CAD: bailar hasta quedar exhaustos
En la obra Tushh, el Combinado Argentino de Danza realiza un electrizante barrido que va del hip-hop al malambo pasando por la danza contemporánea
El CAD (Combinado Argentino de Danza) se presenta así: "Somos un grupo abierto, inestable, caótico, heterogéneo y espontáneo". Los viernes presentan Tushh . En plan de asociación libre, la experiencia podría ser una mesa con tres patas. Como todo objeto, admitiría ser observado desde perspectivas diferentes. Supongamos: tres.
Desde la óptica del movimiento la performance está dominada por la danza contemporánea, el malambo y el hip-hop (no importa el orden). En realidad, por la mezcla de esos tres estilos que, de tan antagónicos en sus apariencias, se complementan. Desde su producción y su proceso creativo se vale de tres plataformas: Facebook, YouTube y Taringa. El primero, porque es el medio por el cual se comunican los casi 30 integrantes ("Si para pautar un ensayo tenía que mandar 30 mensajitos, me quedaba sin crédito", reconoce la coreógrafa Andrea Servera, alma máter y fundadora de este enorme proyecto). ¿Y YouTube y Taringa? Bien, si la mayoría de los mortales se baja música o películas, los bailarines buscan bailes, buscan coreografías, buscan moverse.
Para terminar con el juego de trípticos, desde el tejido de alianzas artísticas Tushh necesita de un DJ como Villa Diamante, se nutre de los videos realizados por Karin Idelson y se enriquece, en lo que hace a una puesta que domina al enorme patio del Konex, de una atmósfera pop. En esa línea aparecen manteles de hule, salvavidas de plástico, los monstruos grafiteados por Liniers y ese vestuario que es como una oda a la diversidad. En realidad, de esa diversidad está hecha esta mesa. Ese es su molde, su contenido, su variedad de cita, su evocación, su poética, su energía vital y su contagio tenga usted mucha o poca edad.
El Combinando Argentino de Danza ("está bueno eso de que aparezca la palabra argentina ligada al hip-hop, que se ve como algo muy de afuera", apunta Servera) nació en Tecnópolis. Pero la mezcla de estilo es algo que ella ya había probado hace un año y medio para un desfile en MICA. Apenas surgió la idea de hacer un espectáculo abrió el juego. Así, cada uno iba tirando una coreo (gracias YouTube) que, en su conjunto, da cuenta de un eclecticismo a prueba de todo. Vale un miniejemplo: desde "qué pena me da saber que de este amor ya no queda nada" hasta la más pura electrónica pasando por Edith Piaff, "El Potro" Rodrigo o Sumo.
Cuando este espacio lúdico fue tomando forma fueron decidiendo qué bailar para una estructura compuesta por solos, dúos y situaciones grupales. Algunos siguen pautas establecidas; otros, libradas a la improvisación y los constantes mashups, remixes y mixturas musicales. Por ejemplo, Jesús Guiraldi ("quien viene del folklore y es un gran bailarín de contemporáneo") propuso hacer la escena central de la película Cantando bajo la lluvia. Ese número es, sencillamente, brillante. La cumbia de Celso Piña la recomendó Brian "Milo" Moya, que es un hiphopero de lo mejor y un artista del beatbox. DJ Villa Diamante sacó de la galera una versión de un tema de Michael Jackson, "Beat it", en manos de un DJ brasileño de tecnobrega. ¿El resultado? El hitazo de Jackson, pero en portugués –como una bossa nova– en un extraño derrape que se convierte en el hilo conductor de esta fiesta llamada Tushh.
Let’s dance
A la hora de elegir, a ella, Andrea Servera, se le ocurrió el tema central de Fama. Tiene sus razones: "En medio de este proceso nos enfrentamos con lo que es la fama en sí misma. O sea, con amigos que entran a «Bailando por un sueño» o que se van a Los Angeles al reality de Jennifer Lopez. De hecho, los malamberos que estaban con nosotros en Tecnópolis están allá. Lo cual está buenísimo, pero esa cosa de figurar es algo que, de golpe, se nos acercó y produce un mareo rarísimo. Por eso elegí el tema de Fama como una manera de observarnos y de reírnos de nosotros mismos."
Hay otras patas (parece que seguimos con la imagen de la mesa) para entender a esta propuesta que destila energía. Una de ellas es DJ Villa Diamante. "Le gusta todo, desprejuiciadamente. Es el gurú de la noche de los viernes", dice ella. Villa Diamante es otro bicho raro. Tanto que, a contramano de la industria, abrió una disquería con música electrónica argentina en la galería Patio del Liceo. Hay más: los dos videos de Karin Idelson. En uno, María Ezquiaga, del grupo Rosal, y Milo, el hiphopero del cual hablábamos antes, hacen un tema de Ricardo Montaner. En realidad no lo hacen, lo reivindican.
En otro video aparece una malambeadora excelente (Emilce Marcolongo). Llegado el momento, saca a relucir sus boleadoras y la rompe. Mientas esa imagen se apodera de la atención, en el escenario, Laura Saguerreberry, decodifica esos sonidos desde la danza contemporánea. Es otro de los momentos cumbre de la noche. Los dos videos, por ejemplo, se hicieron en una única toma. Así de liviano es Tushh. Así de orgánico (aun en su "natural" desprolijidad de una propuesta que está tomando forma).
Los cantidad de bailarines que los viernes copan el Konex es un misterio. En el programa de mano figuran 19, aunque la noche del estreno conté 25. "Yo tampoco sé cuántos son –se ríe Andrea–. Esa noche entregué 30 pulseritas para los camarines. El grupo es abierto. Como hay pautados momentos de improvisación, ahí entran los invitados."
El número final es una coreo sacada de una película hindú. El bailarín Bruno Lil’Dragon Klewzyc la encontró en la Red y la compartió con la banda vía Facebook. El tema se llama "Ready", de Dhinka Chika. Con la recreación de ese número Boollywood estalla a pleno en el corazón del Abasto cerrando una experiencia que había comenzado con un tema del morocho más famoso del barrio. En realidad, tampoco se cierra así, porque, ahora, es la gente la que se apodera del baile mientras Villa Diamante se convierte en el titiritero de una ronda espontánea.
Hay un único inconveniente en toda esta historia: lamentablemente Tushh fue programada por cuatro viernes (termina el 9, avisé). Podría haber otro inconveniente: que llueva. En ese caso, como si fuera parte de un manifiesto interno, los bailarines unificaron postura: "El CAD no suspende funciones. Baila donde sea y cómo sea. Lo nuestro es súper rock&roll".
ANDREA SERVERA, DE RICKY MARTIN A LA CONSTANTE FUSION DE ESTILOS
Su padre, colectivero. Su madre, bailarina de folklore (y reina de la Primavera). Gente de pueblo. Cuando Andrea Servera terminó el secundario, conoció el clown. Después de una clase con la bailarina Ana Kamien, levantó un teléfono y discó el prefijo de Neuquén. Dijo: "Papá, no voy más a la facultad. Quiero ser bailarina". Se anotó en el Taller de Danza del San Martín. Entró. Allí estaban Miguel Robles, Gustavo Lesgart, Ana Frenkel y siguen los nombres. Mientras tanto, estudió tango con Juan Carlos Copes. Hizo un clip con Pablito Ruiz: diversión y giras y algún dinero. En Nueva York estudió hip-hop. En Buenos Aires una tarde sonó el teléfono de su casa. Alguien le dijo: "Ricky quiere que bailes con él". Y mientras hacía un reemplazo en El Descueve se iba a Los Angeles para bailar con Ricky Martin.
Una vez, Inés Sanguinetti la convocó a sumarse a Crear Vale la Pena, fundación que trabaja con chicos de La Cava. Ahí conoció, por ejemplo, a Milo, el chico que hace beatbox, y a Laura, la rubia que canta y baila en Tushh. Planicie banderita fue su segunda obra como coreógrafa. En plena ebullición de los noventa, bailaba en el mítico Morocco y daba clases en el Rojas. Sus obras comenzaron a girar por el mundo. En 2005 tuvo un accidente, de esos bien feos. "Creo que no voy a poder poner más el cuerpo", escribió en el libro La danza contemporánea argentina cuenta su historia. Desde hace años le pone movimiento al BAFWeek y es una de las curadoras del Festival Danza Contemporánea.
Bajo esta (mini)perspectiva es inevitable pensar a Tushh como una especie de síntesis de sus pasos recorridos. Ahí posiblemente radique la coherencia interna que hace posible esta experiencia.
JIMENA PEREZ SALERNO, DE LAS PEÑAS DE TANDIL AL CONTACT
La bailarina Jimena Pérez Salerno vive en Almagro, tiene 27 años. Como otros integrantes del CAD, pega con total fluidez el volantazo y del contact se va al hip-hop con total fluidez en sus movimientos. Su nuevo metejón es el parkour, el arte del desplazamiento sobre una topografía urbana. "Me gustaba salir de la sala de ensayo y meter el cuerpo en la ciudad." Un lugar fijo para ir saltando de una pared a otro rincón es el parque Centenario (y, claro, también en el Konex, también durante Tushh). O sea que después de años de estar tomando clases en estudios ella optó por convertir a la misma ciudad en su sala de ensayo.
"Juntarse con los b-boys fue trabajar en la línea de improvisación que nutre tanto al hip-hop. La danza contemporánea tiene otras formas de trabajo: primero tenés que elaborar bien la idea y recién ahí improvisás. En contraposición, el hip-hop sale a la cancha, se manda." Terminó el año pasado de cursar en el IUNA la licenciatura en Composición en Danza y Teatro. Ahora le toca la tesis. Antes y durante estudió con Eugenia Estévez, Carlos Casella, Luciana Acuña.... Mucho contact. Mucha composición. Muchos videos de Pina Bauch. "En la confrontación con el hip-hop siento que tengo que empezar todo de nuevo. Claro que, a la vez, tengo mi bagaje de contemporánea. La mixtura entre ambos estilos está buena."
Como si también en su historia misma estuviera la génesis que corre por las venas de Tushh, lo suyo no siempre fue la danza contemporánea. De hecho, su infancia en Tandil le hizo pasar años de bailar folklore en peñas que terminaban a la mañana siguiente entre zambas y bailes sureños.
JORGE "CAUTIVO" SALAS, DE COSQUIN AL MAS PURO HIP-HOP
Jorge "Cautivo" Salas vive en Burzaco. Tiene 23. Una mañana, al colegio en el cual estudiaba llegó un chico vestido de gaucho para un acto. "Al principio me causó gracia su ropa, después me llamó la atención lo que hacía con las piernas, esos puntos, esos giros." A los once, su madre lo mandó a estudiar folklore. Después, en Florencio Varela, hizo ballet de competencia. "Esta buenísimo eso. Aprendés a prepararte psicológicamente para ganar." Ganó un montón de veces. Parte de esa seguridad le debe de haber servido para las tres veces que participó del Festival de Cosquín. Desde hace dos años tiene su escuela de folklore, tango y flamenco. Se llama Valle Viejo, queda en Quilmes. "No les cobro a mis alumnos, lo hago por amor. Sé lo que es ir a un ensayo con 5 mangos en el bolsillo. Por eso prefiero que bailen a que me paguen."
Un amigo lo llevó a Tecnópolis. Allí conoció a Andrea Servera y al poco tiempo estaba en la CAD. "Al principio era medio raro el cambio de la fonética del malambo al plan electrónico. Después ya no. De hecho, el momento que más me copa de Tushh es cuando zapateamos, los b-boy dicen que «pataleamos», al lado de ellos." Como estudió clásica y contemporánea, la fusión con el contemporáneo la lleva más fácil. "A mucha gente esa mezcla no le cuadra, no importa. Tampoco es que queramos hacer nada nuevo, ni ahí. Ya está todo inventado. Hacemos esto para divertirnos y para divertir."
Los resultados son evidentes. Su madre tiene 65 años. El viernes pasado fue a ver a su hijo. "En un momento se puso a bailar entre Milo y yo. Fue un flash. Después me dijo: «Uyyy,, me duele la espalda». Claro, tiene 4 hernias de disco. Sin embargo, estaba bailando como loca. Eso es Tushh, como siempre decimos, bailar hasta quedar exhaustos."
PARA AGENDAR
- Tushh : Compañía Argentina de Danza. Teatro : Centro Cultural Konex (Sarmiento 3131). Funciones : viernes, a las 21. Entrada : desde $ 40.
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