Brillo en "Carmen" y pobreza coreográfica en "Estancia"
Espectáculo coreográfico. "Estancia", música de Alberto Ginastera, coreografía de Guido De Benedetti; "Nuestros valses", música de Teresa Carreño, coreografía de Vicente Nebrada, y "Carmen", música de Rodion Schedrin sobre la original de Bizet, coreografía de Alberto Alonso. Con Eleonora Cassano, Karina Olmedo, Adriana Alventosa, Jorge Amarante, Edgardo Trabalón, Alejandro Parente, solistas y cuerpo de baile del Ballet Estable. Director de la Orquesta Filarmónica: Jorge Mariano Carciófalo. Directora del Ballet Estable: Marta García. Teatro Colón.
Nuetra opinión: muy bueno.
Con dos reposiciones y un estreno, el Ballet del Teatro Colón hizo su entrada oficial en la temporada. Hay obras que se han visto innumerables veces. Tal el caso de "Carmen", que desde su premiére en el Bolshoi con Maia Plissetskaia como la protagonista provocó una avalancha de éxito y elogios. Algo similar, o más gloriosa aún, fue la acogida que tuvieron la coreografía y la gran artista cuando el repositor Azari Plissetski la montó, en 1974, en el Ballet del Colón. Luego, fue bailada por varias artistas locales, según pasaban las generaciones. Pero ahora la pieza adquirió un valor diferente. Por primera vez, la venida del coreógrafo cubano Alberto Alonso hizo que la reposición fuera de primera agua. Alonso, a los 84 años, dio los ajustes necesarios, el training y, sobre todo, el sentimiento que tuvo in mente cuando la imaginó. Detalles que sólo pueden obtenerse de la propia mano y explicaciones del autor. Son secretos que revitalizan obras de consecuente representación, de larga data y que, por el paso del tiempo, han sido modificados. El repertorio, más allá de que hoy existen los videos y los films, es enseñado de boca en boca por aquellos que lo interpretaron. La prodigiosa memoria de éstos es indudable, y gracias a ella mucho se ha preservado. Mas sólo el coreógrafo es el que tiene la visión exacta de lo que quiso hacer.
Ensayar con quien ha creado el ballet no sólo afianza pasos y gestos, sino que también da un poderoso impulso a los que están involucrados.
El personaje principal estuvo a cargo de Eleonora Cassano, invitada especialmente para estas funciones. Su actuación fue esencialmente sugestiva, desdoblada en las distintas facetas de la personalidad de la gitana. En cada movimiento no se muestra sólo la técnica, sino la esencia de lo que es Carmen. La interpretación de Casssano y de Alejandro Parente fue soberbia. Afianzado por Alonso, el baile estuvo calibrado a la perfección, a la par de que todo el elenco se brindó sin reticencias. Vagran Ambartsoumián dio la dimensión exacta del triunfante Escamillo, en tanto que Jorge Amarante representó de manera ideal al corregidor.
Los matices del amor
"Nuestros valses" carece de argumento, mas en las melodías de Teresa Carreño, que ejecutó al piano (sobre el escenario) el excelente Fernando Pérez, se insinúa el amor en todos sus matices. La ligazón continua de las cinco parejas es también símbolo de las diferentes etapas, y por medio de ellas se verá el sentimiento juguetón e impulsivo de la adolescencia, las facetas más ardorosas, el lirismo y la serena plenitud. En el entrelazado de los bailarines y en los bellos pas de deux que imaginó Vicente Nebrada se destacaron la impetuosidad de Karina Olmedo y Alejandro Parente, el sutil escarceo de Amarante y Analía Sosa Guerrero y la simbiosis romántica de Graciela Bertotti e Igor Gopkalo.
El estreno de una nueva coreografía de Guido De Benedetti para "Estancia" abrió el programa. La música se eleva con la magnitud que Ginastera dio a su composición, y lo hace por sobre lo concebido en el escenario, que no logra equipararse a ese caudal.
La idea en la danza fue aggiornar , con un intrincado guión, la esencia de melodías que sugieren aires folklóricos. Por lo cual, si bien la acción comienza en el campo, las situaciones mezclan a la ciudad y a personajes representativos de la corrupción confrontados con buenos. Difícilmente, si no se leen las explicaciones del libreto, se comprende qué pasa. Las constantes alegorías son obvias y el mensaje termina siendo pueril en lugar de lograr una reflexión que despierte conciencias. Tanto andamiaje argumental se viene abajo con la pobreza patética de la coreografía. Más allá, dentro de lo que pudieron entender y expresar, se destacan las actuaciones de Adriana Alventosa, como la mujer del estanciero, y de Jorge Amarante, como el rufián.
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