la adjudiquen, ella cree inalcanzable. Y hay que saber, también, que si cuando se corre el telón su cuerpo pareciera no haber oído hablar de sangre, sudor y lágrimas, es porque no es ella la que está allí. Mañana y pasado será Aurora. Y luego tantas otras más, como Tatiana hace unos días nomás en Milán, en una actuación de reverberancia mundial con otra estrella, el italiano Roberto Bolle.
Tan autoexigente como humilde (de otra forma, a sus 35 años, sería ya una diva completa), maneja su actuación con el motor de la adrenalina y lleva ganado el mérito que da una técnica superlativa: transmitir las emociones del personaje que le toca a tal punto que los que tienen el privilegio de verla de cerca notan cómo se diluye más la claridad de sus ojos agrisados a la par de su sonrisa.
"El esfuerzo es parte del día a día. Los años van pasando y hay que cuidarse más. ¿Adónde va a parar todo eso cuando salgo al escenario? ¡Qué buena pregunta! Ni yo lo sé. He bailado con lesiones y la adrenalina te quita los nervios, te quita los dolores. Te volvés un animal performer. Es una adicción que va más allá del aplauso. Por eso sé que va a costarme mucho encontrar algo igual cuando llegue el momento de retirarme." Para eso falta... mucho.
A veinte años exactos de su mudanza a Londres, y de vuelta en Buenos Aires por segunda vez este año -sus galas benéficas de invierno en San Martín se han ganado la buena fama de elevar exponencialmente la matrícula de la escuela municipal de danzas de ese distrito-, bailará La bella durmiente del bosque en el Teatro Colón , un título que a los ojos de los críticos del mundo entero le calza como un guante. "Es un cuento de hadas, un papel sin mucha profundidad desde el punto de vista de las facetas, porque no es tridimensional, pero es una obra maestra: salís con 16 años, en el segundo acto sos una visión y en el tercero, una mujer madura. Tiene una dificultad técnica increíble, para mí solamente superada por El lago de los cisnes; es como escalar el monte Everest. Pero la música... la música te hace olvidar todo", dice Núñez en un subsuelo del teatro donde se formó. En favor de Chaikovski, hace una reverencia al gran compositor para el ballet.
Sobre este arribo a su segunda casa -porque, aunque nos hiera el orgullo argentino escucharlo, su casa está en Covent Garden-, esta "otra familia" ahora le presenta una nueva conducción. "Tuve una muy cálida bienvenida no bien llegué. Por primera vez trabajamos juntas con Paloma [Herrera]. Yo la tenía allá arriba, ¿sabés?; cuando estaba en la escuela, ella llegaba a Nueva York y hacía un boom, entonces guardaba las notas que salían en el diario con su historia deseando también ser primera bailarina a los 19", recuerda en un flashback a la infancia. Como contrapartida, Herrera, ahora directora, destaca la "carrera impecable y el excelente ejemplo de Marianela para que la compañía pueda ver que las carreras de este tipo se hacen a base de trabajo, pasión y dedicación".
Hay muchas primeras bailarinas, pero pocas ballerinas; la diferencia entre unas y otras la marca algo que, sencillamente, no se puede explicar de una sola manera. Algunos usan el recurso del aura, del perfume o de esa lucecita que se ve antes siquiera que la artista dé el primer paso. "Es tener la parte física tan bajo control que podés olvidarte de la técnica, es la experiencia año tras año y función tras función." Núñez no lo dice, pero sabe que tiene ese enigmático atributo. Que, como las hadas del cuento, la han tocado a ella también con la varita. Sobre la mesa, a la derecha de un café cortado -el segundo de la mañana antes de arrancar con la posta de clases y ensayos- apoya el codo en el libro gordo dedicado a la figura de Margot Fonteyn, de Meredith Daneman, que le recuerda que no está sola: en esto de hacer historia hay quienes le han marcado ya la senda.
7 motivos para asegurarse un lugar en la sala
- Es una de las mejores
No se quedó con el premio del año ni le extendieron un certificado de calidad, pero por su nivel de excelencia extraordinario ningún entendido en la materia dudaría hoy en incluir a Marianela Núñez en un Top 5 internacional de artistas de ballet. Una caprichosa primera razón para no faltar a la cita ganada en buena ley.
- Su técnica es superlativa
Y exacta como el té de las cinco. Sus giros pueden ser despreocupados o vertiginosos según lo exija la versión; los saltos, elásticos o de un suspenso inverosímil. Y los equilibrios, ¿tal vez valga la exageración del adjetivo perpetuos? Por ejemplo, lo que realmente desvela a Alastair Macaulay, jefe de críticos de danza en The New York Times, es su cambré: "Fréderic Ashton decía siempre a los bailarines «Dóblense más»: No hay bailarín en el siglo XXI que haya oído esas palabras mejor que Marianela Nuñez. La flexibilidad de su torso es una maravilla", escribió una vez.
- No hay otra Aurora igual
Si por un rol pasará a la historia será por la princesa de La bella durmiente (especialmente, por el "Adagio de la rosa"). De hecho, su compañía el Royal Ballet, que celebró esta temporada los 70 años con este título del repertorio, la eligió para transmitir sus funciones en directo a los cines británicos, y como protagonista del DVD que editó para la ocasión. El chileno Jorge González Granic, balletómano que recorre el mundo movido por su admiración para verla bailar, equipara: "Como hubo una Anna Pavlova para La muerte del cisne, una Maya Plisetskaya para el Bolero de Ravel y una Giselle para Carla Fracci, habrá una Aurora para Marianela Nuñez".
- Es argentina y la vemos poco
Aunque se van redoblando las posibilidades de tenerla en el país al mismo tiempo que su lugar privilegiado en el Royal Ballet le habilita más fechas para salir como invitada en otros escenarios, es para apreciar (y sentir orgullo) cada vuelta a casa de una bailarina argentina que marca el paso. "Bailarinas como ella son las que regalan al mundo experiencias únicas, increíbles, que hasta pueden cambiar una vida", valora Carmen Gloria Larenas, directora del Teatro del Lago, donde Núñez es madrina de la escuela de danzas.
- Le sube la vara al Ballet del Colón
Siempre es muy enriquecedor -para el Estable tanto como para su público- ver a artistas invitados de carrera internacional. "Por empezar, porque cada bailarín es diferente y aporta algo especial y, sobre todo porque al venir de otras compañías, pueden traer un estilo que acá no están acostumbrados y se hace todavía más interesante", observa Paloma Herrera, directora del Ballet del Colón y anfitriona en este caso.
- Trae los valores de la corona real
Hace exactamente 20 años llegaba a Londres y, en ese lapso, se hizo grande en todo sentido. Marianela incorporó como el aire que respira la receta del exquisito estilo inglés, que no tiene nada de más ni de menos; un difícil equilibrio de "musicalidad, frescura y un display de técnica pura", ingredientes que ella misma se encarga de enumerar.
- Siempre hay una primera vez
Y esta vez, además, tiene la garantía de que no será la última. Ingenua hechicera, con disimulo y prácticamente sin intención, Marianela Nuñez prenda a su público en solo una noche. Avezado o lego, el espectador sabrá que algo especial ha pasado por allí. Ya están prevenidos.
La bella durmiente del bosque
Con Marianela Núñez, Federico Fernández y el Ballet Estable del Teatro Colón, en versión de Mario Galizzi
Mañana y el viernes, a las 20.
Teatro Colón, Libertad 621.
Entradas, desde $ 80.
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