Cómo vivir el Festival Internacional de Buenos Aires: de una Antígona intervenida a un Hamlet muy personal
Durante los primeros días del Festival Internacional de Buenos Aires se presentaron tres propuestas muy diferentes entre sí que abren un abanico de la oferta del encuentro escénico
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El viernes, se inició el Festival Internacional de Buenos Aires, FIBA, que organiza el gobierno porteño. A diferencia de las últimas ediciones en las que la calle fue el escenario de los festejos de apertura, esta vez se retomó la tradición del volver a una sala teatral para su inicio formal. El lugar elegido fue el escenario principal del Teatro 25 de Mayo con la obra By Heart, del portugués Tiago Rodrigues, que hizo su función a la noche.
Claro que, en verdad, la actividad del FIBA había comenzado muchas horas antes. De hecho, ya a las 14, este encuentro escénico cuya primera edición tuvo lugar en 1997 y que culmina el domingo próximo, concretó su primera actividad en el Malba con la presentación de Red Phone, de Canadá, una actuación de público a público que tiene lugar entre dos cabinas telefónicas completamente cerradas. En medio de una variada oferta de montajes diversos y de diversas procedencias, a las 17, en la sala redonda del Teatro 25 de Mayo se presentó Antigone, Interrupted, de Escocia, una inquietante propuesta de fuerte impronta coreográfica protagonizada por Solène Weinachter, intérprete francesa de una potencia expresiva verdaderamente exquisita que ha trabajado en diversas compañías de danza y teatro físico en Europa.
En este solo dirigido por el coreógrafo Joan Clevillé, los grandes personajes de la tragedia griega habitan en su cuerpo. En el montaje se cuelan momentos biodramáticos en medio de un clima en el que la increíble intérprete está todo el tiempo buscando la mirada del público ubicado alrededor del espacio escénico central. Sin cambio de vestuario ni necesidad de elementos escenográficos, el trabajo físico de ella es un verdadero imán para el espectador aunque, dramatúrgicamente, por momentos las vueltas de la trama no tengan la organicidad interna que ella sí maneja con exquisitez en lo que hace al dominio de su cuerpo como de su voz, que se multiplica para dar vida a heroínas, tiranos o a un pueblo entero sometido a los caprichos del poder.
De Villa Urquiza para desplazarse al centro, el subte de la línea B es la mejor opción. En el trayecto puedes suceder situaciones insólitas: como bajarse en la estación Uruguay para ir a ver Dinamarca, que no es una obra de un grupo danés sino que viene de Brasil. Apenas el público ingresa a la sala del sótano del Cultural San Martín el clima es de una verdadera fiesta, de una previa en una disco con música a todo volumen, clima queer, cierto caos y una copita de champagne para matizar la espera. Dirigida por el dramaturgo y actor Pedro Wagner, la obra pertenece al Grupo Magiluth, colectivo fundado en 2004, en la Universidad de Pernambuco, con una línea de trabajo basada en la experimentación artística.
Durante 90 minuetos, los cinco desaforados integrantes del grupo despliegan un trabajo en el que demuestran una enorme empatía entre ellos en el marco de una apuesta lúdica con referencias sociales, momentos coreógraficos de neto corte pop, citas sobre Hamlet, un vals del cual participa el público y el descontrol y la fragmentación como uno de los ejes de la propuesta. Claro que, en verdad, algo huele raro en Dinamarca y en varios momentos el trabajo parecer perderse en su propio caos dejando, tal vez, la sensación en el público de que se espera algo más sólido y contundente en lo que hace a la franja de la programación internacional del FIBA.
El clima del sábado por la tarde en la sede de la Alianza Francesa es diametralmente opuesto al de Dinamarca. Allí tiene lugar Jérôme Bel, una creación de reconocido coreógrafo francés Jérôme Bel, figura clave en el mapa actual en lo que se refiere al arte del movimiento, cuyos trabajos ya pasaron por la ciudad (The show must go on, un trabajo en el Museo de Arte Moderno y Gala, programado también en el FIBA). Claro que si en las visitas anteriores se vieron montajes suyos con bailarines en escena, la propuesta actual tiene el formato de una especie de masterclass o conferencia peformática o, como el mismo creador decide llamarla, un retrato “auto-bio-coreo-gráfico”. Es Maricel Álvarez quien “interpreta” en una lectura el relato del creador en primera persona, que ilustra con enorme solvencia dando entrada a fragmentos de video con sus obras.
Amado como cuestionado por sus propuestas de neto corte disruptivo en el mapa de la danza contemporánea, durante las casi dos horas, Jérôme Bel va explicando las búsquedas que lo llevaron a realizar cada trabajo mechado por situaciones personales (fracaso amoroso, nacimiento de su hija o su preocupación por el medio ambiente que lo llevó a tomar la decisión de no desplazarse en aviones). A ellos le suma su radical y crítica postura frente al esquema de creación y producción de la danza clásica o desentrañar su propio proceso creativo reconociendo aún sus propios vicios. Como pensador, la lectura performática aporta reflexiones verdaderamente contundentes. Claro que, para el conocedor de su producción creativa, esta “obra” creada en la pandemia poco aporta de nuevo y para el que, tal vez confundido por la escasa información previa, imaginaba ver a algún bailarín en escena, se quedará con las ganas.
Una aclaración a tener en cuenta para los días siguientes si la intención es ir armando otras hojas de ruta: estas tres obras entre hoy y mañana, lunes, terminan sus presentaciones en el marco del FIBA. Las entradas, que son gratuitas, se pueden adquirir en la página del festival. De todos modos, hay varias ofertas que se van desplegando cada día. Como, en general, las salas son pequeñas habrá que apurarse para armar el recorrido.
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